De las
V. I. Lenin OBRAS ESCOGIDAS
(en tres tomos)
Editorial Progreso
M o s c ú, 1961
III CONGRESO DE LA INTERNATIONAL COMUNISTA. 22 de junio - |
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1. TESIS DEL INFORME SOBRE LA TACTICA DEL PARTIDO |
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1. |
La situación internacional de la RSFSR |
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2. |
Correlación de las fuerzas de clase en la escala internacional |
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3. |
Correlación de las fuerzas de clase en rusia |
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4. |
El proletariado y los campesinos de rusia |
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5. |
Alianza militar entre el proletariado y los campesinos |
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6. |
Paso a relaciones económicas justas entre el prolerar- |
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7. |
Por qué y en qué condiciones el Poder sovietico admite |
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8. |
Exitos de nuestra política de abastecimiento |
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9. |
Base material del socialismo y plan de electrificación |
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10. |
Papel de la "democracia pura", de la II Internacional y de |
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2. DISCURSO EN DEFENSA DE LA TACTICA DE LA INTERNA- |
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22 DE JUNIO-12 DE JULIO DE 1921
TESIS DEL INFORME SOBRE LA TACTICA DEL PARTIDO
   
Caracteriza actualmente la situación internacional de la República Socialista Federativa Soviética de Rusia cierto equilibrio, que, aun siendo en extremo inestable, ha creado, sin embargo, una coyuntura peculiar en la política mundial.
   
Su peculiaridad consiste en lo siguiente: por una parte, la burguesía internacional, llena de odio y hostilidad rabiosos contra la Rusia Soviética, en todo momento está dispuesta a lanzarse sobre ella y estrangularla. Por otra parte, todas las tentativas de intervención militar, que le han costado a esa burguesía centenares de millones de francos, han terminado con un completo fracaso, a pesar de que el Poder soviético era entonces más débil que ahora y los terratenientes y capitalistas rusos tenían ejércitos enteros en el territorio de la RSFSR. En todos los países capitalistas se ha acentuado extraordinariamente la oposición a la guerra contra la Rusia Soviética, oposición que nutre el movimiento revolucionario del proletariado y gana a masas muy amplias de la democracia pequeñoburguesa. La divergencia de intereses entre los distintos países imperialistas se ha recrudecido y se recrudece cada día de un modo más señalado. El movimiento revolucionario se extiende con pujanza formidable entre los centenares de millones de hombres que forman los pueblos oprimidos de Oriente. Como consecuencia de todo ello, el imperialismo internacional, a pesar de ser mucho más fuerte que la Rusia Soviética, no ha podido estrangularla y se ha visto obligado a reconocerla o reconocerla a medias, temporalmente, a concertar con ella tratados comerciales.
   
Ha resultado un equilibrio extremadamente precario, extremadamente inestable, pero al fin y al cabo un equilibrio que hace posible, claro que no por mucho tiempo, la existencia de la República Socialista en el cerco capitalista.
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Sobre la base de semejante estado de cosas, la correlación de fuerzas de clase en la escala internacional es como sigue:
   
La burguesía internacional, privada de la posibilidad de hacer abiertamente la guerra contra la Rusia Soviética, se mantiene a la expectativa, acechando el momento en que las circunstancias le permitan reanudar esta guerra.
   
El proletariado de los países capitalistas avanzados ha formado ya en todas partes su vanguardia, los partidos comunistas, que se desarrollan, marchando con firmeza a la conquista de la mayoría del proletariado en cada país, destruyendo la influencia de los viejos burócratas tradeunionistas y de la capa superior de la clase obrera de América y de Europa, corrompida por los privilegios imperialistas.
   
La democracia pequeñoburguesa de los países capitalistas, representada en su sector avanzado por la II Internacional y por la Internacional II y media, constituye en la actualidad el principal sostén del capitalismo, porque sigue ejerciendo su influencia sobre la mayoría o sobre una parte considerable de los obreros y empleados de la industria y del comercio, que temen perder, en caso de revolución, su relativo bienestar pequeñoburgués, creado por los privilegios del imperialismo. Pero la creciente crisis económica agrava en todas partes la situación de las grandes masas, cosa que, juntamente con el hecho cada vez más evidente de que son inevitables nuevas guerras imperialistas si se mantiene el capitalismo, hace que sea cada vez más inseguro el puntal de que venimos hablando.
   
