V. I. LENINQUIENES SON LOS
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Preparado © por la Internet a David J. Romagnolo, djr@marx2mao.org (Juno de 1999) |
NOTA DEL EDITOR
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(RESPUESTA A LOS ARTICULOS DE RUSSKOIE BOGATSTVO
CONTRA LOS MARXISTAS)
[ Parte I ]
Escrito en la primavera y el |
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Rússkoie Bogatstvo [2] inició una campaña contra los socialdemócratas. Ya en el núm. 10 del año pasado uno de los directores de dicha revista, el señor N. Mijailovski, anunció una "polémica" contra "nuestros llamados marxistas o socialdemócratas". Más tarde apareció un artículo del señor S. Krivenko, titulado Los francotiradores de la cultura (núm. 12) y otro del señor N. Mijailovski, titulado Literatura y vida (núms. 1 y 2 de R. B. de 1894). En cuanto al concepto que la revista tiene de nuestra realidad económica, fue formulado de un modo más completo en un artículo del señor S. Iuzhakov: Problemas del desarrollo económico de Rusia (en los núms. 11 y 12). En líneas generales, estos señores, que pretenden representar en su revista las ideas y la táctica de los verdaderos "amigos del pueblo", son enemigos jurados de la socialdemocracia. Intentatemos, pues, examinar a fondo a estos "amigos del pueblo", la crítica que hacen del marxismo, sus ideas y su táctica.
   
El señor N. Mijailovski dedica su atención sobre todo a los fundamentos teóricos del marxismo, y por eso se ocupa en especial del análisis de la concepción materialista de la historia. Después de presentar, en líneas generales, el contenido de las numerosas obras marxistas que exponen esta doctrina, el señor Mijailovski comíenza su crítica con el siguiente pasaje:
   
"Ante todo -- dice -- surge espontáneamente una pregunta: ¿en qué obra expuso Marx su concepción materialista de la historia? En El capital nos dio un ejemplo de unión de la fuerza lógica con la erudición, con el estudio minucioso, tanto
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de toda la literatura económica, como de los hechos correspondientes. Exhumó a teóricos de las ciencias económicas olvidados hace mucho tiempo o que hoy nadie conoce, y no descuida los detalles más nimios de informes de inspectorcs de fábricas o de declaraciones formuladas por peritos de diversas comisiones especiales; en una palabra, examinó una enorme cantidad de materiales documentales, bien para fundamentar sus teorías económicas, bien para ilustrarlas. Si ha creado una concepción 'completamente nueva' del proceso histórico, si ha explicado todo el pasado de la humanidad desde un punto de vista nuevo y ha resumido todas las teorías sobre la filosofía de la historia existentes hasta entonces, lo hizo, por supuesto, con igual celo: realmente revisó y sometió a un análisis crítico todas las teorías conocidas del proceso histórico y una gran cantidad de hechos de la historia universal. El parangón con Darwin, tan corriente en la literatura marxista, confirma aún más esta aseveración. ¿En qué consiste toda la obra de Darwin? En algunas ideas de sintesis, estrechamente vinculadas entre sí, que coronan todo un Mont-Blanc de materiales concretos. ¿Pero dónde está la obra pertinente de Marx? No existe. Y no sólo no existe obra semejante de Marx, sino que no la hay en toda la literatura marxista, pese a toda su amplitud cuantitativa y a su difusión."
   
Este pasaje es sumamente caracteristico para advertir hasta qué punto son poco comprendidos por el público El capital y Marx. Anonadados por la inmensa fuerza probatoria de lo que expone, hacen reverencias ante Marx, lo alaban, pero al mismo tiempo pasan completamente por alto el contenido fundamental de la doctrina y repiten, como si tal cosa, las viejas cantinelas de la "sociología subjetiva". No se puede menos que recordar con este motivo el acertadísimo epígrafe que
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Kautsky eligió para su libro sobre la doctrina económica de Marx:
   
¡Exactamente! El señor Mijailovski debería ensalzar menos a Marx y leerlo con mayor aplicación, o mejor, meditar con más seriedad sobre lo que lee.
   
"En El capital Marx nos dio un ejemplo de unión de la fuerza lógica con la erudición", dice el señor Mijailovski. Y en esta frase nos da un ejemplo de unión de una frase brillante con un contenido huero, según ha observado un marxista. Y la observación es en todo sentido justa. En efecto, ¿en qué se manifestó esa fuerza lógica de Marx? ¿Qué resultado dio? Al leer el pasaje del señor Mijailovski, que acabamos de reproducir, se puede creer que toda esta fuerza se concentró en las "teorías económicas" en el sentido más estricto de la palabra, y en nada más. Y para subrayar aún más los estrechos límites dél terreno en que manifestó Marx su fuerza lógica, el señor Mijailovski acentúa lo de "los detalles más nimios", lo de la "minuciosidad", lo de los "teóricos que hoy nadie conoce", etc. Es como si Marx no hubiera aportado a los métodos de construcción de estas teorías nada sustancialmente nuevo, nada digno de ser mencionado, como si hubiese dejado a las ciencias económicas dentro de los mismos límites en que las encontró en las obras de los economistas anteriores, sin ampliarlas, sin aportar una concepción "completamente nue-
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va" de esa ciencia. Pero quien haya leido El capital sabe que esta afirmación está totalmente reñida con la verdad. No se puede menos que recordar con este motivo lo que sobre Marx escribió el señor Mijailovski hace 16 años, cuando polemizaba con ese burgués ramplón, el señor I. Zhukovski[3]. Acaso eran otros los tiempos entonces, o quizás estaban más frescos los sentimientos; lo cierto es que el tono y el contenido de aquel artículo del señor Mijailovski eran completamente distintos.
   
"'El objetivo final de esta obra es demostrar la ley del desarrollo [(en el original: Das ökonomische Bewegungsgesetz, es decir, la ley económica del movimiento)] de la sociedad moderna', dice C. Marx en El capital, y se atiene estrictamente a su programa." Así opinaba el señor Mijailovski en 1877. Veamos, pues, más de cerca este programa estrictamente coherente, según reconoce el propio crítico. El programa consiste en "demostrar la ley económica del desarrollo de la sociedad moderna".
   
Esta formulación nos coloca ya frente a varios problemas que exigen ser aclarados. ¿Por qué habla Marx de la sociedad "moderna (modern )", cuando todos los economistas anteriores a él hablaban de la sociedad en general? ¿En qué sentido emplea la palabra "moderna", y cuáles son las características por las que él distingue especialmente esta sociedad moderna? Y luego: ¿qué significa la ley económica del movimiento de la sociedad? Estamos acostumbrados a oír decir a los economistas -- ésta es, por cierto, una de las ideas preferidas de los publicistas y economistas del medio a que pertenece Rússkoie Bogatstvo -- que sólo la producción de valores se encuentra supeditada a leyes económicas, mientras que la distribución, según ellos, depende de la política, de la forma en que las autoridades, los intelectuales, etc., ejerzan su influencia sobre la sociedad. ¿En qué sentido, pues, habla
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Marx de la ley económica del movimiento de la sociedad, llamándola, por añadidura, unos renglones más abajo, Naturgesetz, ley natural? ¿Cómo entender esto cuando tantos sociólogos de nuestro país han escrito montones de papel para decir que el campo de los fenómenos sociales ocupa un lugar aparte del campo de los históriconaturales y que, por lo tanto, para estudiar los primeros es necesario emplear un método completamente especial, el "método subjetivo en la sociología"?
   
Todas estas dudas surgen de un modo natural e inevitable y, claro está, sólo por crasa ignorancia pueden ser dejadas a un lado cuando se habla de El capital. Para esclarecerlas, citemos previamente un pasaje más del mismo prólogo de El capital, algunas líneas más abajo:
   
"Mi punto de vista -- dice Marx -- consiste en que considero el desarrollo de la formación económicosocial como un proceso histórico natural."
   
Basta sencillamente comparar, aunque sólo sean estas dos citas del prólogo, para advertir que precisamente ésa es la idea fundamental de El capital, aplicada, como hemos visto, con estricta coherencia y con rara fuerza lógica. Señalemos al respecto, ante todo, dos circunstancias: Marx se refiere a una sola "formación económicosocial", a la capitalista, es decir, afirma haber investigado la ley del desarrollo sólo de esta formación y de ninguna otra. Esto en primer lugar. Y en segundo término, advirtamos los métodos con que elabora Marx sus conclusiones: como vimos unas líneas más arriba, el señor Mijailovski dice que estos métodos consistían en el "estudio minucioso de los correspondientes hechos".
   
Ahora pasemos a analizar esta idea fundamental de El capital, que con tanta habilidad intentó pasar por alto nuestro filósofo subjetivista. ¿En qué consiste propiamente el con-
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cepto de formación económicosocial y en qué sentido puede y debe considerarse el desarrollo de dicha formación como un proceso histórico natural? Estos son los interrogantes que ahora se nos plantean. Ya he indicado que desde el punto de vista de los viejos (no para Rusia) economistas y sociólogos, el concepto de formación económicosocial es completamente superfluo: hablan de la sociedad en general, discuten con los Spencer sobre lo que es la sociedad en general, sobre sus fines y su esencia, etc. En tales disquisiciones, estos sociólogos subjetivistas se apoyan en argumentos por el estilo de los que afirman que el fin de la sociedad consiste en procurar ventajas para todos sus miembros, y que por ello la justicia exige una organización determinada, y los sistemas que no corresponden a esta organización ideal ("la sociología debe comenzar por cierta utopía", dice uno de los autores del método subjetivista, el señor Mijailovski, lo cual caracteriza perfectamente la naturaleza de sus métodos) son anormales y deben ser eliminados. "El objetivo esencial de la sociología -- razona, por ejemplo, el señor Mijailovski -- consiste en el estudio de las condiciones sociales en que tal o cual necesidad de la naturaleza humana es satisfecha." Como se ve, a este sociólogo sólo le interesa una sociedad que satisfaga a la naturaleza humana, pero en modo alguno le interesan las formaciones sociales que, por añadidura, pueden estar basadas en fenómenos tan en pugna con la "naturaleza humana" como la esclavización de la mayoría por la minoría. Se ve también que, desde el punto de vista de este sociólogo, ni hablar cabe de considerar el desarrollo de la sociedad como un proceso histárico natural. ("Al reconocer algo como deseable o indeseable, el sociólogo debe hallar las condiciones necesarias para realizar lo deseable o para eliminar lo indeseable", "para realizar tales y cuales ideales", razona el mismo señor Mijailovski). Más
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aún, ni hablar cabe siquiera de un desarrollo, sino de diversas desviaciones de lo "deseable", de "defectos", que se han producido en la historia como consecuencia. . . , como consecuencia de que los hombres no han sido inteligentes, no han sabido comprender bien lo que exige la naturaleza humana, no han sabido hallar las condiciones para realizar estos regímenes racionales. Es evidente que la idea fundamental de Marx sobre el proceso histórico natural de desarrollo de las formaciones económicosociales socava hasta las raíces esa moraleja infantil que pretende llamarse sociología. Pero, ¿cómo llegó Marx a esta idea fundamental? Lo hizo separando de los diversos campos de la vida social el de la economía, separando de todas las relaciones sociales las de producción, como relaciones fundamentales, primarias, que determinan todas las demás. El mismo Marx describe el proceso de su razonamiento sobre esta cuestión de la siguiente manera:
   
"El primer trabajo que emprendí para resolver las dudas que me asaltaron fue una revisión crítica de la filosofía hegeliana del derecho. Este trabajo me llevó a la conclusión de que tanto las relaciones jurídicas como las formas políticas no pueden ser deducidas de razones jurídicas y políticas ni explicadas exclusivamente por ellas; aun menos posible es explicarlas e inferirlas de la llamada evolución general del espíritu humano. Tienen sus raíces exclusivamente en las relaciones materiales de vida, cuyo conjunto resume Hegel, siguiendo el precedente de los escritores ingleses y franceses del siglo XVIII, en la denominación de 'sociedad civil'. Pero la anatomía de la sociedad civil hay que buscarla en la economía política. El resultado a que llegué por el estudio de esta última puede concretarse así: en la producción material, los hombres deben establecer determinadas relaciones mutuas, relaciones de producción. Estas corresponden siempre al
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grado de desarrollo de la productividad que han alcanzado en determinado momento sus fuerzas económicas. El conjunto de estas relaciones de producción constituye la estructura económica de la sociedad, la base real sobre la que se erige la superestructura jurídica y política, y a la que corresponden determinadas formas de conciencia social. De tal modo, el régimen de producción condiciona los procesos de la vida social, política o puramente espiritual. La existencia de dichos procesos, no sólo no depende de la conciencia del hombre, sino, por el contrario, esta última depende de ellos. Pero en determinada fase del desarrollo de su productividad, las fuerzas chocan con las relaciones de producción establecidas entre los hombres. Como consecuencia, los hombres entran en contradicción con lo que constituye una expresión jurídica de las relaciones de producción, es decir, el régimen de propiedad. Entonces, las relaciones de producción dejan de corresponder a la productividad y comienzan a trabarla. Y se abre así una época de revolución social. Al cambiar la base económica, se modifica más o menos rápidamente toda la inmensa superestructura erigida sobre ella. Cuando se estudian estas revoluciones hay que distinguir siempre rigurosamente el cambio material ocurrido en las condiciones de producción, que debe ser verificado con la exactitud propia de las ciencias naturales y el cambio en las formas jurídicas, políticas, religiosas, artísticas y filosóficas: en una palabra, las formas ideológicas que introducen en la conciencia de los hombres la idea del conflicto e implican una lucha latente por resolverlo. Como no podemos juzgar a un individuo por lo que piensa de sí, tampoco podemos juzgar estas épocas de revolución por la conciencia que tienen de sí mismas. Por el contrario, hay que explicar esta conciencia por las contradicciones de la vida material, por el conflicto existente entre las condiciones de
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producción y las condiciones de productividad [. . .] Examinados en sus rasgos generales, los sistemas de producción asiático, antiguo, feudal y el actual sistema burgués, pueden ser considerados como épocas progresistas en la historia de las formaciones económicas de la sociedad"[4].
   
Y esta idea del materialismo en la sociologia era una idea genial. Se entiende que por el momento no era sino una hipótesis, pero una hipótesis que por primera vez hacia posible tratar de un modo rigurosamente científico los problemas históricos y sociales. Hasta entonces, como los sociólogos no sabían descender hasta relaciones tan elementales y primarias como las de producción, empezaban directamente por la investigación y el estudio de las formas político-jurídicas, tropezaban con el hecho de que estas formas surgían de tales o cuales ideas de la humanidad en un momento dado, y no pasaban de ahí; resultaba como si las relaciones sociales fuesen establecidas concientemente por los hombres. Pero esta conclusión, que halló su expresión completa en la idea de El contrato social [5] (cuyos vestigios se notan mucho en todos los sistemas del socialismo utópico), estaba completamente en pugna con todas las observaciones históricas. Jamás ha sucedido, ni sucede, que los miembros de la sociedad se representen el conjunto de las relaciones sociales en que viven como algo definido, integral, penetrado por un principio fundamental; por el contrario, la masa se adapta inconcientemente a esas relaciones, y es tan pobre la idea que de ellas tiene como relaciones sociales históricas especiales, que, por ejemplo, sólo últimamente se halló una explicación de las relaciones de intercambio, en las cuales los hombres han vivido durante muchos siglos. El materialismo ha eliminado esta contradicción, profundizando el análisis hasta llegar al origen de estas mismas ideas sociales del hombre, y su conclusión de que el
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desarrollo de las ideas depende del de las cosas es la única compatible con la psicología científica. Además, también en otro sentido esta hipótesis, por vez primera, ha elevado la sociología al grado de ciencia. Hasta ahora los sociólogos distinguieron con dificultad, en la complicada red de fenómenos sociales, los fenómenos importantes de los que no lo eran (esta es la raíz del subjetivismo en sociología), y no supieron encontrar un criterio objetivo para esta diferenciación. El materialismo proporciona un criterio completamente objetivo, al destacar las "relaciones de producción" como estructura de la sociedad, y al permitir que se aplique a dichas relaciones el criterio científico general de la repetición, cuya aplicación a la sociología negaban los subjetivistas. Mientras se limitaban a las relaciones sociales ideológicas (es decir, relaciones que antes de establecerse pasan por la conciencia* de los hombres), no podían advertir la repetición y regularidad en los fenómenos sociales de los diversos países, y su ciencia, en el mejor de los casos, se limitaba a describir tales fenómenos, a recapilar materia prima. El análisis de las relaciones sociales materiales (es decir, que se establecen sin pasar por la conciencia de los hombres: al intercambiar productos, éstos contraen relaciones de producción, aun sin tener conciencia de que ello constituye una relación social de producción) permitió inmediatamente observar la repetición y la regularidad, y sintetizar los sistemas de los diversos países en un solo concepto fundamental de formación social. Esta síntesis fue la única que permitió pasar de la descripción de los fenómenos sociales (y de su valoración desde el punto de vista del ideal) a su análisis rigurosamente científico, que subraya, por ejem-
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plo, qué diferencia a un país capitalista de otro y estudia qué tienen en común todos ellos.
   
Por último, en tercer lugar, esta hipótesis creó, además, por primera vez, la posibilidad de existencia de una sociología científica, porque sólo reduciendo las relaciones sociales a las de producción, y estas últimas al nivel de las fuerzas productivas, se obtuvo una base firme para representarse el desarrollo de las formaciones sociales como un proceso histórico natural. Y se sobrentiende que sin tal concepción tampoco puede haber ciencia social. (Los subjetivistas, por ejemplo, reconocen que los fenómenos históricos se rigen por leyes, pero no pudieron ver su evolución como un proceso histórico natural, precisamente porque no iban más allá de las ideas y fines sociales del hombre, y no supieron reducir estas ideas y estos fines a las relaciones sociales materiales.)
   
Y he aquí que Marx, que formuló esta hipótesis en la déca da del 40, emprende el estudio de materiales documentados (Nota bene ). Toma una de las formaciones económicosociales -- el sistema de la economía mercantil -- y sobre la base de una gigantesca cantidad de datos (que estudió durante no menos de 25 años) proporciona un análisis sumamente minucioso de las leyes que rigen el funcionamiento de esta formación y de su desarrollo. Este análisis se limita exclusivamente a las relaciones de producción existentes entre los miembros de la sociedad: no recurre una sola vez, para explicar las cosas, a los factores que se encuentran fuera de estas relaciones de producción. Marx permite ver cómo se desarrolla la organización mercantil de la economía social, cómo ésta se trasforma en economía capitalista y crea clases antagónicas (ya dentro del marco de las relaciones de producción): la burguesía y el proletariado; cómo dicha economía desarrolla la productividad del trabajo social y aporta con ello un elemento
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que entra en contradicción inconciliable con los fundamentos de la propia organización capitalista.
   
Tal es el esqueleto de El capital. Pero el caso es que Marx no se dio por satisfecho con este esqueleto, que no se limitó sólo a la "teoría económica", en el sentido habitual de la palabra; al explicar la estructura y el desarrollo de una formación social determinada exclusivamente por las relaciones de producción, siempre y en todas partes estudió las superestructuras correspondientes a estas relaciones de producción, cubrió de carne el esqueleto y le inyectó sangre. Por ello obtuvo El capital un éxito tan gigantesco, pues esta obra del "economista alemán" presentó ante los ojos del lector toda la formación social capitalista como un organismo vivo, con los diversos aspectos de la vida cotidiana, con las manifestaciones sociales reales del antagonismo de clases propio de las relaciones de producción, con su superestructura política burguesa destinada a salvaguardar el dominio de la clase de los capitalistas, con sus ideas burguesas de libertad, igualdad, etc., con sus relaciones familiares burguesas. Ahora se comprende que la comparación con Darwin es en todo sentido exacta: El capital no es más que "algunas ideas de síntesis, estrechamente vinculadas entre sí, que coronan todo un Mont Blanc de materiales concretos". Y si el que leyó El capital no advirtió estas ideas de síntesis, la culpa ya no será de Marx, quien hasta en el prólogo, como vimos más arriba, habla de ellas. Más aún, semejante comparación es justa, no sólo en su aspecto exterior (que no se sabe por qué interesó especialmente al señor Mijailovski), sino también en su aspecto interior. Así como Darwin puso fin a la idea de que las diversas especies de animales y plantas no están ligadas entre sí, son casuales, "creadas por Dios" e invariables, y ubicó por primera vez la biología sobre una base completamente cien-
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tífica, estableciendo la variabilidad y la continuidad de las especies, así Marx puso fin a la concepción de la sociedad como una suma mecánica de individuos sujetos a toda clase de cambios por voluntad de las autoridades (o, lo que es lo mismo, por voluntad de la sociedad y de los gobiernos), suma que se produce y cambia casualmente, y ubicó por primera vez la sociología sobre una base científica, al formular el concepto de formación económicosocial como conjunto de determinadas relaciones de producción, al establecer que el desarrollo de estas formaciones constituye un proceso histórico natural.
   