Las masas trabajadoras de las colonias y semicolonias, que constituyen la inmensa mayoría de la población del globo, fueron despertadas ya a la vida politica desde principios del siglo XX, sobre todo por las revoluciones de Rusia, Turquía, Persia y China. La guerra imperialista de 1914-1918 y el Poder soviético en Rusia hacen definitivamente de estas masas un factor activo de la política mundial y de la destrucción revolucionaria del imperialismo, aunque los filisteos cultos de Europa y de América, incluyendo a los líderes de la II Internacional y de la Internacional II y media, siguen obstinados en no verlo. Encabeza estos países la India Británica, donde la revolución asciende con tanta mayor rapidez cuanto más importancia adquiere en ella, por una parte, el proletariado industrial y ferroviario y cuanto más bestial es, por otra, el terror de los ingleses, que recurren cada vez con mayor frecuencia a matanzas en masas (Amritsar)[199], a penas de azotes en público, etc.
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La situación política interior de la Rusia Soviética se caracteriza por el hecho de que, por primera vez en la historia universal, vemos que en Rusia sólo existen desde hace algunos años dos clases: el proletariado, educado a lo largo de decenios por una gran industria mecanizada moderna, a pesar de ser muy joven y los pequeños campesinos, que constituyen la inmensa mayoría de la población.
   
Los grandes terratenientes y los capitalistas no han desaparecido en Rusia, pero han sido expropiados totalmente y han quedado derrotados por completo en el terreno político como clase, cuyos restos han ido a esconderse entre los empleados de la administración pública soviética. Han conservado su organización de clase en el extranjero como emigración, que asciende probablemente a millón y medio o dos millones de personas y tiene más de cincuenta diarios de todos los partidos burgueses y "socialistas" (es decir, pequeñoburgueses), restos del ejército y numero sos vínculos con la burguesía internacional. Esta emigración trabaja con todas sus fuerzas y por todos los medios para derribar el Poder soviético y restaurar el capitalismo en Rusia.
   
Dada esta situación interior de Rusia, la tarea principal de su proletariado, como clase dominante, consiste en este momento en determinar y llevar a la práctica acertadamente las medidas necesarias para dirigir a los campesinos, para establecer con ellos una firme alianza, para realizar una larga serie de transiciones graduales que conduzcan a la gran agricultura colectiva mecanizada. Esta tarea ofrece en Rusia dificultades especiales, tanto por el atraso de nuestro país como a consecuencia de su extremada ruina tras siete años de guerra imperialista y de guerra civil. Pero aun prescindiendo de tal particularidad, esta tarea es de las más difíciles que la construcción socialista planteará a todos los países capitalistas, exceptuando quizá a Inglaterra. Sin embargo, tampoco por lo que toca a Inglaterra se debe olvidar que, si bien es en ella muy poco numerosa la clase de los pequeños agricultores arrendatarios, en cambio es excepcionalmente elevado el porcentaje de obreros y empleados que viven como pequeños burgueses a consecuencia de la esclavitud que de hecho sufren centenares de millones de hombres en las colonias "pertenecientes" a Inglaterra.
   
Por eso, desde el punto de vista del desarrollo de la revolución proletaria mundial, como proceso único, la importancia de la
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época por la que atraviesa Rusia reside en que ésta ponga prácticamente a prueba y compruebe la política del proletariado dueño del poder estatal respecto a la masa pequeñoburguesa.
   
La base de unas relaciones justas entre el proletariado y los campesinos en la Rusia Soviética ha sido creada por la época de 1917-1921, cuando la invasión de los capitalistas y terratenientes, apoyados por toda la burguesía mundial y por todos los partidos de la democracia pequeñoburguesa (eseristas y mencheviques), formó, templó y selló la alianza militar del proletariado y los campesinos en defensa del Poder soviético. La guerra civil es la forma más aguda de la lucha de clases, y cuanto más aguda es esta lucha, con tanta mayor rapidez se consumen en su fuego todas las ilusiones y prejuicios pequeñoburgueses, con tanta mayor evidencia enseña la misma práctica, aun a los sectores más atrasados de los campesinos, que sólo la dictadura del proletariado puede salvarles, que los eseristas y los mencheviques no son de hecho más que lacayos de los terratenientes y capitalistas.
   
Pero si la alianza militar entre el proletariado y los campesinos fue -- y no pudo menos de serlo -- la primera forma de una alianza sólida entre ellos, no hubiera podido mantenerse ni siquiera unas semanas sin cierta alianza económica entre las clases mencionadas. Los campesinos obtuvieron del Estado obrero toda la tierra y protección contra los terratenientes y los kulaks; los obreros obtuvieron de los campesinos viveres, como préstamo hasta que fuera restaurada la gran industria.
   