Ahora, desde la aparición de El capital, la concepción materialista de la historia no es ya una hipótesis, sino una tesis científicamente demostrada; mientras no exista otro intento de explicar en forma científica el funcionamiento y desarrollo de alguna formación social -- precisamente de una formación social y no de los fenómenos de la vida cotidiana de un país, o de un pueblo, o aun de una clase, etc. -- , otro intento capaz de poner en orden "los hechos correspondientes", tal como lo supo hacer el materialismo; capaz de dar, asimismo, un cuadro vivo de una formación determinada explicándola de un modo rigurosamente científico; mientras no exista ese intento, la concepción materialista de la historia será sinónimo de ciencia social. El materialismo no es "una concepción preferentemente científica de la historia", como lo cree el señor Mijailovski, sino la única concepción científica de la historia.
   
Ahora bien, ¿es posible imaginar caso más curioso que el que existan personas que, habiendo leído El capital, no hayan encontrado en él materialismo? ¿Dónde está?, pregunta con sincera perplejidad el señor Mijailovski.
   
Leyó el Manifiesto comunista y no advirtió que en él se da una explicación materialista de los sistemas contemporáneos
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-- jurídicos, polítícos, familiares, religiosos, filosóficos --, y que indusive la crítica de las teorías socialistas y comunistas busca y encuentra el origen de dichos sistemas en determina das relaciones de producción.
   
Leyó la Miseria de la filosofía y no advirtió que el análisis de la sociología de Proudhon se hace allí desde el punto de vista materialista, que la crítica de la solución de los más diversos problemas históricos propuestos por Proudhon parte de los principios del materialismo; que las propias indicaciones del autor sobre las fuentes en que es preciso buscar los datos para solucionar estos problemas constituyen referencias sobre las relaciones de producción.
   
Leyó El capital y no advirtió que tenía ante sí un modelo de análisis científico, materialista, de una -- y la más compleja -- formación social, un modelo reconocido por todos y por nadie superado. Y he aquí que se sienta y ejercita su poderoso intelecto en este profundo problema: "¿en qué obra expuso Marx su concepción materialista de la historia?"
   
Quienquiera conozca las obras de Marx podría responderle con otra pregunta: ¿en qué obra no expuso Marx su concepción materialista de la historia? Pero el señor Mijailovski conocerá sin duda las investigaciones materialistas de Marx, sólo cuando éstas estén clasificadas y adecuadamente indicadas en algún sofístico trabajo sobre historia de algún Karéiev con el membrete: "materialismo económico".
   
Pero lo más curioso de todo es que el señor Mijailovski acusa a Marx de no haber "analizado [sic!] todas las teorías conocidas del proceso histórico". Esto es ya divertidísimo. ¿Pero en qué consistían las nueve décimas partes de esas teorías? En suposiciones puramente apriorísticas, dogmáticas y abstractas acerca de qué es la sociedad, qué es el progreso, etc. (Cito con toda intención ejemplos afines a la inteligencia
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y al corazón del señor Mijailovski.) Esas teorías son inservibles por el hecho mismo de su existencia, son inservibles debido a sus métodos básicos, a su carácter total e irremediablemente metafísico. Porque comenzar preguntando qué es la sociedad y qué es el progreso significa comenzar por el final. ¿Cómo se puede llegar a una concepción de la sociedad y el progreso en general, si no se ha estudiado en particular formación social alguna, si no se ha sabido siquiera establecer esa concepción, si no se ha sabido siquiera encarar un serio estudio real, un análisis objetivo de cualesquiera de las relaciones sociales? Es el síntoma más evidente de la metafísica por la que comenzaba toda ciencia: cuando no se sabía iniciar el estudio de los hechos, se inventaban a priori teorías generales que siempre eran estériles. El químico metafísico, incapaz todavía de investigar en los hechos los procesos químicos, inventaba teorías sobre la fuerza de la afinidad química. El biólogo metafísico hablaba de lo que eran la vida y la fuerza vital. El psicólogo metafísico razonaba sobre lo que era el alma. El método mismo era absurdo. No se puede razonar sobre el alma sin explicar en particular los procesos psíquicos: el progreso debe consistir aquí precisamente en abandonar las teorías generales y las construcciones filosóficas sobre lo que es el alma, y saber ubicar sobre una base científica el estudio de los hechos que caracterizan tales o cuales procesos psíquicos. Por ello la acusación del señor Mijailovski es exactamente como si un psicólogo metafísico, después de haberse pasado toda la vida haciendo "indagaciones" sobre lo que es el alma (sin saber explicar con exactitud ni el más elemental fenómeno psicológico), se pusiese a acusar a un psicólogo científico de no haber revisado todas las teorías conocidas sobre el alma. El, este psicólogo científico, ha rechazado las teorías filosóficas sobre el alma y empezado directamente por
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el estudio del sustrato material de los fenómenos psíquicos -- los procesos nerviosos --; analizó y explicó, por ejemplo, tales o cuales procesos psíquicos. Y he aquí que nuestro psicólogo metafísico lee este trabajo, lo alaba por estar bien descritos los procesos y estudiados los hechos, pero queda insatisfecho. ¡Cómo! -- se emociona y se agita el filósofo al oir a su alrededor conversaciones sobre la concepción completamente nueva de la psicología aportada por este sabio, sobre el método especial de la psicología científica --, ¿pero en qué obra se expone este método? ¡Pero si en este trabajo hay "sólo hechos"! ¡No contiene un ápice de revisión "de todas las teorías filosóficas conocidas sobre el alma"! ¡No es en absoluto la obra adecuada!
   
Del mismo modo, por cierto, El capital no es una obra adecuada para el sociólogo metafísico, quien no advierte la esterilidad de los razonamientos apriorísticos sobre lo que es la sociedad, ni comprende que tales métodos, en lugar de contribuir al estudio y explicación del problema, sólo conducen a suplantar el concepto de la sociedad por las ideas burguesas de un mercader inglés o por los ideales filisteos socialistas de un demócrata ruso, y nada más. Precisamente por eso todas estas teorías de la filosofía de la historia surgieron y desaparecieron como pompas de jabón, y fueron, en el mejor de los casos, síntomas de las ideas y relaciones sociales de su tiempo; no hicieron avanzar un solo paso la comprensión, por el hombre, de las relaciones sociales, aunque sólo se tratase de relaciones aisladas, pero reales (y no las que "correspondan a la naturaleza humana"). El paso gigantesco hacia adelante que Marx dio en ese sentido consiste, predsamente, en haber arrojado por la borda todos esos razonamientos sobre la sociedad y el progreso en general, y en haber ofrecido, en cambio, un análisis científico de una sociedad y de un pro-
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greso: de la sociedad y el progreso capitalistas. ¡Y el señor Mijailovski lo acusa de haber comenzado por el principio y no por el final, por el análisis de los hechos y no por las conclusiones finales, por el estudio de relaciones sociales particulares, históricamente determinadas, y no por teorías generales sobre lo que son esas relaciones sociales en general! Y pregunta: "¿Dónde está la obra pertinente?" ¡¡Oh, sabihondo, sociólogo subjetivista!!
   
Si nuestro filósofo subjetivista se hubiera limitado a su perplejidad para decidir en cuál de las obras está fundamentado el materialismo, sólo sería una desgracia a medias. Pero él -- a pesar de no haber encontrado en parte alguna, no sólo una fundamentación, sino ni siquiera una exposición de la concepción materialista de la historia (o quizá, precisamente por no haberla encontrado) --, comienza por atribuir a dicha doctrina pretensiones que jamás manifestó. Cita a Blos para demostrar que Marx proclamó una concepción completamente nueva de la historia, y pasa luego a decir con todo descaro que esta teoría pretende haber "explicado a la humanidad su pasado", haber explicado "todo [sic!!?] el pasado de la humanidad", etc. ¡Pero si esto es totalmente falso! Dicha teoría sólo pretende explicar la organización social capitalista, y ninguna otra. Si la aplicación del materialismo al análisis y la explicación de una sola formación social dio resultados tan brillantes, es de todo punto de vista natural que el materialismo aplicado a la historia no sea ya una hipótesis, sino una teoría científicamente comprobada; es de todo punto de vista natural que la necesidad de semejante método se extienda también a las demás formaciones sociales, aunque éstas no hayan sido sometidas a un estudio especial de los hechos ni a un análisis detallado, lo mismo que la idea del trasformismo, demostrada con respecto a un número suficiente de hechos, se
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extiende a todo el campo de la biología, aunque con respecto a algunas especies de animales y plantas no se haya llegado a establecer todavía con exactitud el hecho de su trasformación. Y del mismo modo que el trasformismo está lejos de pretender explicar "toda" la historia de la formación de las especies, sino que sólo coloca los métodos de esa explicación en un plano científico, el materialismo aplicado a la historia jamás ha pretendido explicarlo todo, sino sólo indicar, según la expresión de Marx en El capital, el "único método científico" de explicar la historia[6]. Puede juzgarse por esto lo ingeniosos, serios y decentes que son los métodos que el señor Mijailovski emplea en su polémica, cuando comienza por tergiversar a Marx, atribuyendo al materialismo aplicado a la historia absurdas pretensiones de "explicarlo todo", de hallar "la llave de todos los candados de la historia" (pretensiones que Marx, naturalmente, rechazó al punto y en forma muy mordaz, en su "carta"[7] acerca de los artículos de Mijailovski); ironiza luego a propósito de estas pretensiones inventadas por él mismo, y por último, citando pensamientos exactos de Engels -- exactos, porque esta vez nos da una cita y no una paráfrasis -- en el sentido de que la economía política, tal como la entienden los materialistas, "está todavía por crearse", que "todo lo que de ella hemos recibido se limita" a la historia de la sociedad capitalista[8] ¡extrae la conclusión de que "estas palabras restringen en mucho el campo de acción del materialismo económico"! ¡Qué ilimitada ingenuidad o qué ilimitada presunción debe de tener una persona para pensar que semejantes malabarismos pasarán inadvertidos! ¡Primero tergiversa a Marx, luego ironiza sobre la base de su propia mentira, más tarde cita pensamientos exactos y por último tiene la insolencia de declarar que con éstos se limita el campo de acción del materialismo económico!
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La categoría y la calidad del malabarismo del señor Mijailovski pueden verse en el ejemplo siguiente: "Marx no las fundamenta en parte alguna" -- las bases de la teoría del materialismo económico --, dice el señor Mijailovski. "Es cierto que Marx, junto con Engels, tenía el propósito de escribir una obra sobre la historia de la filosofía y la filosofía de la historia e inclusive la escribió (en 1845-1846), pero esa obra no fue publicada[9]. Engels dice: 'La primera parte de esta obra es una exposición de la concepción materialista de la historia, que sólo demuestra cuán insuficientes eran entonces nuestros conocimientos de la historia económica'. De este modo -- concluye el señor Mijailovski --, los puntos fundamentales del 'socialismo científico' y de la teoría del materialismo económico fueron descubiertos y más tarde expuestos en el Manifiesto, en una época en que, según propia confesión de uno de sus autores, eran insuficientes los conocimientos que poseían para emprender semejante obra."
   
¿Verdad que es graciosa esta crítica? Engels dice que eran escasos sus conocimientos de "historia" económica y que, por lo mismo, dejaron de publicar su obra de carácter "general" sobre la historia de la filosofía. El señor Mijailovski lo tergiversa de tal modo, que resulta que tenían conocimieníos insuficientes "para una obra" como la elaboración de los "puntos fundamentales del socialismo científico", es decir, de la crítica científica del régimen "burgués" que ya se había formulado en el Manifiesto. Una de dos: o el señor Mijailovski es incapaz de entender la diferencia que existe entre el intento de abarcar toda la filosofía de la historia y el de explicar científicamente el régimen burgués, o supone que Marx y Engels no tenían conocimientos suficientes para la crítica de la economía política. En este caso, el señor Mijailovski comete una
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crueldad al no darnos a conocer sus opiniones respecto de dicha insuficiencia, sus enmiendas y adiciones. La decisión de Marx y Engels de no publicar la obra históricofilosófica, y de concentrar todas sus fuerzas en el análisis científico de una sola organización social, sólo demuestra un muy alto grado de honradez científica. En cambio, la decisión del señor Mijailovski, de ironizar sobre la base de esta su adulteración, diciendo que Marx y Engels al exponer sus concepciones reconocían la insuficiencia de sus conocimientos para elaborarlas, sólo exhibe métodos polémicos que no atestiguan ni inteligencia ni sentido del decoro.
   
Otro ejemplo más: "En la fundamentación del materialismo económico como teoría histórica -- dice el señor Mijailovski --, quien más hizo fue el alter ego de Marx: Engels. Este tiene un trabajo histórico especial: El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado en relación [im Anschluss ] con los conceptos de Morgan. Este 'Anschluss' es notable. El libro del norteamericano Morgan apareció muchos años después que Marx y Engels, de un modo completamente independiente de Morgan, proclamaron las bases del materialismo económico." Y luego, dice Mijailovski que "los adeptos del materialismo económico han adherido" a este libro y, además, como en los tiempos prehistóricos no había lucha de clases, introdujeron una "enmienda" a la fórmula de la concepción materialista de la historia, y señalaron que paralelamente a la producción de valores materiales es elemento determinante la producción del hombre mismo, es decir, la procreación, que desempeñó un papel preponderante en la época primitiva, cuando la productividad del trabajo estaba aún muy poco desarrollada.
   
"El gran mérito de Morgan -- dice Engels -- consiste en haber encontrado en los vínculos gentilicios de los indios nor-
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teamericanos la clave para descifrar importantísimos enigmas, no resueltos aún, de la historia antigua griega, romana y germánica."[10]
   
"De modo -- sentencia sobre este punto el señor Mijailovski -- que a fines de la década del 40 se descubrió y proclamó una concepción completamente nueva, materialista, auténticamente científica de la historia, concepción que ha sido para la ciencia de la historia lo que la teoría de Darwin para las actuales ciencias naturales." Pero esta concepción -- repite una vez más el señor Mijailovski -- jamás ha sido científicamente fundamentada. "No sólo no fue comprobada en el extenso y variado campo de los hechos [¡El capital no es la obra 'pertinente', sólo contiene hechos y estudios minuciosos!], sino que ni siquiera fue suficientemente motivada, aunque sólo sea por la crítica y la exclusión de otros sistemas de la filosofía de la historia." El libro de Engels Herrn E. Dührings Umwälzung der Wissenschaft * "sólo contiene ingeniosos intentos hechos de paso", y el señor Mijailovski, por lo tanto, considera posible eludir por completo una gran cantidad de problemas sustanciales tratados en esta obra, a pesar de que esos "ingeniosos intentos" demuestran con gran ingenio la vacuidad de las sociologías que "comienzan por las utopías", y a pesar de que en dicha obra se somete a una crítica minuciosa la "teoría de la violencia", según la cual son los regímenes político-jurídicos los que determinan los regímenes económicos; teoría que con tanto tesón defienden los señores que escriben en Rússkoie Bogatstvo. En efecto, es mucho más fácil, claro está, formular, a propósito de una obra, alguna frase trivial que analizar seriamente aunque sólo sea
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uno de los problemas resueltos de un modo materialista en dicha obra; además, no hay peligro en hacerlo, puesto que es de suponer que la censura jamás autorizará su traducción, de modo que el señor Mijailovski puede llamarla ingeniosa, sin temer por su propia filosofía subjetiva.
   
Aún más característica e instructiva (para ilustrar el hecho de que la lengua le ha sido dada al hombre para ocultar sus pensamientos o para dar forma de pensamiento a la vacuidad) es la opinión sobre El capital de Marx. "El capital contiene brillantes páginas de contenido histórico, p e r o [un "pero" magnífico, que ni siquiera es "pero", sino el famoso "mais " que traducido al ruso significa: "las orejas no crecen más arriba de la frente"], por el objetivo mismo de la obra, esas páginas están adaptadas a un solo período histórico determinado, y no confirman las tesis fundamentales del materialismo económico, sino simplemente se refieren al aspecto económico de un grupo determinado de fenómenos históricos." En otras palabras: El capital -- sólo dedicado al estudio precisamente de la sociedad capitalista -- ofrece un análisis materialista de esta sociedad y de sus superestructuras, "pero" el señor Mijailovski prefiere silenciar este análisis: se trata, vean ustedes, de "un" solo período, mientras que el señor Mijailovski quiere englobar todos los períodos, y englobarlos así para no tratar período alguno en particular. Se entiende que para conseguirlo, es decir, para abarcar todos los períodos, sin tratar ninguno a fondo, existe un solo camino: el de los lugares y frases comunes, "brillantes" pero vacíos. Y nadie podrá equipararse al señor Mijailovski en el arte de salir del paso con frases. Resulta, pues, que no vale la pena referirse (por separado) al fondo de los estudios de Marx, porque éste "no confirma las tesis fundamentales del materia-
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lismo económico, sino simplemente se refiere al aspecto económico de un grupo determinado de fenómenos históricos". ¡Qué profundidad de pensamiento! ¡"No confirma", sino que "simplemente se refiere"! ¡Con qué simpleza, en realidad, puede todo problema ser escamoteado con una frase cualquiera! Por ejemplo, cuando Marx señala en forma reiterada cómo las relaciones entre los productores de mercancías forman la base de la igualdad de derechos civiles, del contrato libre y otros fundamentos del Estado jurídico, ¿qué es esto?, ¿afirma así el materialismo o "simplemente" se refiere a él? Con la modestia que le es propia, nuestro filósofo se abstiene de referirse al fondo del asunto, y extrae directamente conclusiones de sus "ingeniosos intentos" de dar muestras de brillante elocuencia sin decir nada.
   
"No es de extrañar -- dice en su conclusión -- que, cuarenta años después de la proclamación de la teoría que pretendía explicar la historia universal, la historia antigua de Grecia, Roma y Alemania siga siendo para ella un enigma sin solución; y que la clave para descifrar ese enigma haya sido dada, primero por un hombre completamente ajeno a la teoría del materialismo económico, que no sabía nada de ella; y segundo, con la ayuda de un factor que no es económico. El término 'producción del hombre mismo', es decir, la procreación, término al cual se aferra Engels para conservar aun que sólo sea el vínculo verbal con la fórmula fundamental del materialismo económico, deja una impresión un tanto jocosa. Pero se ve obligado a reconocer que durante muchos siglos la vida de la humanidad no se modeló según esta fórmula." ¡En realidad, señor Mijailovski, usted polemiza con muy "poco ingenio"! La teoría consistía en que para "explicar" la historia hay que buscar las bases, no en las relaciones ideo-
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lógicas, sino en las relaciones materiales de la sociedad. La faIta de datos concretos no permitió aplicar este método al análisis de algunos de los fenómenos más importantes de la historia antigua de Europa, como es la organización gentilicia[11], que debido a ello siguió siendo un enigma[*]. Pero he aquí que el abundante material reunido en Norteamérica por Morgan le permite analizar la esencia de la organización gentilicia, y llega a la conclusión de que es necesario buscar la explicación, no en las relaciones ideológicas (por ejemplo, en las de carácter jurídico o religioso), sino en las materiales. Es evidente que este hecho confirma brillantemente el método materialista, y nada más. Y cuando el señor Mijailovski, poniendo reparos a esta doctrina, dice que primero halló la clave para estos dificilísimos enigmas históricos un hombre "completamente ajeno" a la teoría del materialismo económico, sólo puede uno preguntarse hasta qué grado las personas no saben distinguir lo que está a su favor de lo que les inflige una durísima derrota. En segundo lugar, razona nuestro filósofo, la procreación no es un factor económico. ¿Pero dónde ha leído que Marx o Engels se refieran necesariamente al materialismo económico? Al caracterizar su concepción del mundo, la llaman sencillamente materialismo. Su idea fundamental (expuesta en forma completamente determinada, aunque no sea más que en la cita de Marx dada más arriba) consistía en que las relaciones sociales se dividen en materiales e ideológicas. Las últimas sólo constituyen la superestruc-
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tura de las primeras, que se van formando al margen de la voluntad y de la conciencia del hombre, como (resultado) forma de las actividades del hombre destinadas a asegurar su existencia. La explicación de las formas político-jurídicas -- dice Marx en la cita dada más arriba -- hay que buscarla en las "relaciones materiales de vida". Y bien, ¿no será que el señor Mijailovski cree que las relaciones referentes a la procreación pertenecen a las relaciones idéológicas? Sus explicaciones sobre este punto son tan características, que vale la pena detenerse en ellas. "Por más que nos ingeniemos sobre la 'procreación' -- dice -- y tratemos de establecer aunque sólo sea una relación verbal entre ella y el materialismo económico; por más que se entrelace, en la complicada red de fenómenos de la vida social, con otros fenómenos, incluyendo los económicos, tiene sus propias raíces fisiológicas y psíquicas. [¡¿Está usted diciendo a criaturitas y lactantes, señor Mijailovski, que la procreación tiene raíces fisiológicas?! ¿A quién pretende embaucar?] Y esto nos recuerda que los teóricos del materialismo económico no sólo no han ajustado sus cuentas con la historia, sino tampoco con la psicología. No cabe la menor duda de que los vínculos gentilicios han perdido su significación en la historia de los países civilizados, pero es dudoso que se pueda afirmar lo mismo, con igual seguridad, en cuanto a las relaciones directamente sexuales y familiares. Se entiende que éstas sufrieron fuertes cambios bajo la pre sión de la vida, la cual, en general, se hace más compleja, pero con cierta destreza dialéctica se podría demostrar que no sólo las relaciones jurídicas, sino también las propias relaciones económicas, constituyen una 'superestructura' de las sexuales y familiares. No nos ocuparemos de ello, pero in dicaremos aunque sólo sea la institución de la herencia."
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Por fin consiguió nuestro filósofo abandonar la región de las frases vacías[*] y encarar los hechos, hechos determinados, que hacen posible una comprobación y que no permiten "embaucar" tan fácilmente en lo que se refiere al fondo del asunto. Veamos, pues, cómo demuestra nuestro crítico de Marx que la institución de la herencia es una superestructura de las relaciones sexuales y familiares. "Se dejan en herencia -- razona el señor Mijailovski -- productos de la producción económica. [¡"Productos de la producción económica"! ¡Qué estilo!¡Qué bien suena!¡Y qué lenguaje tan elegante!] Y la propia institución de la herencia está condicionada hasta cierto punto por el hecho de existir la competencia económica. Pero ante todo, también se dejan en herencia valores no materiales, lo que se manifiesta en el cuidado de educar a los hijos en el espíritu de los padres." ¡De modo que la educación de los hijos pasa a la categoría de herencia! Por ejemplo, el Código Civil de Rusia contiene un artículo donde se dice que "los padres deben procutar formar el carácter de sus hijos mediante la educación familiar, contribuyendo a los propósitos del gobierno". ¿Será eso lo que nuestro filósofo llama institución de la herencia? "Y segundo -- aunque nos mantengamos exclusivamente en el terreno económico --, siendo la institución de la herencia inconcebible sin productos de la producción que se trasmiten por herencia, tampoco es concebible sin los productos de la 'procreación'; sin ellos y sin esa compleja e intensa psicología que la acompañan directa-
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mente." (¡Pero obsérvese el lenguaje: la compleja psicología "acompaña" a los productos de la procreación!¡Qué maravilla!) ¡De modo que la institución de la herencia es una su perestructura de las relaciones familiares y sexuales, porque la herencia es inconcebible sin la procreación!¡Pero si esto es un verdadero descubrimiento de América! Hasta ahora todo el mundo suponía que la procreación no podía explicar la institución de la herencia así como la necesidad de alimentarse no puede explicar la institución de la propiedad. Hasta hoy todo el mundo creía que si en Rusia, por ejemplo en la época del florecimiento del sistema de los "pomestie "[12], la tierra no podía trasmitirse por herencia (ya que sólo se la consideraba propiedad condicional), había que buscar la explicación de esto en las particularidades de la organización social de entonces. Por lo visto, el señor Mijailovski supone que se explica, simplemente, porque el estado psíquico que acompañaba a los productos de la procreación de los señores feudales de aquella época se distinguía por su escasa complejidad.
   
Ráspese al "amigo del pueblo" -- podemos decir, parafra seando la conocida sentencia -- y se encontrará al burgués. En realidad, ¿qué otro sentido pueden tener estas disquisiciones del señor Mijailovski sobre el vínculo de la institución de la herencia con la educación de los niños, con la psicología de la procreación, etc., sino el de que esta institución es tan eterna, necesaria y sagrada como la educación de los niños? Por cierto que el señor Mijailovski procuró dejarse una salida y declara que "la institución de la herencia está condicio nada, hasta cierto punto, por el hecho de existir la competencia económica". Pero esto no es sino un intento de eludir el problema sin dar una respuesta clara, y, además, un intento llevado a cabo con medios incompetentes. ¿Cómo podemos
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tener en cuenta esta observación cuando nada se nos dice de hasta qué "cierto punto" precisamente depende la herencia de la competencia, ni se aclara para nada cómo precisamente se explica esa relación entre la competencia y la institución de la herencia? En efecto, esta institución presupone la propiedad privada y ésta sólo surge con la aparición del intercambio. Descansa sobre la base de la especialización ya na ciente del trabajo social y de la enajenación de los productos en el mercado. Por ejemplo, cuando todos los miembros de la primitiva comunidad indígena elaboraban colectivamente los productos que necesitaban, no era posible la propiedad privada. Pero cuando en la comunidad penetró la división del trabajo y sus miembros empezaron a ocuparse por separado en la producción de un objeto cualquiera, vendiéndolo en el mercado, entonces surgió la institución de la propiedad privada como manifestación de ese aislamiento material de los productores de mercancías. Tanto la propiedad privada como la herencia son categorías de regímenes sociales en los que ya se han formado familias separadas poco numerosas (monogámicas) y ha empezado a desarrollarse el intercambio. El ejemplo del señor Mijailovski demuestra justamente lo contrario de lo que él quería demostrar.
   
¡El señor Mijailovski hace otra referencia a hechos, que también constituye una perla en su género! "En cuanto a los vínculos gentilicios -- sigue el señor Mijailovski, corrigiendo el materialismo --, éstos han palidecido en la historia de los pueblos civilizados, en parte, ciertamente, bajo la influencia de las formas de producción [otra vez un subterfugio, sólo que más desacertado aún. ¿Qué clase de formas de producción? ¡Otra frase vacía!], pero en parte se han disuelto en su propia continuación y generalización: en los vínculos nacionales." ¡De modo que los vínculos nacionales constituyen
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la continuación y generalización de los vínculos gentilicios! Es evidente que el señor Mijailovski extrae sus conceptos sobre la historia de la sociedad de las mismas fábulas infantiles que se enseña a los escolares. La historia de la sociedad -- pregona esta doctrina dogmática -- consiste en que al comienzo existía la familia, esa célula de toda sociedad[*]; luego la familia creció hasta formar toda una tribu, y ésta hasta formar una nación. Si el señor Mijailovski repite este absurdo infantil con aire grave, sólo demuestra -- aparte de todo lo demás -- que no tiene la menor idea ni siquiera de la marcha de la historia rusa. Si se puede hablar de vida gentilicia en la antigua Rusia, no cabe duda de que en la Edad Media, en la época de los zares moscovitas, no existían ya los vínculos gentilicios, es decir, que el Estado no se basaba en uniones gentilicias, sino en uniones locales; los terratenientes y los monasterios aceptaban a campesinos de diversos lugares, y las comunidades formadas de este modo constituían uniones puramente territoriales. Pero apenas cabía hablar entonces de vínculos nacionales en el sentido propio de la palabra: el Estado se dividía en "territorios" separados algunos de los cuales eran inclusive principados, que conservaban huellas vivas de su anterior autonomía, particularidades de administración y a veces tropas propias (los boyardos locales iban a la guerra al frente de sus propias mesnadas), fronteras aduaneras propias, etc. Sólo el nuevo período de la historia rusa (aproximadamente desde el siglo XVII) se caracteriza por la fusión realmente efectiva de todas estas regiones, territorios y
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principados en un todo. Pero no fueron motivo de esta fusión los vínculos gentilicios, estimadísimo señor Mijailovski, y ni siquiera su continuación y generalización, sino la intensificación del intercambio entre las regiones, el crecimiento gradual de la circulación de mercancías, la concentración de los pequeños mercados locales en un solo mercado general para toda Rusia. Y como los dirigentes y amos en este proceso fueron los capitalistas comerciantes, la formación de esos vínculos nacionales no podía ser otra cosa que la formación de los vínculos burgueses. El señor Mijailovski contradice su propia afirmación con los dos hechos que él mismo indica, sin proporcionarnos otra cosa que modelos de trivialidades burguesas: "trivialidades", porque explica la institución de la herencia por la procreación y su psicología, y la nacionalidad por los vínculos gentilicios; "burguesas", porque confunde las categorías y superestructuras de una formación social históricamente determinada (basada en el intercambio) con categorías tan generales y eternas como la educación de los hijos y los vínculos "directamente" sexuales.
   
En este sentido es característico que en cuanto nuestro filósofo subjetivista intenta pasar de frases a indicaciones concretas basadas en hechos, se queda empantanado. Y por lo visto se siente a sus anchas en esa situación no tan pulcra: está tranquilamente sentado, acicalándose y salpicando lodo a su alrededor. Se le antoja, por ejemplo, refutar la tesis de que la historia es una serie de episodios de la lucha de clases, y helo ahí declarando, con aire de gran pensador, que eso es un "extremismo". Dice: "La Asociación Internacional de los Trabajadores[13] fundada por Marx, organizada para los fines de la lucha de clases, no impidió que los obreros franceses y alemanes se degollaran y se arruinaran mutuamente", lo cual, según él, demuestra que el materialismo no ajustó las
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cuentas "al demonio del amor propio nacional y del odio nacional". Semejante afirmación demuestra, por parte del crítico, la más crasa incomprensión de que los muy reales intereses de la burguesía comercial e industrial constituyen la base principal de este odio, y que hablar del sentimiento nacional como de un factor independiente sólo significa escamotear la esencia de la cuestión. Por cierto, ya hemos visto cuán profundamente sabia es la concepción que de la nacionalidad tiene nuestro filósofo. El señor Mijailovski sólo sabe hablar de la Internacional en tono irónico, al estilo de Burenin[14]: "Marx era el jefe de la Asociación Internacional de los Trabajadores, que por cierto se ha disuelto pero que renacerá". Claro que si se ve el nec plus ultra de la solidaridad internacional en el sistema del intercambio "justo", como lo hace con trivialidad pequeñoburguesa el cronista de noticias del interior en el núm. 2 de Rússkoie Bogatstvo, y no se entiende que el intercambio, el justo y el injusto, siempre presupone y comprende el dominio de la burguesía, y que sin aniquilar la organización económica basada en el intercambio es imposible terminar con los choques internacionales, comprenderemos por qué se mofa continuamente de la Internacional. Entonces entenderemos que el señor Mijailovski no puede concebir en modo alguno la sencilla verdad de que el único medio de combatir el odio nacional consiste en que la clase de los oprimidos se organice y agrupe estrechamente para luchar contra la clase de los opresores en cada país, y que estas organizaciones nacionales de obreros se unan en un solo ejército obrero internacional para luchar contra el capital internacional. En cuanto a que la Internacional no impidió que los obreros se mataran mutuamente, será suficiente recordar al señor Mijailovski los acontecimientos de la Comuna de París,
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que demostraron la verdadera posición del proletariado organizado frente a las clases dirigentes que hacían la guerra.
   
Lo que más indigna en toda esta polémica del señor Mijailovski son sus métodos. Si no le satisface la táctica de la Internacional, si no comparte las ideas en nombre de las cuales se organizan los obreros europeos, debería, por lo menós, criticarlas abierta y francamente, exponiendo sus puntos de vista sobre una táctica más conveniente o sobre concepciones más acertadas. Pero no hace ninguna objeción precisa ni clara, y se limita lisa y llanamente a esparcir, en una mar de frases, burlas absurdas. ¿Cómo no decir que esto es lodo? Sobre todo teniendo en cuenta que en Rusia no se permite legalmente defender las ideas y la táctica de la Internacional. Los mismos métodos emplea el señor Mijailovski para polemizar con los marxistas rusos: sin tomarse la molestia de formular de buena fe y con exactitud tales o cuales tesis de éstos para someterlas a una crítica directa y determinada, prefiere aferrarse a fragmentos de la argumentación marxista oídos al vuelo y deformarlos. Juzgue el lector por sí mísmo: "Marx era demasiado inteligente y demasiado erudito para creer que fue él precisamente quien descubrió la idea de la necesidad histórica y de que los fenómenos sociales se rigen de acuerdo con leyes determinadas [. . .] En los peldaños más bajos [de la escalera marxista]* no se sabe esto [que "la
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idea de la necesidad histórica no es una novedad inventada o descubierta por Marx, sino una verdad establecida ya des de hace mucho"], o por lo menos tienen una idea vaga del gasto de fuerzas y de energías intelectuales hecho durante siglos para establecer dicha verdad."
   
Claro que semejantes declaraciones pueden en efecto impresionar al público que oye hablar por primera vez del marxismo, y entre este público puede lograrse con facilidad el objetivo del crítico: tergiversar, ironizar y "triunfar" (palabra que, según dicen, emplean los colaboradores de Rússkoie Bogatstvo al comentar los artículos del señor Mijailovski). Quien conozca aunque sea un poco a Marx, verá inmediatamente hasta qué punto es falso y huero semejante método. Se puede no estar de acuerdo con Marx, pero no se puede negar que haya formulado con la más completa precisión aquellas de sus concepciones que constituyen una "novedad" con respecto a los socialistas anteriores. La novedad consiste en que los socialistas anteriores, para fundamentar sus concepciones, consideraban suficiente demostrar la opresión de las masas bajo el régimen existente, la superioridad de un régimen en el que cada uno reciba lo que haya elaborado, demostrar que tal régimen ideal corresponde a la "naturaleza humana", al concepto de una vida racional y moral, etc. Marx entendía que era imposible conformarse con semejante socialismo. No se limitó a caracterizar el régimen existente, a juzgarlo y condenarlo; le dio una explicación científica, redujo ese régimen existente, diferente en los distintos Estados de Europa y fuera de ella, a una base común: a la formación social capitalista, cuyas leyes de funcionamiento y desarrollo analizó objetivamente (demostró la necesidad de la explotación en semejante régimen). Tampoco creía posible Marx conformarse con la afirmación de que sólo el régimen socia-
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lista corresponde a la naturaleza humana, como sostenían los grandes socialistas utópicos y sus pobres epígonos, los sociólogos subjetivistas. Con el mismo análisis objetivo del régimen capitalista demostró la necesidad de su trasformación en régimen socialista. (Todavía volveremos al aspecto de cómo lo demostró Marx y cómo lo refuta el señor Mijailovski.) De aquí que los marxistas hablen con tanta frecuencia de la necesidad. La tergiversación aportada por el señor Mijailovski a este asunto es evidente: ha pasado por alto todo el contenido efectivo de la teoría, toda su esencia, y presenta el problema de tal modo que, según él, toda la teoría se reduce a una sola palabra, a la "necesidad" (que "no puede ser la única base cuando se trata de cuestiones prácticas complejas"), como si la demostración de esta teoría consistiese en que así lo exige la necesidad histórica. En otras palabras, guarda silencio sobre el contenido de la doctrina, se aferra sólo a una de sus reiteradas expresiones y ahora comienza nuevamente a ironizar a propósito de la "moneda desgastada" en la que él mismo se empeñó en convertir la doctrina de Marx. Por supuesto, no seguiremos paso a paso estas bufonadas, porque ya los conocemos de sobra. Dejémoslo que haga cabriolas para divertir y complacer al señor Burenin (quien no en vano estimula al señor Mijailovski en Nóvoie Vremia [15]), dejémoslo que después de haber hecho reverencias a Marx siga ladrando desde su rincón: "su polémica con los utopistas y los idealistas es unilateral", es decir, lo es sin necesidad de que los marxistas repitan los argumentos de esa polémica. Estos exabruptos no tienen otra denominación que ladridos, porque no aportan literalmente ni una sola objeción real, determinada, comprobable, a esta polémica: de modo que, aun cuando intervendríamos gustosos en la discusión sobre este tema, pues consideramos esta polémica de suma
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importancia para la solución de los problemas socialistas rusos, simplemente no podemos contestar a este ladrido y sí sólo encogernos de hombros y decir:
   
¡Bravo debe ser el faldero, cuando ladra al elefante!
   
No deja de tener interés el razonamiento que el señor Mijailovski agrega a continuación, sobre la necesidad histórica, pues nos descubre, aunque sea en parte, el verdadero caudal ideológico de "nuestro conocido sociólogo" (título del que goza el señor Mijailovski, juntamente con el señor V. V., entre los representantes liberales de nuestra "sociedad culta"). Se refiere al "conflicto entre la idea de la necesidad histórica y la importancia de la actividad individual": los hombres públicos se equivocan al considerarse como actores, siendo así que "se los hace actuar", que sólo son "títeres movidos desde misteriosos bastidores por las leyes inmanentes de la necesidad histórica"; semejante conclusión, según él, se deduce de esa idea, que él por lo tanto califica de "estéril" y "difusa". Es probable que no todos los lectores sepan de dónde tomó el señor Mijailovski toda esta necedad de los títeres, etc. Es que éste es uno de los temas preferidos por el filósofo subjetivista: la idea del conflicto entre el determinismo y la moralidad, entre la necesidad histórica y la importancia del individuo. Para ello borroneó un montón de papeles, llenó un abismo con sus absurdas habladurías sentimentales y pequeñoburguesas: para solucionar este conflicto a favor de la moralidad y el papel del individuo. En realidad no existe tal conflicto: lo inventó el señor Mijailovski, temeroso (y no sin razón) de que el determinismo quite terreno a la moralidad pequeñoburguesa por la cual tanto cariño siente. La idea del determinismo que establece la necesidad de los actos del hombre y rechaza la absurda leyenda del libre albedrío, no niega en un ápice la inteligencia ni la conciencia del hombre,
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como tampoco la valoración de sus acciones. Muy por el contrario, sólo la concepción determinista permite hacer una valoración rigurosa y acertada, sin imputar todo lo imaginable al libre albedrío. Del mismo modo, tampoco la idea de la necesidad histórica menoscaba en nada el papel del individuo en la historia: toda la historia se compone precisamente de acciones de individuos que son indudablemente personalidades. El verdadero problema que surge al valorar la actuación social del individuo consiste en saber qué condiciones aseguran el éxito de esta actividad, qué garantiza que esa actividad no resultará un acto aislado que se pierda en el mar de los actos opuestos. De la misma manera se plantea el problema que resuelven de modo diferente los socialdemócratas y los demás socialistas rusos: ¿cómo la actividad destinada a realizar el régimen socialista debe atraer a las masas para lograr resultados serios? Es evidente que la solución de esta cuestión depende directa e inmediatamente de la idea que se tenga de la agrupación de las fuerzas sociales en Rusia, de la lucha de clases que constituye la realidad rusa; y aquí el señor Mijailovski sólo vuelve a dar rodeos en torno del asunto, sin intentar siquiera plantearlo con exactitud y tratar de darle esta o la otra solución. Como es sabido, la solución socialdemócrata de la cuestión se basa en el concepto de que el régimen económico ruso es considerado como una sociedad burguesa de la cual sólo puede haber una salida, que emana necesariamente de la esencia misma del régimen burgués: la lucha de clases del proletariado contra la burguesía. Es evidente que una crítica seria debería precisamente refutar, bien este concepto de que nuestro régimen es un régimen burgués, bien la concepción de la esencia de dicho régimen y de las leyes de su desarrollo; pero el señor Mijailovski ni piensa en
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abordar problemas serios. Prefiere escaparse por la tangente con frases sin contenido, diciendo que la necesidad es un concepto demasiado general, etc. ¡Pero toda idea, señor Mijailovski, será un concepto demasiado general, si le sacamos antes, como si se tratara de un arenque ahumado, todo su contenido y luego nos ocupamos sólo de su piel! Esa piel, que oculta problemas realmente graves, y de candente actualidad, es el campo predilecto del señor Mijailovski, quien subraya con especial orgullo, por ejemplo, que "el materialismo económico elude o enfoca de un modo falso el problema de los héroes y de la multitud". Obsérvese que la cuestión de precisar de qué clases en lucha se trata y sobre qué terreno se va constituyendo la realidad rusa es, por lo visto, para el señor Mijailovski un asunto demasiado general, y lo pasa por alto. En cambio, las relaciones entre el héroe y la multitud -- no importa si esta multitud se compone de obreros, campesinos, fabricantes o terratenientes -- le interesan sumamente. Es posible que sean cosas "interesantes", pero reprochar a los materialistas que empleen todos sus esfuerzos en resolver los problemas que tienen relación directa con la liberación de la clase trabajadora significa ser aficionado a la ciencia filistea, y nada más. Para concluir su "crítica" (?) del materialismo, el señor Mijailovski nos ofrece otro intento de falsear los he chos y un truco más. Afirma que duda de que Engels tenga razón cuando dice que El capital ha sido silenciado por los economistas profesionales[16] (¡aduciendo como argumento la peregrina afirmación de que en Alemania hay numerosas universidades!), y agrega: "Marx no tenía presente en modo alguno a este círculo de lectores [los obreros] y esperaba algo también de los hombres de ciencia". Esto es totalmente falso: Marx comprendía muy bien cuán poca imparcialidad y crítica
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científica podía esperarse de los representantes burgueses de la ciencia, y en el Epílogo a la segunda edición de El capital lo dice con toda claridad: "El hecho de que El capital haya sido tan rápidamente comprendido en amplios círculos de la clase obrera alemana es el mejor premio a mi trabajo. El señor Meyer, que en lo relativo a cuestiones económicas sostiene el punto de vista burgués, formuló en un folleto editado durante la guerra franco-prusiana, un pensamiento muy justo: el gran sentido teórico [der grosse theoretische Sinn ], que se consideraba patrimonio de los alemanes, ha desaparecido por completo entre las llamadas clases cultas de Alemania, pero en cambio renace en la clase obrera."[17]
   
El truco se refiere una vez más al materialismo, y su estructura es en todo sentido igual a la de la primera falsedad: "La teoría [del materialismo] jamás ha sido científicamente fundamentada ni comprobada". Tal es la tesis. Y sigue la demostración: "Algunas buenas páginas, de contenido histórico, de Engels, Kautsky y otros (como también en el estimado trabajo de Blos) podrían prescindir de la etiqueta del materialismo económico, puesto que [obsérvese: ¡"puesto que"!] en la práctica [sic!] se tiene en cuenta en ellas toda la vida social en conjunto, aunque en este acorde prevalece la nota económica". Conclusión. . . "El materialismo económico no se ha justificado en la ciencia".
   
¡Procedimiento conocido! Para demostrar la inconsistencia de una teoría, el señor Mijailovski comienza por tergiversarla, atribuyéndole el absurdo propósito de no tomar en consideración todo el conjunto de la vida social, mientras que, muy al contrario, los materialistas (los marxistas) fueron los primeros socialistas que subrayaron la necesidad de analizar, no sólo el aspecto económico, sino todos los aspectos de la vida so-
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cial*; luego hace constar que "en la práctica" los materialistas explicaban "bien" todo el conjunto de la vida social por el factor económico (cosa que, como es evidente, refuta al autor), y por último llega a la conclusión de que el materialismo "no se ha justificado". ¡En cambio, señor Mijailovski, sus trucos están perfectamente justificados!
   
Estos son todos los recursos de que se vale el señor Mijailovski para "refutar" el materialismo. Repito que no se trata de crítica alguna, sino de charlatanería hueca y presuntuosa. Si preguntásemos a cualquiera qué objeciones aduce el señor Mijailovski contra el punto de vista de que las relaciones de producción constituyen la base de las demás; cómo refutó la exactitud de los conceptos de formación social y de proceso histórico natural del desarrollo de estas formaciones elabora-
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dos por Marx mediante el método materialista; cómo demostró que son erróneas las explicaciones materialistas de los diversos problemas históricos, aunque sólo sean las que dan los escritores que él cita; si preguntásemos todo esto a cualquiera, la respuesta sería una: no ha refutado nada, no ha opuesto nada y no ha demostrado inexactitud alguna. No hizo más que dar vueltas, tratando de escamotear el fondo del problema con frases y componiendo de paso toda clase de subterfugios absurdos.
   
Difícilmente puede esperarse algo serio de un crítico como éste, cuando en el núm. 2 de Rússkoie Bogatstvo sigue refutando al marxismo. La diferencia consiste en que su capacidad de inventar trucos se ha agotado ya, y empieza a utilizar los inventados por otros.
   
Para comenzar, se extiende sobre lo "complejo" de la vida social. Tomemos, por ejemplo, dice, el galvanismo; también se relaciona con el materialismo económico, ya que los experimentos de Galvani "hicieron impresión" también a Hegel. ¡Qué ingenioso! ¡Con el mismo éxito se podría establecer una relación entre el señor Mijailovski y el emperador de China! ¡¿Qué se deduce de todo esto, sino que hay personas que se complacen en decir tonterías?!
   
"La esencia del curso histórico de las cosas -- continúa el señor Mijailovski --, por ser inasequible en general, tampoco ha sido comprendida por la doctrina del materialismo económico, aunque, por lo visto, se apoya en dos pilares: en el descubrimiento de las formas de producción e intercambio que lo determinan todo, y en la ineluctabilidad del proceso dialéctico."
   
¡De modo que los materialistas se apoyan en la "ineluctabilidad" del proceso dialéctico! En otras palabras, basan sus teorías sociológicas en las tríadas de Hegel. Estamos ante la
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vulgar acusación de que el marxismo acepta la dialéctica hegeliana, acusación que parecía ya bastante desgastada por los críticos burgueses de Marx. Incapaces de oponer algo sustancial a la doctrina, esos señores se aferraban a la manera de expresarse de Marx, atacaban la procedencia de su teoría, creyendo poder socavar así su esencia. Y el señor Mijailovski no repara en recurrir a tales métodos. Le sirve de motivo para ello un capítulo de la obra de Engels contra Dühring. Al refutar los ataques de Dühring contra la dialéctica de Marx, Engels dice que Marx jamás pensó ni remotamente, en "demostrar" algo con las tríadas de Hegel; que sólo estudiaba e indagaba el proceso real, y el único criterio de verdad de una teoría era para él su concordancia con la realidad. Y si al hacerlo, dice, resultaba a veces que el desarrollo de algún fenómeno social coincidía con el esquema de Hegel: tesis-negación-negación de la negación, esto no tiene nada de extraño, porque no es raro en absoluto que ocurra en la naturaleza. Y Engels empieza a dar ejemplos del ámbito de la historia natural (el desarrollo de una semilla) y social (cómo, por ejemplo, al principio existió el comunismo primitivo, luego la propiedad privada y más tarde la socialización capitalista del trabajo; o al principio el materialismo primitivo, luego el idealismo y finalmente el materialismo científico, etc.). Para todo el mundo es evidente que el centro de gravedad de la argumentación de Engels es que la misión de los materialistas consiste en describir adecuada y correctamente el verdadero proceso histórico, y que insistir en la dialéctica, recoger ejemplos llamados a demostrar la exactitud de la tríada no son más que vestigios del hegelianismo del cual nació el socialismo científico, vestigios de su modo de expresarse. En efecto, una vez que se ha declarado categóricamente que es absurdo "demostrar" algo con las tríadas, cosa que nadie pensaba
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hacer, ¿qué significado pueden tener los ejemplos de procesos "dialécticos"? ¿No está claro que se trata sólo de una indicación del origen de la doctrina, y nada más? El mismo señor Mijailovski lo presiente, cuando dice que no debe echarse en cara a la teoría su origen. Pero para ver en los razonamientos de Engels algo más que el origen de la teoria, es evidente que sería necesario demostrar que por lo menos un problema histórico ha sido resuelto por los materialistas, no basándose en los hechos respectivos, sino mediante las triadas. ¿Probó a demostrarlo el señor Mijailovski? En modo alguno. Por el contrario, él mismo se vio obligado a reconocer que "Marx ha llenado hasta tal punto el esquema dialéctico vacío con un contenido concreto, que se lo puede separar de dicho contenido como se separa la tapa de un recipiente, sin cambiar nada" (luego hablaremos de la excepción que hace aquí el señor Mijailovski, refiriéndose al futuro). Si esto es asi, ¿por qué entonces se ocupa el señor Mijailovski con tanta aplicación de la tapa que nada cambia? ¿Por qué dice que los materialistas "se basan" en la incontrovertibilidad del proceso dialéctico? ¿Por qué declara, al combatir esta tapa, que combate contra uno de los "pilares" del socialismo científico, siendo esto una completa falsedad?
   
Se sobrentiende que no voy a seguir paso a paso la forma en que el señor Mijailovski analiza los ejemplos de las tríadas, porque, repito, ello nada tiene que ver con el materialismo científico, ni con el marxismo ruso. Sin embargo sería interesante saber qué fundamento tenía el señor Mijailovski para tergiversar de tal modo la actitud de los marxistas hacia la dialéctica. Dos fundamentos: en primer lugar, oyó campanas y no sabe dónde; en segundo lugar, fabricó (o mejor dicho, tomó de Dühring) un subterfugio más.
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Ad. I.[*]: El señor Mijailovski se encontraba continuamente, al leer la literatura marxista, con el "método dialéctico" en la ciencia social, con el "pensamiento dialéctico", siempre en la esfera de las cuestiones sociales (la única de que se trata), etc. En su simpleza espiritual (y ojalá fuese sólo simpleza) creyó que este método consistia en resolver todos los problemas sociológicos según las leyes de la tríada hegeliana. Si hubiera abordado el tema con mayor atención, no habría podido dejar de convencerse de lo absurdo de esta concepción. Marx y Engels llamaron método dialéctico -- por oposición al metafísico --, sencillamente, al método científico en sociología, consistente en considerar a la sociedad como un organismo vivo, que se halla en continuo desarrollo (y no como algo mecánicamente enlazado y que, por ello, permite toda clase de combinaciones arbitrarias de elementos sociales aislados) y para cuyo estudio es necesario realizar un análisis objetivo de las relaciones de producción que constituyen una formación social determinada, estudiar las leyes de su funcionamiento y desarrollo. Más abajo procuraremos ilustrar la relación entre el método dialéctico y el metafísico (este último engloba también, sin duda, el método subjetivo en sociología) con argumentos del propio señor Mijailovski. Ahora sólo subrayaremos que quienquiera haya leído la definición y descripción del método dialéctico que dan tanto Engels (en la polémica con Dühring: Del socialismo utópico al socialismo científico ) como Marx (en varias notas de El capital y en el Epílogo a la segunda edición, así como en Miseria de la filosofía ) habrá visto que para nada se habla allí de las tríadas de Hegel, y que todo se reduce a considerar la evolución social como un proceso histórico natural del desa-
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rrollo de las formaciones económicosociales. Para demostrar lo citaré in extenso la descripción que sobre el método dialéctico da la revista Viéstnik Europi [19], en su núm. 5 de 1872 (en el artículo: El punto de vista en crítica de la economía política de C. Marx )[20], que Marx cita en el Epilogo a la segunda edición de El capital. Marx dice allí que el método que empleó en El capital no fue bien entendido; "Los críticos alemanes ponen el grito en el cielo, naturalmente, hablando de la sofística hegeliana". Y para exponer con mayor claridad su método, trascribe la descripción que-de él se hace en dicho artículo. Para Marx -- se dice allí sólo una cosa tiene importancia, a saber: encontrar la ley que rige los fenómenos que investiga, y es para él de suma importancia la ley del cambio, del desarrollo de esos fenómenos, de su tránsito de una forma a otra, de un sistema de relaciones sociales a otro. Por lo mismo, Marx se preocupa de una sola cosa: demostrar por medio de investigaciones cientificas exactas la necesidad de determinados sistemas de relaciones sociales y precisar, del modo más acabado posible, los hechos que le sirven de puntos de partida y de apoyo. Para este objeto le basta plenamente con demostrar, a la vez que la necesidad del régimen actual, la necesidad de otro régimen que inevitablemente debe brotar del precedente, independientemente de que los hombres crean o no en esto, que tengan o no conciencia de ello. Marx considera el movimiento social como un proceso histórico natural, sujeto a leyes que no sólo no dependen de la voluntad, la conciencia y los propósitos de los hombres, sino que, por el contrario, determinan su voluntad, su conciencia y sus propósitos (Tomen nota los señores subjetivistas, que separan la evolución social de la evolución históriconatural, porque el hombre se fija "objetivos" concientes y se guía por determinados ideales.) Si el elemento consciente desempeña un papel tan
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subordinado en la historia de la civilización, se sobrentiende que la crítica de esta misma civilización puede, menos que ninguna otra, basarse en cualquier forma o cualquier resultado de la conciencia. En otras palabras, en modo alguno puede servirle de punto de partida una idea, sino sólo un fenómeno exterior, objetivo. La crítica debe consistir en comparar y confrontar un hecho determinado, no con una idea, sino con otro hecho; lo importante es que los dos hechos sean en todo lo posible investigados con exactitud y que representen, uno con respecto al otro, distintos momentos del desarrollo. Lo más importante es que sean investigados con la misma exactitud todos los estados conocidos, su sucesión y el vínculo entre las diversas etapas del desarrollo. Marx niega por completo la idea de que las leyes de la vida económica sean las mismas para el pasado que para el presente. Por el contrario, cada periodo histórico tiene sus propias leyes. La vida económica es un fenómeno análogo a la historia del desarrollo en otros campos de la biología. Los economistas anteriores no comprendieron la naturaleza de las leyes económicas, cuando las consideraron análogas a las leyes químicas y físicas. Un análisis más profundo demuestra que los organismos sociales se diferencian tan radicalmente uno del otro como los organismos animales y vegetales. Como el propósito de Marx es investigar desde este punto de vista la organización económica capitalista, formula de un modo estrictamente científico el objetivo que debe proponerse todo estudio exacto de la vida económica. La importancia científica de semejante investigación consiste en revelar las leyes especiales (históricas) que rigen el surgimiento, la existencia, el desarrollo y la muerte de un organismo social determinado y su remplazo por otro, por un organismo superior.
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Tal es la descripción del método dialéctico que Marx eligió entre una infinidad de comentarios sobre El capital, aparecidos en periódicos y revistas, y que tradujo al alemán, porque esta caracterización de su método, según él mismo afirma, es completamente exacta. Cabe preguntar si hay en esta descripción aunque sea una sola palabra sobre las tríadas, las tricotomías, la incontrovertibilidad del proceso dialéctico y otros absurdos semejantes contra los que en forma tan caballeresca sale a batirse el señor Mijailovski. Y Marx, después de esa descripción, dice con toda claridad que su método es "directamente opuesto" al de Hegel. Según éste, el desarrollo de la idea, de acuerdo con las leyes dialécticas de la tríada, de termina el desarrollo de la realidad. Sólo en este caso, por supuesto, puede hablarse de la significación de las tríadas, de la incontrovertibilidad del proceso dialéctico. Por el contrario a mi modo de ver -- dice Marx --, "lo ideal no es más que el reflejo de lo material". Y todo se reduce entonces a una "concepción positiva del presente y de su desarrollo necesario". Las tríadas quedan así reducidas al papel de la tapa y de la envoltura ("yo he coqueteado con el lenguaje de Hegel", dice Marx en el epílogo citado), papel por el cual sólo son capaces de interesarse los filisteos. Pero cabe preguntar: ¿cómo debemos juzgar a un hombre que quiere criticar uno de los "pilares" del materialismo científico, es decir, la dialéctica, y se pone a hablar de todo lo que se le ocurre, inclusive de las ranas y de Napoleón, pero no se refiere para nada a lo que es la dialéctica, ni tampoco a si el desarrollo de la socieded es realmente un proceso histórico natural? ¿Es justa la concepción materialista de las formaciones económicosociales como organismos sociales de carácter especial? ¿Son justos los métodos de análisis objetivo de estas formaciones? ¿Es cierto que no son las ideas sociales las que determinan el
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desarrollo social, sino que éste determina a aquéllas?, etc. ¿Puede decirse que en este caso se trata sólo de incomprensión?
   
Ad 2: Después de semejante "crítica" de la dialéctica, el señor Mijailovski atribuye a Marx esos métodos de demostrar "mediante" la tríada de Hegel y, por supuesto, sale desafiante a combatirlos. "Respecto del futuro -- dice --, las leyes inmanentes de la sociedad son exclusivamente dialécticas." (En ello consiste la excepción mencionada más arriba). El razonamiento de Marx, de que es inevitable la expropiación de los expropiadores en virtud de las leyes del desarrollo del capitalismo, tiene "un carácter exclusivamente dialéctico". El "ideal" de Marx sobre la propiedad común de la tierra y del capital, "en el sentido de su inevitabilidad y de su carácter indudable, se mantiene exclusivamente en el último eslabón de la cadena tricotómica hegeliana".
   
Este argumento está íntegramente tomado de Dühring, que expuso en su libro Kritische Geschichte der Nationaloekonomie und des Sozialismus (3-te Aufl., 1879. S. 486-487)*, pero el señor Mijailovski no menciona para nada a Dühring. ¿Será, entre paréntesis, que ha llegado por sus propios medios a semejante tergiversación de Marx?
   
Engels dio una magnífica respuesta a Dühring, y como incluye la crítica de Dühring, nos limitaremos a reproducir esa respuesta de Engels.[21] El lector verá que le cuadra plenamente al señor Mijailovski.
   
"'Este bosquejo histórico [la génesis de la llamada acumulación originaria del capital en Inglaterra] -- dice Dühring -- es, relativamente, la mejor parte del libro de Marx y lo sería
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más aún si no se apoyara en las muletas dialécticas, además de las científicas. La negación de la negación de Hegel desempeña aquí -- a falta de argumentos mejores y más claros -- el papel de la comadrona, merced a cuyos servicios el porvenir surge del seno del presente. La supresión de la propiedad individual que de la manera antes señalada se ha producido desde el siglo XVI, es la primera negación. La seguirá otra, caracterizada como la negación de la negación, y, por lo tanto como restauración de la <<propiedad individual>> pero en una forma superior, basada en la posesión común de la tierra y de los instrumentos de trabajo. Si a esta nueva <<propiedad individual>> la llama el señor Marx al mismo tiempo <<propiedad social>>, en ello se refleja precisamente la unidad superior hegeliana, en la que la contradicción es eliminada [aufgehoben, denominación específica hegeliana], es decir, según el juego de palabras hegeliano, la contradicción es a la vez superada y conservada.
   
'. . . La expropiación de los expropiadores viene a ser, de este modo, una especie de producto automático de la realidad histórica en sus condiciones materiales exteriores [. . .] Dudo de que ninguna persona razonable se convenza de la necesidad de la posesión común de la tierra y del capital basándose en su fe en los malabarismos verbales hegelianos al estilo de la negación de la negación. Por lo demás, la nebulosa hibridez de las concepciones de Marx no puede sorprender a nadie que comprenda qué de absurdos es posible urdir con la dialéctica hegeliana como base científica o, mejor dicho, qué de absurdos deben necesariamente resultar de ello. Para los que no conozcan estas artimañas diré expresamente que la primera negación de Hegel desempeña el papel de la idea del pecado original en el catecismo, y la segunda el papel de la unidad superior que conduce a la redención. La lógica de los hechos
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no puede basarse ya, por cierto, en tales analogías sin sentido tomadas del campo religioso [ . . .] El señor Marx permanece muy contento con el universo nebuloso de su propiedad que es a la vez individual y social, y deja que sus adeptos resuelvan ese profundo enigma dialéctico'. Hasta aquí el señor Dühring.
   
"De modo que -- concluye Engels --, Marx no puede de mostrar la necesidad de la revolución social, la necesidad de implantar la propiedad común de la tierra y de los medios de producción fruto del trabajo, sin recurrir a la negación de la negación hegeliana; y porque basa su teoría socialista en estas absurdas analogías tomadas de la religión, llega a la conclusión de que en la sociedad futura habrá propiedad individual y a la vez social, como unidad superior hegeliana de la contradicción eliminada.*
   
"Dejemos por ahora la negación de la negación y veamos qué es esa 'propiedad individual y a la vez social'. El señor
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Dühring la llama 'nebulosa' y -- por extraño que parezca -- realmente en esto tiene razón. Por desgracia no es, ni mucho menos, Marx quien cae en esa 'nebulosa', sino, una vez más, el propio señor Dühring . . . Al corregir a Marx con arreglo a Hegel, le adjudica una unidad superior de la propiedad, de la cual Marx no dice una palabra.
   
"Marx dice: 'Es la negación de la negación. Crea nuevamente la propiedad individual, pero sobre la base de las conquistas de la era capitalista, sobre la base de la cooperación de los trabajadores libres y de su posesión común de la tierra y de los medios de producción producidos por ellos. La trasformación de la propiedad privada y dispersa de los individuos, basada en el trabajo propio, en propiedad capitalista, es, por supuesto, un proceso mucho más largo, difícil y penoso que la trasformación de la propiedad privada capitalista, que en los hechos se basa ya en un proceso social de producción, en propiedad social.' Eso es todo. De modo que el régimen creado por la expropiación de los expropiadores se caracteriza por la restauración de la propiedad individual, pero 'sobre la base' de la propiedad social de la tierra y de los medios de producción creados por los propios trabajadores. Para cual quiera que entienda el alemán [y el ruso, señor Mijailovski, porque la traducción es completamente exacta], esto significa que la propiedad social se extiende a la tierra y demás medios de producción, y la propiedad individual a los productos, esto es, a los artículos de consumo. Y para que lo comprendan hasta los niños de seis años, en la página 56 [pág. 30 de la ed. rusa], Marx supone una 'unión de hombres libres, que trabajan empleando medios de producción comunes y que gastan, en forma planificada, sus fuerzas individuales de trabajo como una única fuerza de trabajo social', esto es, una comunidad organizada de modo socialista, y agrega: 'El producto total del
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trabajo representa un producto social. Parte de este producto sirve nuevamente como medio de producción. 'Esta parte sigue siendo propiedad social'. Pero otra parte es consumida, como medio de subsistencia, por los miembros de la unión. 'Es, en consecuencia, necesaria una distribución de esa parte entre ellos' Esto debe ser bastante claro hasta para el señor Dühring.
   
"La propiedad que es a la vez individual y social, esta nebulosa hibridez, ese absurdo que surge necesariamente de la dialéctica hegeliana, ese nebuloso universo, ese profundo enigma dialéctico, cuya solución deja Marx a sus adeptos, es, una vez más, una libre creación y un invento del señor Dühring . . .
   
"Pero -- continúa Engels --, ¿qué papel desempeña en Marx la negación de la negación? En la página 791 y siguientes [en ruso, en la pág. 648 y siguientes] expone las conclusiones finales que extrae de las 50 páginas anteriores dedicadas a la investigación económica e histórica de la llamada acumulación originaria del capital. Hasta la era capitalista existía, al menos en Inglaterra, la pequeña producción basada en la propiedad privada del trabajador sobre sus medios de producción. La llamada acumulación originaria del capital consistió en este caso en la expropiación de estos productores directos, es decir, en la supresión de la propiedad privada basada en el trabajo de su propietario. Ello fue posible porque la pequeña producción que hemos mencionado sólo es compatible con los estrechos marcos primitivos de la producción y de la sociedad, y en cierto grado de su desarrollo crea ella misma las condiciones materiales de su supresión. Esta supresión, esta trasformación de los medios de producción individuales y dispersos en medios socialmente concentrados, constituye la prehistoria del capital. No bien los trabajadores se convirtieron en
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proletarios y sus medios de producción en capital; no bien se consolido el modo capitalista de producción, la socialización posterior del trabajo y la posterior trasformación de la tierra y de los otros medios de producción [en capital], y por lo tanto la posterior expropiación de los propietarios privados, adquiere una nueva forma. 'Ahora ya no es el trabajador que trabaja para sí quien debe ser expropiado, sino el capitalista que explota a numerosos obreros. Esta expropiación se lleva a cabo por el juego de leyes inmanentes de la propia producción capitalista, por la concentración de los capitales. Un capitalista elimina a muchos otros. Paralelamente a esta concentración o expropiación de muchos capitalistas por unos pocos, se desarrolla cada vez en mayor escala la forma cooperativa del proceso del trabajo, la aplicación tecnológica conciente de la ciencia, la explotación metódica y social de la tierra, la trasformación de los instrumentos de trabajo en me dios que sólo pueden ser utilizados en común, la economía de todos los medios de producción, porque se utilizan como medios comunes de producción del trabajo social combinado. Con la reducción constante de los magnates del capital, que usurpan y monopolizan todas las ventajas de este proceso de trasformación, aumenta la suma de miseria, opresión, esclavitud, degradación y explotación; pero con esto aumenta también la rebelión de la clase obrera, que crece constantemente y que se disciplina, unifica y organiza por el mismo mecanismo del proceso capitalista de producción. El capital se convierte en traba del modo de producción que ha surgido y florecido con él y bajo su amparo. La concentración de los medios de producción y la socialización del trabajo llegan a un punto en que son incompatibles con su envoltura capitalista. Esta se rompe. Ha llegado la hora de la propiedad privada capitalista. Los expropiadores son expropiados.'
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"Y ahora pregunto yo al lector: ¿dónde están los sutiles arabescos y laberintos dialécticos; dónde la confusión de ideas que reduce a cero todas las diferencias; dónde están los milagros dialécticos para los ortodoxos y los trucos amoldados a la doctrina de Hegel sobre el logos, sin los cuales Marx, a juicio de Dühring, no hubiera podido llevar a cabo su exposición? Marx demuestra históricamente, y lo resume aquí, que así como antes la pequeña producción, con su propio desarrollo, engendró necesariamente las condiciones de su supresión, ahora la producción capitalista ha engendrado ella misma las condiciones materiales que la llevarán a su hundimiento. Tal es el proceso histórico, y si resulta al mismo tiempo dialéctico, eso no es culpa de Marx, por más molesto que esto resulta al señor Dühring.
   
"Y sólo ahora al poner término a su demostración que se basa en hechos históricos y económicos, continúa Marx: 'El modo capitalista de producción y de apropiación, y, por con siguiente, la propiedad privada capitalista, constituyen la primera negación de la propiedad individual basada en el propio trabajo. Pero la producción capitalista, con la inexorabilidad de una ley natural de la historia, engendra su propia negación. Es la negación de la negación', etc. (tal como lo hemos citado más arriba)
   
"Por lo tanto, al caracterizar este proceso como la negación de la negación, Marx no pretende probar su necesidad histórica. Por el contrario: sólo después de demostrar históricamente que en realidad este proceso en parte se ha realizado ya y en parte debe aún realizarse, lo define además como un proceso que se desarrolla de acuerdo con una ley dialéctica determinada. Eso es todo. De modo que también aquí incurre en pura falsedad el señor Dühring al afirmar que la negacion de la negación desempeña en este caso el papel de
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la comadrona con cuyos servicios el porvenir surge del seno del pasado, o que Marx quiere convencernos de la necesidad de la propiedad común de la tierra y del capital por fe en la ley de la negación de la negación" (pág. 125). Como ve el lector, toda esta magnífica réplica de Engels a Dühring puede aplicársele también íntegra al señor Mijailovski, quien afirma exactamente lo mismo: el porvenir, en Marx, se apoya con exclusividad en el último eslabón de la cadena hegeliana, y sólo por fe se puede llegar a la convicción de que es inevitable.*
   
Toda la diferencia entre Dühring y el señor Mijailovski se reduce a las dos siguientes pequeñas cuestiones: en primer lugar, Dühring, aunque no puede hablar de Marx sin echar espuma por la boca, consideró, sin embargo, necesario recordar, más adelante en su Historia, que Marx, en su Epílogo, rechaza en forma categórica la acusación de ser hegeliano. No obstante, el señor Mijailovski omite la definición de Marx (arriba citada), totalmente precisa y clara, de lo que él en tiende por método dialéctico.
   
En segundo lugar, el otro rasgo original del señor Mijailovski consiste en haber concentrado toda su atención en el uso de los tiempos de verbo. ¿Por qué, al hablar del futuro, emplea Marx el presente? -- pregunta con aire triunfal
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nuestro filósofo --. Puede usted, muy respetado crítico, consultar cualquier gramática, y verá que el presente se usa en lugar del futuro cuando este futuro se considera como algo inevitable e indudable. ¿Pero por qué, por qué es indudable? -- se inquieta el señor Mijailovski, deseando comunicar una emoción tan fuerte que le permita justificar incluso una tergiversación --. También a esto Marx da una respuesta precisa. Se puede considerar que es insuficiente o inexacta, pero entonces hay que demostrar en qué y por qué precisamente es inexacta, y no decir absurdos sobre el hegelianismo.
   
Hubo tiempós en que el señor Mijailovski no sólo sabía en qué consistía esa respuesta, sino que lo explicaba a los demás. El señor Zhukovski -- decía entonces, en 1877 -- ha podido con razón considerar problemática la concepción de Marx sobre el futuro, pero "no tenía el derecho moral" de eludir la cuestión de la socialización del trabajo, "a la que Marx concede una importancia enorme". ¡Naturalmente, Zhukovski, en 1877, no tenía el derecho moral de eludir la cuestión, pero sí lo tiene el señor Mijailovski en 1894! ¿A lo mejor porque quod licet Jovi, non licet bovi ?*
   
No puedo menos que recordar aquí la extraña idea de esta socialización expresada en una oportunidad, en Otiéchestviennie Zapiski [22]. En su núm. 7 de 1883, publicó una Carta a la Redacción de cierto señor Postoronni[23], quien, lo mismo que el señor Mijailovski, consideraba problemática la "concepción" de Marx sobre el porvenir. "En lo fundamental -- razonaba aquel señor -- la forma social del trabajo, bajo la dominación del capitalismo, se reduce a que unos centenares o miles de obreros pulen, martillan, ajustan, tornean, estiran o realizan una multitud de otras operaciones en un local co-
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mún. En cuanto al carácter general de este régimen lo expresa perfectamente el adagio: 'Cada uno para sí y Dios para todos'. ¿Qué tiene que ver con ello la forma social de trabajo?"
   
¡Se ve en seguida que el hombre lo ha comprendido todo! ¡¡"La forma social de trabajo" "se reduce" a "trabajar en un local común"!! Y después de exponer ideas tan descabelladas en una de las mejores revistas rusas, nos quieren hacer creer que la parte teórica de El capital ha sido en general reconoida por la ciencia. Cierto es que como no tenía nada serio que objetar a El capital, la "ciencia generalmente reconocida" comenzó a hacerle reverencias, pero al mismo tiempo siguió dando pruebas de la ignorancia más crasa y repitiendo las antiguas trivialidades de la economía escolar. Debo detenerme un poco en este asunto, para mostrar al señor Mijailovski en qué consiste el fondo del problema que él, según su costumbre, ha pasado por alto.
   
La socialización del trabajo por la producción capitalista no consiste en absoluto en que se trabaje en un local común (esto es sólo una pequeña parte del proceso), sino en que la concentración del capital va acompañada por la especialización del trabajo social, por la disminución del número de capitalistas en cada rama de la industria y por un aumento de la cantidad de ramas especiales de la industria; en que múltiples procesos de producción dispersos se funden en un solo proceso social de producción. Así, por ejemplo, cuando la industria textil estaba en manos de artesanos, los pequeños productores hilaban y tejían ellos mismos; la industria tenía pocas ramas (estaban fusionadas las operaciones de hilar y tejer). Pero una vez socializada la producción por el capitalismo, aumenta la cantidad de ramas especiales de la industria; se realizan por separadó las operaciones de hilar el algodón y tejerlo; la
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propia especialización y la concentración de la producción originan nuevas ramas: fabricación de maquinaria, extracción de la hulla, etc. En cada rama industrial, ya más especializada, el número de capitalistas es cada vez menor. Esto significa que es cada vez más fuerte el vínculo social que une a los productores entre sí: los productores van uniéndose estrechamente en un bloque único. Cada uno de los pequeños productores aislados realizaba varias operaciones, y, por lo tanto, era relativamente independiente de los demás: por ejemplo, el artesano que sembraba él mismo el lino, lo hilaba y tejía, era casi independiente de los demás. A semejante régimen de pequeños productores de mercancías dispersos (y sólo a semejante régimen) es aplicable el adagio: "Cada uno para sí y Dios para todos", es decir, la anarquía de las fluctuaciones del mercado. Con el trabajo socializado logrado gracias al capitalismo las cosas son en todo sentido diferentes. El fabricante que produce tejidos depende del que elabora hilados de algodón; este último, del agricultor capitalista productor de algodón, del dueño de las fábricas de maquinaria, del de las minas de hulla, etc., etc. Por consiguiente, ningún capitalista puede prescindir de los demás. Es evidente que el adagio de "Cada uno para sí" ya no es aplicable a semejante régimen: aquí cada uno trabaja para todos y todos para cada uno (y a Dios no le queda lugar alguno, ni como fantasía celestial, ni como "Becerro de oro" terrenal). Cambia por completo el carácter del régimen. Cuando existían las pequeñas empresas aisladas, si en alguna de ellas se paralizaba el trabajo, ello afectaba sólo a una cantidad pequeña de miembros de la sociedad, no causaba confusión general y por consiguiente no llamaba la atención de todo el mundo, no daba motivo a una intervención de la sociedad. Pero si semejante paralización ocurre en una gran empresa dedicada a
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una rama industrial muy especializada y que, por lo tanto, trabaja para casi toda la sociedad y a su vez depende de toda la sociedad (pongo como ejemplo, para mayor claridad, un caso en que la socialización ha llegado a su punto culminante), entonces tiene que paralizarse el trabajo en todas las demás empresas de la sociedad, pues sólo pueden recibir los productos que necesitan de aquella empresa y sólo pueden realizar todas sus mercancías si pueden disponer de las mercancías de aquélla. Todo el proceso productivo se fusiona de esta manera en un único proceso productivo social, pero al mismo tiempo cada empresa es dirigida por un capitalista, depende de su arbitrio, y los productos sociales pasan a ser propiedad privada suya. ¿No es evidente que la forma de producción entra en contradicción inconciliable con la forma de apropiación? ¿No es evidente que esta última debe adaptarse a la primera, debe convertirse en una forma también social, esto es, socialista? Pero el ingenioso filisteo de Otiéchestviennie Zapiski lo reduce todo al trabajo en un local común. ¡Es en verdad Io que se llama no dar en el clavo! (He descrito sólo el proceso material, sólo el cambio de las relaciones de producción, sin referirme al aspecto social de este proceso, a la unificación, aglutinación y organización de los obreros, pues éste es un fenómeno derivado, secundario.)
   
La razón de que sea aún necesario explicar a los "demócratas" rusos cosas tan elementales, está en que se han atascado hasta tal punto en el fango de las ideas pequeñoburguesas, que ni siquiera son capaces de imaginar otro régimen que no sea el de los pequeños burgueses.
   
Pero volvamos al señor Mijailovski. ¿Qué objeciones hace a los hechos y a los argumentos en que Marx basa su conclusión de que el régimen socialista es inevitable en virtud de las propias leyes de desarrollo del capitalismo? ¿Ha demos-
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trado que, con la organización mercantil de la economía social, no aumenta en realidad la especialización del proceso social de trabajo, la concentración de capitales y empresas, la socialización de todo el proceso de trabajo? No, no ha ofrecido ninguna prueba que refute estos hechos. ¿Hizo tambalear la tesis de que la anarquía, inconciliable con la socialización del trabajo, es un rasgo inherente a la sociedad capitalista? Nada ha dicho sobre esto. ¿Ha demostrado que la unificación del proceso de trabajo de todos los capitalistas en un solo proceso social de trabajo es compatible con la propiedad privada? ¿Demostró que es posible y concebible otra solución de esta contradicción, aparte de la indicada por Marx? No, no dijo ni una palabra sobre esto.
   
¿En qué se basa, pues, su crítica? En trucos, supercherías y en un torrente de frases, que no son más que simples cascabeles.
   
Porque no pueden, en realidad, calificarse de otro modo estos métodos, cuando el crítico -- después de haber dicho muchas tonterías sobre los sucesivos pasos triples de la historia -- , pregunta a Marx, con gran seriedad: "¿Y después?", es decir, cuál será el curso de la historia más allá de la última fase del proceso descrita por Marx. No debe olvidarse que Marx, desde el comienzo de su actividad de escritor y revolucionario, dijo con toda precisión lo que exigía de una teoría sociológica: debe dar una idea exacta del proceso real, y nada más (véase, por ejemplo, en el Manifiesto comunista, el criterio de los comunistas sobre la teoría[24]). En El capital observó estrictamente esta exigencia: habiéndose fijado la tarea de analizar de manera científica la formación social capitalista, puso punto final cuando demostró que el desarrollo de esta organización, que en verdad se realiza ante nuestros ojos, sigue una tendencia determinada y que debe
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sucumbir inevitablemente y convertirse en otra organización, en una organización superior. Pero el señor Mijailovski pasa por alto toda la esencia de la doctrina de Marx, hace su necia pregunta: "¿Y después?", y luego agrega con aire profundo: "Debo confesar con franqueza que no veo con toda claridad cuál será la respuesta de Engels". ¡En cambio, nosotros debemos confesar con franqueza, señor Mijailovski, que sí vemos con toda claridad el espíritu y los métodos de semejante "crítica"!
   
O tomemos otro razonamiento: "En la Edad Media, la propiedad individual de Marx, basada en el trabajo del mismo propietario, no era el único factor, ni el predominante, ni siquiera en el campo de las relaciones económicas. Existían muchos otros fenómenos, pero el método dialéctico en la interpretación de Marx [¿no será en la tergiversación del señor Mijailovski?] no propone volver a ella . . . Es evidente que todos estos esquemas no representan una imagen de la realidad histórica, ni siquiera de sus proporciones, y sólo satisfacen la inclinación del espíritu humano, de concebir cada objeto en su estado pasado, presente y futuro." ¡Inclusive los métodos de sus escamoteos, seiior Mijailovski, son monótonos hasta dar náuseas! Primero atribuye al esquema de Marx -- que se propone dar una fórmula del proceso real del desarrollo del capitalismo* y nada más -- la intención de demostrar lo todo con las tríadas, y luego hace constar que el esquema de Marx no corresponde a ese plan que él mismo le impone
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(la tercera fase restablece sólo un aspecto de la primera y omite todos los demás), y extrae con mucho desenfado la condusión de que "el esquema, evidentemente, no representa una imagen de la realidad histórica"!
   
¿Es concebible polemizar en serio con este hombre que (empleando la expresión de Engels sobre Dühring) no es capaz de mencionar una cita exacta, ni siquiera por excepción? ¿Hay alguna base para la discusión cuando se asegura a la gente que el esquema "evidentemente" no corresponde a la realidad y no se hace el menor intento por demostrar de alguna manera su inexactitud?
   
En lugar de criticar el verdadero contenido de las concepciones marxistas, el señor Mijailovski ejercita su ingenio en las categorías del pasado, el presente y el futuro. Engels, por ejemplo, al refutar las "verdades eternas" del señor Dühring dice que "nos predican actualmente" tres tipos de moral: la cristiana feudal, la burguesa y la proletaria, de modo que el pasado, el presente y el futuro tienen sus teorías de la moral.[25] El señor Mijailovski opina sobre esto: "Creo que todas esas divisiones triples de la historia en períodos se basan precisamente en las categorías del pasado, el presente y el futuro". ¡Qué profundidad de pensamiento! ¿Pero quién ignora que al examinar cualquier fenómeno social en el proceso de su desarrollo, siempre se hallarán en él vestigios del pasado, bases del presente y gérmenes del futuro? Pero Engels, por ejemplo, ¿quiso acaso afirmar que la historia de la moral (sólo se refería al "presente") se limitaba a los tres momentos indicados, quiso decir que la moral feudal no fue precedida, por ejemplo, por la esclavista y esta última por la moral de la comunidad comunista primitiva? ¡En lugar de criticar seriamente el intento de Engels, de dilucidar las corrientes contemporáneas de las ideas morales explicándolas en forma
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materialista, el señor Mijailovski nos ofrece la más vacua de las fraseologías!
   
Respecto de estos métodos de "crítica" del señor Mijailovski, crítica iniciada con la declaración de que no sabe en qué obra se expone la concepción materialista de la historia, quizá sea conveniente recordar que hubo tiempos en que el autor conocía una de estas obras y sabía apreciarla mejor. En 1877 el señor Mijailovski opinaba lo siguiente sobre El capital : "Si se quita a El capital la envoltura pesada, burda e inútil de la dialéctica hegeliana [¡pero qué cosa tan extraña!: ¿por qué en 1877 la "dialéctica hegeliana" era "inútil" y en 1894 resulta que el materialismo se basa en "la incontrovertibilidad del proceso dialéctico"?], entonces, al margen de otros méritos de esta obra, veremos en ella un material perfectamente elaborado para resolver el problema general de la relación entre las formas y las condiciones materiales de su existencia, y una magnífica manera de plantear este problema para cierto campo." La "relación entre las formas y las condiciones materiales de su existencia" es precisamente el problema de la correlación entre los diversos aspectos de la vida social, de la superestructura de las relaciones sociales ideológicas sobre la base de las relaciones materiales, problema cuya bien conocida solución constituye la doctrina del materialismo. Prosigamos.
   
"Propiamente dicho, todo 'El capital ' [la cursiva es mía] está dedicado a investigar cómo una forma social, una vez surgida, sigue desarrollándose, consolida sus rasgos típicos, subordinando, asimilando los descubrimientos, los inventos, las mejoras de los métodos de producción, los nuevos mercados, la ciencia misma, obligándolos a trabajar para ella, y cómo, finalmente, dicha forma no puede soportar los nuevos cambios de las condiciones materiales."
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¡Qué sorprendente! ¡En 1877 "todo El capital " estaba de dicado a la investigación materialista de una forma social determinada (¿en qué consiste el materialismo, sino en la explicación de las formas sociales por las condiciones materiales?), y en 1894 resulta que ni siquiera se sabe en qué obra hay que buscar la exposición de este materialismo!
   
En 1877 El capital contenía la "investigación" de cómo "una forma [es decir, la forma capitalista, ¿verdad?] no pue de soportar los nuevos cambios de las condiciones materiales" (¡tómese nota de esto!), pero en 1894 resulta que no hay investigación alguna y que el convencimiento de que la forma capitalista no puede soportar el desarrollo posterior de las fuerzas productivas ¡se apoya "exclusivamente en un extremo de la tríada hegeliana"! En 1877 el señor Mijailovski decía que "el análisis de las relaciones entre esta forma social y las condiciones materiales de su existencia seguiría siendo siempre [la cursiva es mía] una prueba de la fuerza lógica y de la inmensa erudición del autor", pero en 1894 declara que la doctrina del materialismo jamás y en parte alguna ha sido comprobada ni fundamentada científicamente.
   
¡Caso extraño! ¿Qué significa esto en realidad? ¿Qué ha sucedido?
   
Han sucedido dos cosas: en primer lugar, el socialismo ruso, el socialismo campesino de la década del 70, que "bufaba" contra la libertad por su carácter burgués y que luchaba contra los "liberales de frente serena", empeñados en disimular los antagonismos que encerraba la vida rusa, y que soñaba con una revolución campesina, degeneró completamente y dio lugar a este trivial liberalismo pequeñoburgués que descubre "impresiones alentadoras" en las tendencias progresistas de la agricultura, olvidando que las acompaña (y las condiciona) la expropiación en masa de los campesinos. En se-
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gundo lugar, en 1877 el señor Mijailovski se entusiasmó tanto con su tarea de defender al "sanguíneo" (es decir, al socialista revolucionario) Marx contra sus críticos liberales, que no vio la incompatibilidad del método de Marx con su propio método. Pero he aquí que le explicaron el antagonismo inconciliable que existe entre el materialismo dialéctico y la sociología subjetiva: se lo explicaron los artículos y las obras de Engels; se lo explicaron los socialdemócratas rusos (en las obras de Plejánov encontramos más de una vez observaciones muy certeras, dirigidas al señor Mijailovski), y el señor Mijailovski, en lugar de ponerse a revisar con seriedad el asunto, se desbocó simplemente. En lugar de elogiar a Marx (como lo hizo en 1872 y en 1877)[26], ladra ahora contra él escudándose tras alabanzas de calidad dudosa, y brama y echa chispas contra los marxistas rusos, que no quieren conformarse con la "defensa de los económicamente más débiles", con unos depósitos de mercancías y con algunas mejoras en el campo, con museos y arteles para los kustares[*] y demás bienintencionadas ideas filisteas de progreso, sino que quieren seguir siendo "sanguíneos", partidarios de la revolución social, y enseñar, dirigir y organizar a los elementos verdaderamente revolucionarios de la sociedad.
   
Después de esta breve digresión respecto de un pasado remoto, creo que podemos terminar el análisis de la "crítica" del señor Mijailovski a la teoría de Marx. Intentemos, pues, hacer un balance y resumir los "argumentos" del crítico.
   
La doctrina que intentó aniquilar se basa, primero, en la concepción materialista de la historia y segundo, en el método dialéctico.
   
En cuanto a lo primero, el crítico ha declarado, ante todo, que no sabe en qué obra está expuesto el materialismo. Co-
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mo no encontró en parte alguna esa exposición, se puso a inventar por su cuenta una definición del materialismo. Para dar una idea de las excesivas pretensiones de dicho materialismo, inventó que los materialistas pretenden haber explicado todo el pasado, el presente y el futuro de la humanidad; y cuando más tarde, al confrontar sus afirmaciones con la declaración auténtica de los marxistas, resultó que éstos consideran explicada sólo una formación social, el crítico resolvió que los materialistas restringen el campo de acción del materialismo, con lo cual se refutan a sí mismos. Para dar una idea de los métodos de elaboración de este materialismo, inventó que los propios materialistas reconocían que les faltaban conocimientos para una obra como la elaboración del socialismo científico, aunque la insuficiencia de conocimientos la reconocían Marx y Engels (en 1845-1846) en lo que se refiere a la historia de la economía en general, y aunque dicha obra, demostración de la insuficiencia de sus conocimientos, jamás fue publicada por ellos. Después de estos preámbulos, nos brinda la crítica en sí: El capital ha quedado reducido a la nada porque se refiere a un solo período, mientras que el crítico reclama todos los períodos, y además, porque El capital no afirma el materialismo económico, sino que sólo se refiere a él; por lo visto, son argumentos tan serios y profundos, que obligaron a reconocer que el materialismo jamás había sido científicamente fundamentado. Luego se cita contra el materialismo el hecho de que un hombre completamente ajeno a esta doctrina, que estudió las épocas prehistóricas en un país completamente distinto, ha llegado también a conclusiones materialistas. Para demostrar luego que la procreación ha sido traída por los pelos al materialismo, que sólo se trata de un subterfugio, el crítico empezó a demostrar que las relaciones económicas constituyen una superestructu-
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ra de las relaciones sexuales y familiares. Las indicaciones que con este motivo nos da tan sabio crítico para aleccionar a los materialistas, nos aportan la profunda verdad de que la herencia es imposible sin la procreación, de que a los productos de esta procreación los "acompaña" una mentalidad complicada y de que los hijos se educan en el espíritu de los padres. De paso nos enteramos también de que los vínculos nacionales constituyen una continuidad y generalización de los vínculos gentilicios. Prosiguiendo sus indagaciones teóricas sobre el materialismo, el crítico observa que el contenido de muchos argumentos de los marxistas consiste en que la opresión y la explotación de las masas son "necesarias" bajo el régimen burgués y que este régimen "necesariamente" debe trasformarse en socialista, y entonces se apresura a declarar que la necesidad es un concepto demasiado general (si no se dice que es lo que las personas consideran necesario) y que, por lo tanto, los marxistas son místicos y metafísicos. Asimismo declara el crítico que la polémica de Marx con los idealistas es "unilateral", pero sin decir una palabra sobre el punto de vista de estos idealistas en cuanto al método subjetivo y la opinión que tiene de ellos el materialismo dialéctico de Marx.
   
En cuanto al segundo pilar del marxismo -- el método dialéctico --, bastaba un solo empujón del valiente crítico para derrumbarlo. Y el empujón ha sido muy acertado: el crítico se revolvió y deshizo en esfuerzos increíbles para refutar la idea de que pudiera demostrarse algo con las tríadas, silenciando que el método dialéctico no consiste en absoluto en las tríadas, sino precisamente en la negación de los métodos del idealismo y del subjetivismo en la sociología. Otro empujón iba dirigido en especial contra Marx: con la ayuda del glorioso señor Dühring, el crítico le adjudica a Marx la in-
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verosímil estupidez de demostrar, mediante las tríadas, la necesidad del hundimiento del capitalismo, y luego combate victoriosamente esta estupidez.
   
¡He aquí la epopeya de los brillantes "triunfos" de "nuestro célebre sociólogo"! ¿Verdad que es muy "edificante" (como dice Burenin) contemplar estos triunfos?
   
No podemos menos que referirnos aquí a otra circunstancia, que no tiene relación directa con la crítica de la doctrina de Marx, pero que es sumamente característica para comprender los ideales del crítico y su concepción de la realidad. Se trata de su actitud hacia el movimiento obrero en Occidente.
   
Más arriba vimos cómo declara el señor Mijailovski que el materialismo no se ha justificado en la "ciencia" (¿quizás en la ciencia de los "amigos del pueblo" de Alemania?), pero este materialismo -- razona el señor Mijailovski -- "se difunde, en realidad, con mucha rapidez entre la clase obrera". ¿Cómo explica este hecho el señor Mijailovski? "En cuanto al éxito en expansión, por decir así, de que goza el materialismo económico -- dice él --, en cuanto a su difusión en una forma críticamente no verificada, el centro de gravedad de este éxito no se encuentra en lá ciencia, sino en la práctica de la vida diaria, determinada por las perspectivas del porvenir." ¿Qué otro sentido puede tener esta frase torpe sobre la práctica "determinada" por las perspectivas del porvenir, como no sea el de que el materialismo se propaga, no por haber explicado con acierto la realidad, sino por haberse apartado de dicha realidad hacia las perspectivas? Y más adelante dice: "estas perspectivas no exigen de la clase obrera alemana, que las hace suyas, ni de las personas que se preocupan ardientemente por su destino, conocimientos, ni esfuerzo del pensamiento crítico. Sólo exigen fe." ¡En otras palabras, la amplia difusión del materialismo y del socialismo cientí-
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fico depende de que esta doctrina promete á los obreros un porvenir mejor! ¡Pero si basta el conocimiento más elemental de la historia del socialismo y del movimiento obrero en Occidente para demostrar todo lo absurdo y falso de esta explicación! Todo el mundo sabe que el socialismo científico no trazó perspectiva alguna del porvenir, sino que se limitó a hacer un análisis del régimen burgués contemporáneo, estudiando las tendencias de desarrollo de la organización social capitalista, y nada más. "No decimos al mundo -- escribía Marx ya en 1843, y luego cumplió estrictamente este programa --, nosotros no decimos al mundo: 'deja de luchar, toda tu lucha no vale nada'; nosotros le damos la verdadera consigna de lucha. Sólo mostramos al mundo por qué lucha realmente: pero la conciencia es una cosa que el mundo debe adquirir, quiéralo o no."[27] Todo el mundo sabe, por ejemplo, que El capital, obra principal y fundamental en la que se expone el socialismo científico, se limita a alusiones de carácter muy general sobre el porvenir, que sólo examina los elementos ya existentes, de los que va surgiendo el régimen futuro. Eu cuanto a perspectivas para el porvenir, todo el mundo sabe que las ofrecían en grado mucho mayor los socialistas anteriores, quienes describían con todo detalle la sociedad futura, ya que deseaban entusiasmar a la humanidad con la imagen de regímenes en que los hombres no tuvieran necesidad de luchar, en los que sus relaciones sociales no se basaran en la explotación, sino en los verdaderos principios del progreso, que se hallan en consonancia con las condiciones de la naturaleza humana. Sin embargo -- pese a toda una falange de personas de gran talento que exponían estas ideas, y de socialistas convencidísimos --, sus teorías quedaron al margen de la vida y sus programas al margen de los movimientos políticos populares, hasta que la gran industria meca-
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nizada arrastró a la vorágine de la vida política a las masas de trabajadores proletarios, hasta que se encontró la verdadera consigna de su lucha. Esta consigna fue encontrada por Marx, que "no es un utopista, sino un sabio severo y, a veces, hasta lacónico" (según opinaba el señor Mijailovski en tiempos remotos, en 1872), y encontrada, no mediante unas perspectivas cualesquiera, sino a través de un análisis científico del régimen burgués contemporáneo, de la explicación de la necesidad de la explotación mientras exista este régimen, del estudio de las leyes de su desarrollo. El señor Mijailovski, como es natural, puede asegurar a los lectores de Rússkoie Bogatstvo que para comprender este análisis no hacen falta conocimientos, ni esfuerzo de pensamiento, pero ya hemos visto en su ejemplo mismo (y lo veremos aún en mayor grado en el caso de su colaborador economista[28]) una incomprensión tan burda de las verdades más elementales establecidas por dicho análisis, que semejante declaración, claro está, sólo puede provocar una sonrisa. Sigue siendo un hecho irrefutable que el movimiento obrero se extiende y se desarrolla precisamente en los lugares y en la medida en que se desarrolla la gran industria capitalista mecanizada; que la doctrina socialista tiene éxito precisamente cuando deja de argumentar sobre las condiciones sociales que corresponden a la naturaleza humana y emprende el análisis materialista de las relaciones sociales contemporáneas, cuando se pone a explicar la necesidad del actual régimen de explotación.
   
Después de haber intentado pasar por alto las verdaderas causas del éxito del materialismo entre los obreros y ofrecido una caracterización diametralmente opuesta a la verdad sobre la posición de esta doctrina respecto de las "perspectivas", el señor Mijailovski comienza ahora a burlarse, en la forma más vulgar y filistea, de las ideas y la táctica del mo-
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vimiento obrero de Europa occidental. Como hemos visto, no pudo hallar ni un solo argumento contra las demostraciones de Marx sobre la inevitabilidad de la trasformación del régimen capitalista en régimen socialista debido a la socialización del trabajo. Pero esto no le impide ironizar de la manera más descarada, diciendo que el "ejército de los proletarios" prepara la expropiación de los capitalistas, "después de lo cual cesará ya toda lucha de clases, y sobre la tierra reinará la paz y la dicha para los hombres". El señor Mijailovski conoce caminos mucho más sencillos y seguros que éste para realizar el socialismo: sólo hace falta que los "amigos del pueblo" indiquen con mayor detalle los caminos "claros e inmutables?' de la "evolución económica deseada", y entonces, seguramente, "se llamará" a estos amigos del pueblo para resolver "los problemas económicos prácticos" (véase el artículo del señor Iuzhakov: Problemas del desarrollo económico de Rusia, núm. 11 de Rússkoie Bogatstvo ), y mientras tanto. . . mientras tanto los obreros deben esperar, confiar en los amigos del pueblo y no comenzar, "con infundada seguridad en sí mismos", a luchar independientemente contra los explotadores. Nuestro autor desea asestar un golpe mortal a esta "infundada seguridad en sí mismos", y se indigna enfáticamente contra "esta ciencia que casi cabe en un diccionario de bolsillo". ¡¡Qué horror, en efecto: ciencia, y folletos socialdemócratas que cuestan unas monedas y caben en el bolsillo!! ¿No resulta claro cuán infundada es la seguridad en sí mismos de quienes sólo aprecian la ciencia porque enseña a los explotados a luchar independientemente por su emancipación, a apartarse de toda clase de "amigos del pueblo", que escamotean el antagonismo de clases, que quieren encargarse ellos mismos de todo este trabajo; las personas que, por lo mismo, exponen esta ciencia en ediciones baratas, que
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tanto chocan a los filisteos? ¡Cuán diferente sería la situación si los obreros confiaran su suerte a los "amigos del pueblo"! Estos les señalarían la ciencia verdadera, expuesta en numerosos tomos, la ciencia universitaria y filistea; les darían a conocer con detalle la organización social que corresponde a la naturaleza humana, siempre que los obreros. . . ¡aceptaran esperar, sin empezar la lucha por su propia cuenta con tan infundada seguridad en sí mismos!
   
Antes de pasar a la segunda parte de la "crítica" del señor Mijailovski, dirigida no ya contra la teoría de Marx en general sino contra los sociaidemócratas rusos en particular, debemos hacer cierta digresión. El señor Mijailovski, procediendo como lo hizo al criticar a Marx, lejos de intentar una exposición exacta de su teoría la deformó lisa y llanamente; ahora hace otro tanto, ya que tergiversa de un modo absolutamente impúdico las ideas de los socialdemócratas rusos. Es necesario, pues, restablecer la verdad. El medio más adecuado para hacerlo es comparar las ideas de los socialistas rusos anteriores con las de los socialdemócratas. Expondré las primeras siguiendo un artículo del señor Mijailovski publicado en Rússkaia Misl de 1892, núm. 6, en el cual también se refiere al marxismo (y en tono decente -- dicho sea como reproche a su modalidad actual --, sin tocar las cuestiones que en la prensa sometida a la censura sólo se pueden tratar al estilo de Burenin, y sin cubrir a los marxistas de toda clase de inmundicias), y expone sus propias opiniones en oposición al marxismo, o, si no en oposición, al menos paralelamente al marxismo. Claro está que no tengo el menor propósito de ofender en nada, ni al señor Mijailovski incluyéndolo entre los socialistas, ni a los socialistas rusos comparándolos con el
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señor Mijailovski: sólo pienso que la línea de la argumentación de aquéllos y de éste es en el fondo la misma, y la diferencia reside en el grado de firmeza, de franqueza y consistencia de sus convicciones.
   
En una exposición de las ideas de la revista Otiéchestviennie Zapiski, decía el señor Mijailovski: "entre los ideales de carácter moral y político incluíamos la propiedad del agricultor sobre la tierra y del productor sobre las herramientas de trabajo". El punto de partida, como se ve, es de lo más bien intencionado, rebosante de los mejores deseos. . . "Las formas medievales de trabajo* que aún subsisten en nuestro país están muy quebrantadas, pero nosotros no veíamos razón alguna para acabar con ellas definitivamente, en beneficio de cualquier doctrina, liberal o no liberal".
   
¡Peregrino modo de razonar! Porque una "forma de trabajo" sólo puede quebrantarse cuando es remplazada por alguna otra forma; pero no hallamos en la exposición de nuestro autor (y no podríamos hallarla en ninguno de sus correligionarios) el menor intento de analizar y explicar estas nuevas formas, ni las causas por las cuales las nuevas forrnas desalojan a las viejas. Más extraña aún es la segunda parte del pasaje: "No vemos razón alguna para acabar con estas formas en beneficio de cualquier doctrina". ¿De qué medios disponemos "nosotros" (es decir los socialistas: véase la reserva hecha más arriba) para "acabar" con las formas de trabajo es decir, para trasformar las relaciones de producción exis-
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tentes entre los miembros de la sociedad? ¿No es, acaso, absurda la idea de trasformar estas relaciones de acuerdo con una doctrina? Veamos más adelante: "Nuestra tarea no consiste en erigir necesariamente una civilización 'particular' nutrida en nuestras propias fuentes nacionales, pero tampoco en trasplantar a nuestro terreno, íntegramente, la civilización occidental con todas las contradicciones que la desgarran: hay que recoger lo bueno, venga de donde viniere, y el que sea nuestro o ajeno no es ya asunto de principio, sino de comodidad práctica. Sin duda, esto es tan sencillo, claro y comprensible, que no admite discusión alguna." En efecto, ¡qué sencillo! ¡"Recoger" lo bueno de todas partes, y asunto terminado! De las formas medievales, "recoger" el hecho de que los medios de producción pertenezcan al que trabaja, y de las nuevas formas, es decir, de las capitalistas, "recoger" la libertad, la igualdad, la instrucción y la cultura. ¡Y huelgan palabras! Tenemos en este caso ante los ojos, íntegro, el método subjetivo aplicado a la sociología: comienza por la utopía de que la tierra pertenece al que la cultiva, e indica las condiciones de realización de lo deseable: "recoger" lo bueno de aquí y de allí. Este filósofo considera las relaciones sociales desde un punto de vista puramente metafísico, como un simple agregado mecánico de tales o cuales instituciones, un simple encadenamiento mecánico de estos o aquellos fenómenos. Separa uno de estos fenómenos -- el hecho de que la tierra pertenecía al agricultor en las formas medievales -- y piensa que se lo puede trasplantar a cualquier otra forma, lo mismo que se pasa un ladrillo de un edificio a otro. Pero esto no es estudiar las relaciones sociales, sino mutilar el material que se estudia. Porque en realidad no existía esa pertenencia de la tierra al agricultor, como fenómeno aislado e independiente, como ustedes lo consideran: sólo es uno de
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los eslabones de las relaciones de producción entonces existentes y que consistían en que la tierra se hallaba dividida entre los grandes propietarios territoriales, los señores feudales, y en que éstos adjudicaban tierra a los campesinos para explotarlos; de modo que la tierra era algo así como salario en especie: proveía al campesino de los productos necesarios a fin de que éste pudiera producir plusproducto para el terrateniente; proporcionaba los medios para que los campesinos pudieran cumplir con sus tributos en beneficio del señor feudal. ¿Por qué no analiza el autor este sistema de relaciones de producción y se limita a extraer un solo fenómeno, presentándolo así en forma completamente falsa? Porque el autor no sabe tratar los problemas sociales; ni siquiera se propone (repito que utilizo los razonamientos del señor Mijailovski sólo como ejemplo para la crítica de todo el socialismo ruso) explicar las "formas de trabajo" que existían entonces, presentarlas como un sistema dado de relaciones de producción, como determinada formación social. Para utilizar una expresión de Marx, al autor le es ajeno el método dialéctico, que impone el deber de considerar la sociedad como un organismo vivo en su funcionamiento y desarrollo.
   
Sin siquiera preguntarse por qué las nuevas formas de trabajo desplazan a las viejas, repite, en su razonamiento sobre estas formas nuevas, exactamente el mismo error. Se contenta con hacer constar que estas formas "quebrantan" la pertenencia de la tierra al agricultor, es decir, hablando en términos generales, se expresan en la separación del productor de los medios de producción; se conforma con condenarlo como cosa que no corresponde al ideal. Y de nuevo su razonamiento es completamente absurdo: aísla un fenómeno (la privación de la tierra) y no intenta presentarlo como elemento ya de otro sistema de relaciones de producción, basado en la
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economía mercantil, que necesariamcnte engendra la competencia entre los productores de mercancías, la desigualdad, la ruina de unos y el enriquecimiento de otros. Subraya un solo fenómeno, la ruina de las masas, pero deja a un lado otro, el enriquecimiento de la minoría, y se ubica así en una situación que le impide comprender ninguno de los dos fenómenos.
   
Y todavía dice que semejantes métodos equivalen a "buscar respuestas a los problemas de la vida revestidos de carne y hueso" (Rússkoie Bogatstvo, núm. 1 de 1894), cuando muy por el contrario, como no sabe ni quiere explicar la realidad, mirarla cara a cara, huye vergonzosamente de estos problemas de la vida con su lucha del pudiente contra el desposeído, al campo de las utopías ingenuas. Y a esto lo llama "buscar respuestas a los problemas de la vida, planteándolos idealmente en su compleja y candente realidad;' (R. B., núm. 1), cuando en la práctica no intentó siquiera analizar ni explicar esta realidad de la vida.
   
En cambio, nos ofrece una utopía que ha inventado extrayendo del modo más absurdo elementos aislados de las diversas formaciones sociales: algo de la medieval, algo de la "nueva", etc. Es claro que una teoría con semejante base forzosamente tenía que quedar al margen de la evolución real de la sociedad, por la sencilla razón de que nuestros utopistas tuvieron que vivir y actuar, no en relaciones sociales formadas por elementos tomados de aquí y de allá, sino en aquellas que determinan las relaciones entre el campesino y el kulak (mujik acomodado), entre el kustar y el acaparador, entre el obrero y el dueño de la fábrica, relaciones que no comprendieron en absoluto. Las tentativas y los esfuerzos que hicieron para trasformar estas relaciones no comprendidas y adaptarlas a sus ideales, necesariamente tenían que fracasar.
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He aquí, en los rasgos más generales, un esbozo de la situación en que se encontraba la cuestión del socialismo en Rusia cuando "surgieron los marxistas rusos".
   
Los marxistas comenzaron precisamente por la crítica de los métodos subjetivos de los socialistas anteriores; no se conformaron con hacer constar la explotación y condenarla: quisieron explicarla. Al ver que toda la historia de la Rusia posterior a la Reforma consiste en la ruina de las masas y en el enriquecimiento de una minoría; al observar la gigantesca expropiación de los pequeños productores, paralelamente al progreso técnico que se notaba en todas partes; al ver que estas corrientes opuestas surgen y se afianzan en los lugares y en la medida en que se desarrolla y afianza la economía mercantil, no podían menos que concluir que se trataba de una organización burguesa (capitalista) de la economía social, organización que necesariamente engendra la expropiación y la opresión de las masas. Y esta convicción ya determinaba su programa practico, que consistía en adherir a esa lucha del proletariado contra la burguesía, a la lucha de las clases desposeídas contra las poseedoras, que constituye el contenido principal de la realidad económica de Rusia, comenzando por la aldea más perdida y terminando por la fábrica moderna más perfeccionada. ¿Pero cómo adherirse? La propia realidad volvió a dictarles la respuesta. El capitalismo había convertido las principales ramas industriales en grandes industrias mecanizadas; al socializar de este modo la producción, había creado las condiciones materiales del nuevo régimen y, al mismo tiempo, una nueva fuerza social: la clase de los obreros de las fábricas y talleres, del proletariado urbano. Sometida a una explotación burguesa que, por su esencia económica, es la misma que sufre toda la población trabajadora de Rusia, esta clase se encuentra, sin embargo, en condiciones
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especialmente ventajosas en cuanto a su emancipación: nada la liga ya a la vieja sociedad, basada por entero en la explotación; las condiciones mismas de su trabajo y de su vida la organizan, la obligan a reflexionar, le permiten salir a la palestra de la lucha política. Es natural que los socialdemócratas hayan puesto toda su atención y todas sus esperanzas en esta clase, que se propongan como programa el desarrollo de su conciencia de clase, que hayan orientado toda su actuación en el sentido de ayudarla a elevarse a la lucha política directa contra el régimen actual y de arrastrar a esa lucha a todo el proletariado ruso.
   
Veamos ahora cómo combate el señor Mijailovski a los socialdemócratas. ¿Qué opone á sus concepciones teóricas, a su actuación política socialista? Nuestro crítico expone del siguiente modo las concepciones teóricas de los marxistas:
   
"La verdad -- según los marxistas, a decir del autor -- consiste en que, en virtud de las leyes inmanentes de la necesidad histórica, Rusia desarrollará su propia producción capitalista con todas las contradicciones internas que le son inherentes, devorando los grandes capitales a los pequeños, y mientras tanto el mujik, arrancado de la tierra, se convertirá en un proletario, se unirá, 'se socializará', y todo quedará arreglado a pedir de boca, y no le quedará a la humanidad feliz más trabajo que el de gozar de semejante situación."
   
Resulta, pues, que los marxistas no se diferencian en nada de los "amigos del pueblo" en la manera de concebir la realidad, sino sólo en la forma de imaginarse el porvenir: para nada se ocupan, por lo visto, del presente, sino sólo de "perspectivas". No cabe duda de que así es como piensa el señor
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Mijailovski. Los marxistas, dice, "están completamente se guros de que en sus predicciones del porvenir no hay nada utópico, sino que todo está pesado y medido según las nor mas estrictas de la ciencia" Y finalmentej con mayor clari dad aún: los marxistas "creen y profesan fe en la inmutabi lidad del esquema histórico abstracto".
   
En una palabra, estamos en presencia de la acusación más trivial y burda que desde hace mucho tiempo emplean contra los marxistas todos los que no pueden oponer nada esencial a sus concepciones. ¡¡"Los marxistas profesan fe en la inmutabilidad del esquema histórico abstracto"!!
   
¡Pero si esto es pura y simplemente mentiras y patrañas!
   
Ningún marxista ha utilizado nunca, en parte alguna, el argumento de que en Rusia "debe haber" capitalismo "porque" lo ha habido en Occidente, etc. Ningún marxista ha visto jamás en la teoría de Marx una especie de esquema filosófico histórico obligatorio para todos, algo más que la explicación de determinada formación económicosocial. Sólo el filósofo subjetivista señor Mijailovski se ha ingeniado para no comprender a Marx, hasta el punto de ver en su obra una teoría filosófica universal; Marx le contestó con una explicación bien clara, diciéndole que se había equivocado de dirección. Jamás marxista alguno basó sus concepciones socialdemócratas en algo que no fuera la conformidad de la teoría con la realidad y con la historia de determinadas relaciones económicosociales, esto es, de las relaciones rusas. Y no podía proceder de otro modo, porque el propio fundador del "marxismo", Marx, lo exige de la teoría y lo declara con toda precisión y nitidez, haciendo de esta exigencia la piedra angular de toda su doctrina.
   
Por supuesto, el señor Mijailovski puede dedicarse cuanto quiera a refutar esta declaración, afirmando que ha oído "con
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sus propios oídos" precisamente una profesión de fe en un esquema histórico abstlacto. ¿Pero qué nos importa a nosotros, socialdemócratas, o a cualquier otra persona, que el señor Mijailovski haya tenido que oír toda clase de dislates absurdos de sus interlocutores? ¿No demuestra esto tan solo que el señor Mijailovski elige con gran acierto a sus interlocutores, y nada más? Desde luego, es muy posible que estos ingeniosos interlocutores del ingenioso filósofo se hayan dado el nombre de marxistas, de socialdemócratas, etc. ¿Pero quién ignora el hecho (hace ya tiempo observado) de que hoy cualquier canalla gusta de vestirse de "rojo"?[*] Y si el señor Mijailovski es tan perspicaz que no puede distinguir a estos "disfrazados" de los verdaderos marxistas, o si ha comprendido tan profundamente a Marx que no advirtió este criterio de toda su doctrina, criterio que Marx destaca insistentemente (la fórmula de "lo que está sucediendo ante nuestros ojos"), esto sólo vuelve a demostrar que el señor Mijailovski carece de inteligencia, y nada más.
   
En todo caso, puesto que resolvió polemizar en la prensa contra los "socialdemócratas", debió tener en cuenta al único grupo de socialistas que lleva desde hace ya tiempo este nombre, de modo que no es posible confundirlo con otros, y tiene quienes lo representan en la literatura: Plejánov y su círculo[29]. Y si hubiera procedido así -- como evidentemente lo habría hecho toda persona con un mínimo de decencia --, y hubiera consultado aunque sólo fuese la primera obra socialdemócrata, el libro de Plejánov Nuestras divergencias, allí habría
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visto, en las primeras páginas, una declaración categórica del autor en nombre de todos los miembros del círculo.
   
"En ningún caso queremos cubrir nuestro programa con la autoridad de un gran nombre" (es decir, con la autoridad de Marx). ¿Comprende usted el ruso, señor Mijailovski? ¿Comprende la diferencia que existe entre una profesión de fe en esquemas abstractos y el negar que Marx tenga autoridad alguna para juzar acerca de los asuntos rusos?
   
¿Comprende que, al exponer como marxista una opinión cualquiera que tuvo la suerte de oír de sus interlocutores y al dejar a un lado la declaración impresa de un miembro destacado de la socialdemocracia, hecha en nombre de todo el grupo, no procedió con honradez?
   
Y más adelante la declaración es más categórica todavía:
   
"Repito -- dice Plejánov -- que entre los marxistas más consecuentes pueden surgir discrepancias en lo referente a enjuiciar la realidad rusa actual"; nuestra doctrina es "el primer intento de aplicar esta teoría científica al análisis de relaciones sociales sumamente complicadas y confusas".
   
Al parecer, es difícil hablar con más claridad: los marxistas, indudablemente, sólo toman de la teoría de Marx los métodos más preciosos, sin los cuales es imposible comprender las relaciones sociales y, por consiguiente, tienen por criterio de su apreciación de estas relaciones, no los esquemas abstractos y otras necedades por el estilo, sino su exactitud y conformidad con la realidad.
   
¿O bien cree usted que, al hacer tales declaraciones, el autor pensaba en realidad de otro modo? Pero no es así. El asunto de que se ocupaba consistía en saber si "Rusia tiene que pasar por la fase capitalista de desarrollo". Por consiguiente, estaba formulado de un modo que nada tenía de marxista, sino que coincidía con los métodos subjetivistas de
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diversos filósofos de nuestro país que ven el criterio de esta necesidad en la política de las autoridades, o en la actividad de la "sociedad", o en el ideal de una sociedad "conforme a la naturaleza humana", y otras sándeces por el estilo. Cabe preguntar ahora: ¿cómo debería responder a semejante pregunta una persona que cree en los esquemas abstractos? Evidentemente, debería hablar de la indiscutibilidad del proceso dialéctico, de la significación filosófica universal de la teoría de Marx, de que es inevitable para cada país, pasar por la fase. . ., etc., etc.
   
¿Y cómo respondió Plejánov?
   
En la única forma en que podía responder un marxista.
   
Dejó por completo a un lado el problema de lo que debe ser, como cosa superflua, que sólo podía interesar a los subjetivistas, y se refirió exclusivamente a las verdaderas relaciones económicosociales, a su verdadera evolución. Por lo mismo, no dio tampoco una respuesta directa a la pregunta planteada de modo tan desacertado, y en cambio respondió así: "Rusia ha entrado en la senda capitalista".
   
¡Pero el señor Mijáilovski habla con aire de experto sobre la profesión de fe en esquemas históricos abstractos, sobre las leyes inmanentes de la necesidad y sobre otros disparates increíbles! ¡¡Y llama a esto "polémica con los socialdemócratas"!!
   
Renuncio definitivamente a comprender: si él es un polemista, ¡¿qué es entonces un charlatán?!
   
Tampoco podemos dejar de observar, con respecto al razonamiento del señor Mijailovski, citado más arriba, que él expone las concepciones de los socialdemócratas dándoles el sentido de que "Rusia desarrollará su propia producción capitalista" Es evidente que a juicio de este filósofo no existe
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en Rusia producción capitalista "propia". El autor, por lo visto, comparte la opinión de que el capitalismo ruso se limita a millón y medio de obreros (más adelante volveremos a encontrarnos con esta idea infantil de nuestros "amigos del pueblo", que clasifican no se sabe cómo todas las demás formas de explotación del trabajo libre). "Rusia desarrollará su propia producción capitalista con todas las contradicciones internas que le son inherentes, y mientras tanto, el mujik, arrancado de la tierra, se convertirá en un proletario." ¡Cuanto más nos adentramos en el bosque, más leña hay! ¿De modo que en Rusia no existen "contradicciones internas"?, es decir, hablando sin circunloquios, ¿no existe la explotación de las masas del pueblo por un puñado de capitalistas, no se arruina la enorme mayoría de la población mientras se enriquece un puñado de individuos? ¿No está ya el mujik separado de la tierra? ¿En qué consiste toda la historia de Rusia después de la reforma, sino en una expropiación de los campesinos en masa, de intensidad jamás vista en parte alguna? Hay que tener gran valor para declarar en público semejantes cosas. Y el señor Mijailovski lo tiene, cuando dice: "Marx operaba con un proletariado ya formado y con un capitalismo ya formado, mientras que nosotros todavía tenemos que crearlos". ¡¿Rusia tiene que crear todavía un proletariado?! En Rusia, único país en el que puede verse semejante miseria de las masas, una miseria extrema, y una explotación tan infame de los trabajadores, país que se comparaba (con toda razón) con Inglaterra por la situación de sus pobres; en Rusia, donde el hambre de millones de hombres del pueblo es un fenómeno constante, que existe paralelamente, por ejemplo, a la creciente exportación de cereales, ¡¡en Rusia no hay proletariado!!
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¡Creo que el señor Mijailovski merece un monumento en vida, por estas clásicas palabras![*]
   
Digamos de paso que más adelante veremos que ésta es una táctica constante, y la más consecuente, de los "amigos del pueblo": consiste en cerrar hipócritamente los ojos ante la insoportable situación de los trabajadores en Rusia y pintarla sólo como "inestable", de modo que bastarían los esfuerzos de la "sociedad culta" y del gobierno para llevarlo todo al buen camino. Estos paladines creen que con cerrar los ojos ante el hecho de que la situación de las masas trabajadoras es mala, no porque "haya perdido estabilidad" sino porque éstas son sometidas al saqueo más infame por parte de un puñado de explotadores; creen que con esconder la cabeza en la arena como los avestruces, para no ver a los explotadores, éstos desaparecerán. Y cuando los socialdemócratas les dicen que es una cobardía vergonzósa tener miedo de mirar la realidad cara a cara; cuando toman como punto de partida este hecho de la explotación y afirman que su única explicación posible está en la organización burguesa de la sociedad rusa, organización que escinde a la masa del pueblo en proletariado y burguesía, y en el carácter de clase del Estado ruso, que no es más que el órgano de la dominación de esa burguesía, y que, por lo mismo, la única solución consiste en la lucha de clases del proletariado contra la burguesía: ¡¡entonces esos "amigos
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del pueblo" ponen el grito en el cielo y afirman que los socialdemócratas quieren privar al pueblo de la tierra, quieren destruir la organización económica de nuestro pueblo!!
   
Llegamos ahora al lugar más indignante de toda esta "polémica", indecente por no decir más: a la "crítica" (?) que el señor Mijailovski hace de la actuación política de los socialdemócratas. Todo el mundo comprende que la actuación de los socialistas y agitadores entre los obreros no puede ser honradamente discutida en nuestra prensa legal y que lo único que en este sentido puede hacer una prensa decente, sometida a la censura, es "mantener un discreto silencio". El señor Mijailovski ha olvidado esta regla tan elemental y no siente escrúpulos en aprovecharse del monopolio de que goza para dirigirse al público lector, con objeto de cubrir de lodo a los socialistas.
   
¡Pero ya se encontrarán, fuera dei periodismo legal, medios para combatir a este crítico inescrupuloso!
   
"A mi entender -- el señor Mijailovski se hace el ingenuo --, los marxistas rusos pueden ser divididos en tres categorías: marxistas espectadores [observadores impasibles del proceso], marxistas pasivos [que sólo "alivian los dolores del alumbramiento", "no se interesan por el pueblo arraigado en la tierra y centran su atención y sus esperanzas en los que ya están privados de medios de producción"] y marxistas activos [que insisten lisa y llanamente en la ruina del campo]."
   
¡¿Qué significa esto?! Porque es imposible que el señor crítico ignore que los marxistas rusos son socialistas que parten del punto de vista de que la realidad de nuestro medio es una sociedad capitalista y la única salida de ella es la lucha de clases del proletariado contra la burguesía. ¿Por qué y sobre qué base los confunde en un todo, con una vulgaridad absurda? ¿Qué derecho (moral, por supuesto) tiene el crítico
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a extender el término de marxistas a personas que no aceptan las tesis evidentemente más elementales y fundamentales del marxismo, a personas que nunca ni en parte alguna han actuado como grupo especial, nunca ni en parte alguna han expuesto un programa suyo especial?
   
El señor Mijailovski se ha reservado una serie de escapatorias para justificar estos procedimientos indignos.
   
"Es posible -- bromea con la ligereza de un infatuado hombre de mundo -- que no sean verdaderos marxistas, pero ellos se consideran tales, y declaran serlo." ¿Dónde y cuándo lo han declarado? ¿En los salones liberales y radicales de Petersburgo? ¿En cartas privadas? Supongamos que así sea. Entonces, ¡siga charlando con ellos en sus salones y en su correspondencia! Pero usted se manifiesta en la prensa y públicamente, contra personas que jamás, y en parte alguna, se han manifestado públicamente (bajo la bandera del marxismo). ¡Y todavía se atreve a declarar que polemiza con los "socialdemócratas", sabiendo que este nombre sólo lo lleva un grupo de socialistas revolucionarios y que no se los debe confundir con nadie!*
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El señor Mijailovski maniobra y se escurre, como un escolar sorprendido in fraganti : yo nada tengo que ver con eso, se esfuerza en demostrar al Icctor. "Lo he oído con mis propios oídos y lo he visto con mis propios ojos." ¡Perfectamente! Creemos de buena gana que sólo tiene ante los ojos a gente vulgar y canallesca. ¿Pero qué tiene que ver eso con nosotros, con los socialdemócratas? ¿Quién ignora que "en los tiempos actuales, cuando" no sólo la actuación socialista, sino cualquier actividad social un tanto independiente y honrada origina una persecucion política, por cada persona que realmente trabaja -- bajo una u otra bandera: la de "Naródnaia Volia", la del marxismo o inclusive, digamos, la del constitucionalismo --, hay varias decenas de charlatanes que encubren con esos nombres su cobardía liberal y quizás algunos, ya verdaderos canallas, que sacan alguna tajada? ¿No es evidente que sólo la más baja de las vilezas sería capaz de responsabilizar a cualquiera de estas tendencias por el hecho de que su bandera sea enlodada (y además, no en público, ni abiertamente) por cualquier canalla? Toda la exposición del señor Mijailovski es una cadena de puras tergiversaciones, desfiguraciones y trucos. Ya vimos más arriba cómo tergiversó por completo las "verdades" de las que parten los socialdemócratas, ya vimos que las expuso como jamás las ha expuesto, ni las podía exponer marxista alguno. Y si hubiera expuesto la verdadera concepción que de la realidad rusa tienen los socialdemócratas, no habría podido menos de ver que hay una sola manera de "concordar" con ellas: contribuir al desarrollo de la conciencia de clase del proletariado, organizándolo y agrupándolo estrechamente para la lucha política contra el régimen actual. Le ha quedado, entre paréntesis, otro subterfugio más. Con aire de inocencia ofendida, alza farisaicamente los ojos al cielo y deja oír su
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voz melosa: "Me place mucho escuchar esto, pero no entiendo contra qué protestan (así dice en el núm. 2 de Rússkoie Bogatstvo ). Lean con mayor atención mi juicio sobre los marxistas pasivos y verán que yo afirmo: nada puede objetar se desde el punto de vista ético".
   
Esto, claro está, no es otra cosa que volver a rumiar los miserables subterfugios anteriores.
   
Porque, ¿cómo podría definirse la actitud de un hombre?, que pretendiese criticar el populismo socialrevolucionario (tomo como ejemplo un periodo en que aún no se hubiera manifestado otra corriente populista) y que dijera más o menos lo siguiente:
   
"Los populistas, a mi entender, se subdividen en tres categorías: los populistas consecuentes, que aceptan plenamente las ideas del mujik y, en estricto acuerdo con sus anhelos, hacen un principio general de la práctica de los castigos corporales y de los malos tratos a la mujer y, en general, de toda la política infame del gobierno del knut y del garrote, que, por añadidura, se llamó política popular; sigue luego la categoría de los populistas cobardes, que no se interesan por las opiniones del mujik y sólo intentan trasplantar a Rusia el movimiento revolucionario que le es extraño, por medio de asociaciones, etc., a quienes, dicho sea de paso, nada puede objetarse desde el punto de vista ético, a no ser lo resbaladizo del camino, que puede desviar fácilmente al populista cobarde al campo de los populistas consecuentes y audaces; y por último los populistas audaces, que realizan plenamente los ideales populares del mujik acomodado y por ello se afincan en el campo para llevar la vida de verdaderos kulaks." Naturalmente, toda persona decente diria que esto es una burla vulgar y canallesca. Y si, por añadidura, el individuo que
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tales cosas afirmara no pudiese ser tefutado por los populistas en la misma prensa; si, además, las ideas de estos populistas hubiesen sido expuestas hasta entonces sólo en forma clandestina y, por lo mismo, hubiera muchas personas que no tuviesen respecto de ellas un concepto exacto y pudiesen dar fe con facilidad a todo lo que se les dijera acerca de los populistas, todo el mundo estaría de acuerdo en que semejante individuo . . .
   
En fin, quizás el propio señor Mijailovsk; no haya olvidado aún del todo la palabra que cabría poner aquí.
   
¡Pero basta ya! Quedan todavía muchas insinuaciones por el estilo en el señor Mijailovski, pero no conozco trabajo más fatigoso, más ingrato y más repugnante que revolver este lodo, recopilar las alusiones dispersas aquí y allá, compararlas y buscar aunque sólo sea una objeción seria.
   
¡Basta!
Abril de 1894.
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En el texto del artículo el lector encontrará notas en las cuales se hace referencia a un examen posterior de algunos problemas, cuando en realidad no se efectúa tal examen.
   
Ello se debe a que el artículo que of recemos a la consideración del lector sólo es la primera parte de la respuesta a los artículos de Rússkoie Bogatstvo acerca del marxismo. La falta absoluta de tiempo ha impedido la salida oportuna de este artículo, pero no consideramos posible postergarla más; aun así llevamos dos meses de retraso. Por eso nos decidimos a publicar por ahora el examen de la "crítica" del señor Mijailovski, sin esperar a terminar la impresión de todo el artículo.
   
En la segunda y tercera partes en preparación, el lector en contrará, además del examen ofrecido, también el de los puntos de vista económicosociales de los otros jefes de Rússkoie Bogatstvo, los señores Iuzhakov y S. Krivenko, en relación con un ensayo sobre la realidad económica de Rusia y "a las ideas y la táctica de los socialdemócratas" que de esa tealidad se desprenden.
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La presente edición es una reproducción exacta de la primera. Como no participamos en absoluto en la elaboración del texto, no nos hemos considerado con derecho a someterlo a modificación alguna y nos hemos limitado únicamente a la labor editorial. El motivo que nos induce a emprender esta labor es la seguridad de que la presente obra contribuirá a cierta reanimación de nuestra propaganda socialdemócrata.
   
En la creencia de que la disposición a promover esta propaganda debe ser una consecuencia ineludible de las convicciones socialdemócratas, apelamos a todos los que comparten las ideas del autor del presente folleto para que contribuyan con todos los medios (sobre todo, naturalmente, con la reedición) a asegurar la más amplia difusión posible, tanto de la presente obra como de todos los órganos de la propaganda marxista en general. El momento actual es particurarmente propicio para esta contribución. Rússkoie Bogatstvo está adquiriendo un tono cada vez más provocador con respecto a nosotros. En un esfuerzo por paralizar la difusión de las ideas socialdemócratas en la sociedad, la revista llegó a acusarnos directamente de indiferencia para con los intereses del proletariado y de insistencia en perseguir la ruina de las masas. Nos atrevemos a pensar que con tales procedimientos la revista sólo se hace daño a sí misma y prepara nuestra victoria. Sin embargo, no hay que olvidar que los calumniadores disponen de todos los medios materiales para la más amplia
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propaganda de sus calumnias. Tienen una revista con una tirada de miles de ejemplares, tienen a su disposición salas de lectura y bibliotecas. Por eso debemos aplicar todos nuestros esfuerzos para demostrar a nuestros enemigos que aun las ventajas de una situación privilegiada no aseguran siempre el éxito de sus difamaciones. Estamos completamente seguros de que esos esfuerzos no han de faltar.
Julio de 1894.
Wer wird nicht einen Klopstock loben?
Doch wird ihn jeder lesen? Nein.
Wir wollen weniger erhoben
Und fleissiger gelesen sein! [*]
   
* "¿Quién dejará de alabar a Klopstock? ¿Pero lo leerán muchos? No. ¡ Nosotros preferimos que nos ensalcen menos, pero que nos lean más!" (Lessing). (N. de la Red.)
   
* Se entiende, por supuesto, que se trata siempre de la conciencia de las relaciones sociales y no de otras.
   
* La subversión de la ciencia por el señor Dühring ("Anti-Dühring "). (N. de la Red.)
   
* Tampoco en este caso pierde el señor Mijailovski la ocasión de ironizar: ¿cómo, pues, se compagina la concepción científica de la historia y el enigma de la historia antigua? En cualquier manual puede usted ver, señor Mijailovski, que el problema de la organización gentilicia es de los más difíciles, yque para su explicación se han formulado numerosas teorías.
   
* En realidad, ¿de qué otto modo podría llamarse el método de reprochar a los materialistas el no haber ajustado sus cuentas con la historia, sin intentar, no obstante, analizar literalmente ninguna de las numerosas explicaciones materialistas de los diversos problemas historicos, dadas por los materialistas; o el de afirmar que se podría demostrar, pero que no nos vamos a ocupar de ello?
   
* Idea puramente burguesa: las familias pequeñas, separadas, empezaron a predominar sólo en el régimen burgués; no existian en absoluto en las épocas prehistóricas. Nada caracteriza más a un burgués que la aplicación de los rasgos del régimen contemporáneo a todas las épocas y a todos los pueblos.
   
* A propósito de este término absurdo es preciso observar que el señor Mijailovski destaca especialmente a Marx (demasiado inteligente y demasiado erudito para que nuestro crítico pueda criticar en forma directa y abierta alguna de sus tesis), luego a Engels ("de una inteligencia no tan creadora") y después a personas más o menos independientes, como Kautsky y los otros marxistas. ¿Pero qué significado serio puede tener esta clasificacion? Si al crítico no le satisfacen los divulgadores de Marx, ¿quién le impide corregirlos de acuerdo con Marx? No hace nada de eso. Por lo visto, quiso ser ingenioso, pero sólo consiguió ser trivial.
   
* El capital y la táctica de los socialdemóctatas lo ponen de manifiesto con claridad a diferencia de los socialistas anteriores. Marx sostenía abiertamente que no había que limitarse al aspecto económico. En 1843, al elaborar el proyecto de programa de una revista que se editaría Marx escribía a Ruge: "El principio socialista, en conjunto, representa también aquí un solo aspecto . . . Nosotros, en cambio, debemos prestar igual atención a otro aspecto, a la existencia teórica del hombre, y por lo tanto hacer objeto de nuestra crítica la religión, la ciencia, etc. . . . Así como la religión constituye el índice de las luchas teóricas de la humanidad, así el Estado politico es el indice de las luchas prácticas de la humanidad. De este modo, el Estado politico, dentro de los límites de su forma, expresa sub specie rei publicae [desde el punto de vista político], todas las luchas, necesidades e inteteses sociales. Por lo tanto, hacer objeto de crítica el problema político más especial -- por ejemplo, la diferencia entre el sistema estamental y el sistema representativo -- no significa en modo alguno descender de la hauteur des principes [de la altura de los principios. (N. de la Red.)], pues este problema expresa en el lenguaje politico la diferencia entre la dominación del hombre y la dominación de la propiedad privada. De modo que el crítico no sólo puede, sino que debe referirse a estos problemas políticos [que a un socialista de cortos alcances le parecen no merecer atención alguna]"[18].
   
* En cuanto al punto 1. (N. de la Red.)
   
* Historia crítica de la economía nacional y del socialismo (3a edición, 1879, págs. 486-487). (N. de la Red.)
   
* Que semejante formulación de las concepciones de Dühring cuadra plenamente al señor Mijailovski, lo demuestra el siguiente pasaje de su artículo: C. Marx enjuiciado por el señor I. Zhukovski. Al replicar al señor Zhukovski, quien afirmaba que Marx era un defensor de la propiedad privada, el señor Mijailovski señala este esquema de Marx, explicándolo de la siguiente manera: "El esquema de Marx comprende dos muy conocidos trucos de la dialéctica hegeliana: en primer Iugar, el esquema está construido de acuerdo con las leyes de la tríada hegeliana; en segundo término, la síntesis se basa en la identidad de los contrarios: propiedad individual y social. De modo que aquí la palabra 'individual' tiene un sentido especial, puramente convencional, como elemento del proceso dialéctico, y no se puede basar en ella absolutamente nada". Esto lo decía un hombre con las mejores intenciones, para defender ante el público ruso al "sanguíneo" Marx del burgues señor Zhukovski. ¡Y con estas buenas intenciones, dice que Marx basa su concepción del proceso en "trucos"! El señor Mijailovski podría deducir de ello una moraleja que le sería bastante útil: las buenas intenciones no bastan, cualquiera sea el asunto de que se trate.
   
* No está de más, me parece, señalar al respecto que toda esta explicacion de Engels está en el mismo capítulo donde habla de la semilla, de la doctrina de Rousseau y de otros ejemplos del proceso dialéctico. Creo que sería suficiente comparar estos ejemplos con las manifestaciones tan claras y categóricas de Engels (y de Marx, a quien había leído previamente el manuscrito de esa obra), para afirmar que ni siquiera se puede hablar de que se procura demostrar algo con las tríadas o introducir en la descripción del proceso real "los elementos convencionales" de dichas tríadas; parece que esto basta para comprender lo absurdo que es acusar al marxismo de dialéctica hegeliana.
   
* "Lo que es lícito para Júpiter, no lo es para el buey." (N. de la Red.)
   
* Por lo mismo, se omiten otros rasgos de los regímenes económicos de la Edad Media, porque pertenecen a la formación social del feudalismo, y Marx analiza sólo la formación capitalista. El proceso de desarrollo del capitalismo propiamente dicho comenzó en realidad (por ejemplo, en Inglaterra) a partir del régimen de los pequeños productores de mercancías diseminados, con su propiedad individual basada en el trabajo.
   
* Kustar: artesano en idioma ruso. (N. del T.)
   
* "Por formas medievales de trabajo -- explica el autor en otro lugar -- no sólo debe entenderse la propiedad comunal de la tierra, las industrias de kustares y la organizacióp en artel. Todas éstas son, indudablemente, formas medievales, pero es preciso agregarles también toda forma de propiedad, sobre la tierra o sobre los instrumentos de producción por parte de los trabajadores."
   
* Todo esto lo escribo suponiendo que el señor Mijailovski oyó en realidad profesiones de fe sobre esquemas históricos abstractos, y que no inventó nada. Sin embargo, considero absolutamente necesario hacer esta salvedad: "como me lo contaron, te lo cuento".
   
* Pero quizá el señor Mijailovski intente zafarse también en esta ocasión, afirmando que no quiso decir que en Rusia no hay proletariado en general, sino sólo que no hay proletariado capitalista. Si es así, ¿Por qué no lo dijo? Pues todo el problema consiste precisamente en saber si el proletariado ruso es un proletariado característico de la organización burguesa o de alguna otra organización de la economía social. ¿Quién tiene la culpa de que, en dos artículos enteros, no haya usted dicho ni una palabra sobre este problema, el único serio e importante, y haya prefcrido charlar sobre toda clase de necedades y llegar a las conclusiones más absurdas?
   
* Debo detenerme por lo menos en uno de los hechos indicados por el señor Mijailovski. Cualquiera que haya leído su artículo tendrá que aceptar que incluye también al señor Skvortsov (autor del artículo Causas económicas de los años de hambre ) entre los "marxistas". Y sin embargo este señor no se titula a sí mismo marxista, y sería suficiente el conocimiento más elemental de las obras socialdemócratas para ver que, desde su punto de vista, ese señor es el más insignificante de los burgueses, y nada más. ¡Cómo puede ser marxista si no comprende que el ambiente social para el cual proyecta sus progresos es un ambiente burgués y que, por lo mismo, todas las "mejoras en el cultivo de la tierra", que realmente se observan aún en la agricultura, significan un progreso burgués que mejora la situación de la minoría y que proletariza a las masas! ¡Cómo puede ser marxista, si no entiende que el Estado al cual se dirige con proyectos es un Estado de clase, sólo capaz de apoyar a la burguesía y de oprimir al proletariado!
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pág. 271
[1]
El libro Quiénes son los "amigos del pueblo" y cómo lucoan contra los socialdemóctatas fue escrito en 1894 (la primera parte fue terminada en abril, la segunda y la tercera durante el verano). Lenin empezó a preparar la obra en Samara, entre 1892 y 1893. En el círculo de marxistas de esa ciudad hizo varias disertaciones en las que censuraba con vigor a los enemigos del marxismo, los populistas liberales V. V. (Vorontsov), Mijailovski, Iuzhakov, Krivenko; esas conferencias sirvieron de material preparatorio para esta obra.
pág. 272
[2]
Rússkoie Bogatstvo ("La riqueza rusa"): revista mensual que se publicó desde 1876 hasta mediados de 1918. A partir de los comienzos de la década del 90 se convirtió en el órgano de los populistas liberales y fue redactado por S. Krivenko y N. Mijailovski. Postulaba una política de conciliación con el gobierno zarista al negarse a la lucha revolucionaria contra éste, combatia encarnizadamente el marxismo y hostigaba a los marxistas rusos.
[pág. 7]
[3]
Se trata del artículo de Mijailovski, "C. Marx enjuiciado por el señor I. Zhukovski", publicado en Otiéchestviennie Zapiski, núm. 10, octubre de 1877.
[pág. 10]
[4]
Lenin cita el prólogo de Contribución a la crítica de la economía política (véase C. Marx y F. Engels, Obras Escogidas, t. I).
[pág. 15]
[5]
El contrato social : una de las obras fundamentales de Jean-Jacques Rousseau. Fue publicada en 1762. Su idea básica es la de que todo régimen social debe ser el resultado de un libre acuerdo de un contrato entre los seres humanos. La teoría del "contrato social", formulada en vísperas de la revolución burguesa del siglo XVIII en Francia, es idealista en su esencia, a pesar de lo cual desempeñó un papel revolucionario. Expresaba la demanda de igualdad burguesa y reclamaba la abolición de los privilegios de los estamentos feudales y el establecimiento de la república burguesa.
[pág. 15]
[6]
Véase C. Marx El capital, t. I.
[pág. 24]
[7]
Carta de C. Marx a la Redacción de "Otiéchestviennie Zapiski " fue escrita a fines de 1877, a raíz de la publicacion del artículo de Mijailovski "C. Marx enjuiciado por el señor I. Zhukovski". Después de la muerte de Marx, Engels copió la carta y la remitió a Rusia; según sus palabras, "circuló durante mucho tiempo en Rusia en copias manuscritas del original frances, y por último se publicó traducida al ruso en Viéstnik Naródnoi Voli, núm. 5, 1886, Ginebra, y más tarde, también en Rusia. Como todo lo que escribió Marx, esa carta despertó vivo interés en los círculos rusos". La carta fue publicada por primera vez en Rusia en la revista Iuridíscheski Viéstnik, num. 10, 1888. Véase C. Marx y F. Engels, Correspondencia.
[pág. 24]
[8]
F. Engels, Anti-Dühring, Sección segunda: Economía política. Objetivo y metodo.
[pág. 24]
[9]
Se alude aquí a la obra La ideología alemana, escrita por Marx y Engels en 1845-1846. El manuscrito de la obra permaneció durante varias décadas en los archivos de la socialdemocracia alemana. Fue publicado por primera vez integramente en aleman, en 1932, por el Instituto de Marx-Engels-Lenin.
pág. 273
   
La descripción citada (a continuación) fue tomada del prefacio a Ludwig Feuerbach y el fin de la filosofia clásica alemana hecho por F. Engels. Véase C. Marx y F. Engels, Obras Escogidas, t. II.
[pág. 25]
[10]
Véase el prefacio a la primera edición alemana de El origen de la familia, la propiedad privada y el estado (1884) en C. Marx y F. Engels, Obras Escogidas, t. II.
[pág. 27]
[11]
Organización gentilicia de la sociedad : régimen de la comunidad primitiva. En su obra Sobre el materialismo dialéctico y el materialismo histórico J. Stalin dio una clásica descripcion de ese régimen.
[12]
Sistema de los "pomestie" : sistema especial de propiedad agraria feudal que apareció y se afianzó en Rusia a mediados del siglo XV. A diferencia de la "vótchina", que constituía una propiedad total y hereditaria del boyardo, los "pomestie" constituían una propiedad condicional y transitoria del noble que desempeñaba un cargo. La tierra de los "pomestie", pertenecia al soberano feudal y se la repartía originalmente a las personas que tenían cargos en el ejercito o en la Corte. Los "pomestie" se fueron transformando gradualmente en el sistema de propiedad hereditaria. Desde mediados del siglo XVII, la diferencia entre las dos formas mencionadas de propiedad agraria feudal desapareció gradualmente; y los derechos de sus benefiarios se igualaron. En
pág. 274
tiempos de Pedro I los "pomestie" se convirtieron definitivamente en el sistema de propiedad privada de la nobleza rural.
[pág. 33]
[13]
Asociación Internacional de los Trabajadores : I Internacional, fundada por C. Marx en el otoño de 1864 en Londres. La Internacional, encabezada por Marx y Engels, dirigió la lucha política y económica de los obreros de diferentes países, consolidó su solidaridad internacional, y luchó contra los anarquistas prodhounistas, los bakuninistas y las demás tendencias antimarxistas. En 1872, de hecho, la Internacional dejó de existir. La significación histórica de la I Internacional consiste en que ella "sentó los fundamentns de una organización mundial de obreros a fin de preparar el ataque revolucionario al capital" (Lenin ).
[pág. 36]
[14]
V. Burenin : colaborador del periódico reaccionario Nóvoie Vrémia y calumniador, quien atacaba rabiosamente a los representantes de todas tendencias progresistas de las ideas sociales. Lenin usa este nombre como sinónimo de procedimientos deshonestos en la polémica.
[pág. 37]
[15]
Nóvoie Vrémia ("Tiempo nuevo"): diario publicado en Petersburgo de 1868 a octubre de 1917; perteneció a diferentes editores y cambió repetidas veces su orientación política. En un comienzo, fue moderadamente liberal; desde 1876 se transformó en vocero de la nobleza reaccionaria y la burocracia oficialista. Después de ser sobornado por el gobierno zarista, luchó no sólo contra el movimiento revolucionario sino tambíén contra el movimiento liberal burgués.
[16]
Véase C. Marx y F. Engels, Obras Escogidas, t. II.
[pág. 43]
[17]
Véase C. Marx, El capital, t. I.
[pág. 44]
[18]
Lenin cita la carta de C. Marx a A. Ruge, de septiembre de 1843 (C. Marx y F. Engels, Obras Completas, t. I).
[pág. 45]
[19]
Viéstnik Evropi : revista mensual que apareció de 1866 a primavera de 1918 en Petersburgo. Propagó puntos de vista de la burguesía liberal de Rusia; y, desde el comienzo de la década del 90 del siglo XIX, combatió consecuentemente al marxismo.
[pág. 50]
[20]
Este artículo (firmado I. K.-n) de I. Kaufman, profesor de la Universidad de Petersburgo, fue considerado por Marx como una de las tesis más explícitas sobre el método dialéctico (véase el Epilogo de Marx a la segunda edición del tomo I de El capital ).
[pág. 50]
[21]
Lenin cita a continuación un pasaje de la obra de F. Engels Anti-Dühring, en su propia traducción (Primera sección: Filosofía, capítulo XIII: Dialéctica. Negacion de la negación).
[pág. 53]
pág. 275
[22]
Otiéchestviennie Zapiski : revista en la cual colaboró V. Bielinski a partir de 1839. Desde 1868 asumieron la dirección N. Nekrásov, M. Saltikov-Schedrín, Eliceiev y otros escritores; en este período agrupo en su derredor a los intelectuales democráticos revolucionarios. Fue constantemente perseguida por la censura y, en 1884, el gobierno zarista la clausuró.
[pág. 61]
[23]
Postronni es seudónimo de Mijailovski.
[pág. 61]
[24]
Se trata de las premisas que Marx y Engels formularon en Manifiesto del Partido Comunista :
[25]
Véase F. Engels, Anti-Dühring (Primera sección: Filosofía, capítulo IX: Moral y derecho. Verdades eternas).
[pág. 67]
[26]
Se refiere a los artículos de N. Mijailovski titulados "A propósito de la edición rusa del libro de C. Marx" y "C. Marx enjuiciado por el señor I. Zhukovski" (Otiéchestviennie Zapiski, núm. 4, abril de 1872 y núm. 10, octubre de 1877, respectivamente).
[pág. 70]
[27]
Lenin cita la carta de C. Marx a A. Ruge, de septiembre de 1843 (C. Marx y F. Engels, Obras Completas, t. I).
[pág. 74]
[28]
Lenin se refiere a I. Iuzhakov, ideólogo de los populistas y director de la revista Rússkoie Bogatstvo, cuyos conceptos políticos y económicos (sobre la apreciación de la actualidad económica rusa, el destino del capitalismo en Rusia, la descomposición de los campesinos y etc.) fueron criticados por Lenin en la segunda parte de Quiénes son los "amigos del pueblo". De esa parte no fue hallado el manuscrito, ni tampoco una copia de la edición hectografiada (1894).
[pág. 75]
[29]
Se refiere al grupo "Emancipación del Trabajo": primer grupo marxista ruso, que J. Plejánov fundó en 1883 en Ginebra. Contribuyó con su magna labor a difundir el marxismo en Rusia. En cuanto a la apreciación de la actividad de ese grupo y de su papel histórico, véase capítulo I del Compendio de la Historia del Partido Comunista (b) de la URSS.
[pág. 85]
[30]
De los editores : Epilogo de la primera edición de la primera parte de Quiénes son los "amigos del pueblo" y cómo luchan contra los social demócratas.
[pág. 95]
pág. 276
[31]
A propósito de esta edición : Epílogo de la segunda edición de la primera parte, escrito en julio de 1894.
[pág. 96]
La obra fue editada por partes. La primera se imprimió en hectografo en Petersburgo (en la primavera de 1894) y se distribuyó ilegalmente en esa y otras ciudades. En julio de 1894 apareció la segunda edición de la primera parte, impresa en igual forma. Alrededor de cien ejemplares de la primera y la segunda partes fueron impresos por A. Ganshin en agosto, en Gorki (provincia de Vladímir). En septiembre del mismo año A. Vaneiev imprimió en Petersburgo, también en hectógrafo, cincuenta ejemplares más de la primera parte (era la cuarta edición) y aproximadamente la misma cantidad de la tercera. Un grupo socialdemócrata del distrito de Borzonsk, provincia de Chernígov, la publicó en hectógrafo.
La obra circulaba ampliamente en Rusia y fuera de ella. Era bien conocida por el grupo "Emancipacion del Trabajo" y otras organizaciones socialdemócratas rusas en el extranjero.
En 1923 se encontró una copia hectografiada de la primera y tercera partes en el archivo socialdemócrata de Berlín, y casi en la misma época, en la Biblioteca Pública de Leningrado.
En 1936 fue descubierto un nuevo ejemplar hectografiado de la edición de 1894 con un sinnúmero de correcciones de redacción, evidentemente hechas por Lenin cuando revisó la edición para que se publicara en el exterior.
La segunda parte del libro (en que las concepciones económicas políticas del populista liberal Iuzhakov fueron criticadas por Lenin) aún no ha sido hallada.
[pág. tít.]
"Bajo el régimen de la comunidad primitiva, la base de las relaciones de producción es la propiedad social sobre los medios de producción. Esto, en sustancia, corresponde al carácter de las fuerzas productivas durante este período. Las herramientas de piedra y el arco y la flecha, que aparecen más tarde, excluían la posibilidad de luchar aisladamente contra las fuerzas de la naturaleza y contra las bestias feroces. Si no querían morir de hambre, ser devorados por las fieras o sucumbir a manos de las tribus vecinas, los hombres de aquella época veíanse obligados a trabajar en común, y así era como recogían los frutos en el bosque, como organizaban la pesca, como construían sus viviendas, etc. El trabajo en común condujo a la propiedad en común sobre los instrumentos de produccion, al igual que sobre los productos. Aún no había surgido la idea de la propiedad privada sobre los medios de producción, exceptuando la propiedad personal de ciertas herramientas, que al mismo tiempo que herramientas de trabajo eran armas de defensa contra las bestias feroces. No existía aún explotación, no existían clases." (Cuestiones del leninismo )
El libro de Morgan mencionado en el texto (págs. 26-27) lleva el nombre de Ancient society.
[pág. 30]
Burenin, en un artículo publicado el 4 de febrero de 1894, colmó de elogios a Mijailovski por combatir a los marxistas.
[pág. 40]
"Las tesis teóricas de los comunistas no se basan en modo alguno en ideas y principios inventados o descubiertos por tal o cual reformador del mundo.
"No son sino la expresión de conjunto de las condiciones reales de una lucha de clases existente, de un movimiento histórico que se está desarrollando ante nuestros ojos."
[pág. 65]
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