Desde el punto de vista del socialismo, la alianza entre los pequeños campesinos y el proletariado sólo puede ser del todo justa y firme cuando el transporte y la gran industria, completamente restablecidos, permitan al proletariado suministrar a los campesinos, a cambio de los víveres, todos los productos que necesiten para si y para mejorar su hacienda. La espantosa ruina del país impedia hacerlo en seguida. El sistema de contingentación fue la medida más asequible para un Estado insuficientemente organizado, con el fin de sostenerse en una guerra de inauditas dificultades contra los terratenientes. La mala cosecha y la falta de piensos en 1920 recrudecieron de un modo particular la grave penuria que ya sufrían los campesinos, haciendo absolutamcnte indispensable el paso inmediato al impuesto en especie
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Un impuesto en especie moderado mejora inmediata y considerablemente la situación de los campesinos, interesándoles al mismo tiempo en la extensión del cultivo y en el perfeccionamiento de la agricultura.
   
El impuesto en especie es el paso de la requisa de todos los sobrantes de trigo del campesino a un intercambio socialista justo de productos entre la industria y la agricultura.
   
El impuesto en especíe, naturalmente, significa que el campesino tiene libertad de disponer de los sobrantes que le quedan después de pagar el impuesto. Mientras el Estado no pueda ofrecer al campesino productos de la fábrica socialista a cambio de todos estos sobrantes, la libertad de comerciar con los excedentes significa inevitablemente libertad de desarrollo del capitalismo.
   
Sin embargo, dentro de los límites indicados, esto no representa peligro alguno para el socialismo, mientras el transporte y la gran industria sigan en manos del proletariado. Al corltrario, el desarrollo del capitalismo controlado y regulado por el Estado proletario (es decir, del capitalismo "de Estado" en este sentido de la palabra) es ventajoso y necesario (claro que sólo hasta cierto punto) en un país de pequeños campesinos, extraordinariamente arruinado y atrasado, porque puede acelerar un desarrollo inmediato de la agricultura por los campesinos. Con mayor razón puede decirse lo mismo de las concesiones: sin desnacionalizar, el Estado obrero da en arriendo determinadas minas, bosques, explotaciones petrolíferas, etc., a capitalistas extranjeros, para obtener de ellos instrumental y máquinas suplementarias que nos permitan apresurar la restauración de la gran industria soviética.
   
Al pagar a los concesionarios con una parte de productos de gran valor, el Estado obrero abona sin duda un tributo a la burguesía mundial; sin disimularlo lo más mínimo, debemos comprender claramente que nos conviene pagarlo con tal de apresurar la restauración de nuestra gran industria y conseguir una gran mejoría de la situación de los obreros y los campesinos.
   
La política de abastecimiento de la Rusia Soviética de 1917 a 1921 ha sido indudablemente muy tosca, imperfecta, ha dado lugar a muchos abusos. Se cometieron una serie de errores al llevarla a la práctica. Pero era en suma la única posible en aquellas
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condiciones. Y ha cumplido su misión histórica: ha salvado la dictadura del proletariado en un país en ruinas y atrasado. Es un hecho indiscutible que esta política ha ido poco a poco perfeccionándose. Durante el primer año de nuestro pleno ejercicio del poder (del 1° de agosto de 1918 al 1° de agosto de 1919) recogió el Estado 110 millones de puds de grano; en el segundo, 220; en el tercero, más de 285.
   
Ahora, contando ya con una experiencia práctica, nos proponemos y calculamos recoger 400 millones de puds (el volumen del impuesto en especie es de 240 millones de puds). Unicamente siendo dueño efectivo de unas reservas de víveres suficientes, podrá el Estado obrero mantenerse firmemente sobre sus pies en el terreno económico, asegurar una restauración lenta pero constante de la gran industria y crear el debido sistema financiero.
   
La base material del socialismo no puede ser sino la gran industria mecanizada, capaz de reorganizar también la agricultura. Pero no debemos limitarnos a este principio general. Hay que concretarlo. Una gran industria, a la altura de la técnica moderna y capaz de reorganizar la agricultura, supone la electrificación de todo el país. Teníamos que hacer el trabajo científico de elaborar el plan de electrificación de la RSFSR, y yá lo hemos hecho con la colaboración de más de doscientos de los mejores hombres de ciencia, ingenieros y agrónomos de Rusia, esta obra ha quedado terminada, se ha impreso en un grueso volumen y, en conjunto, ha sido aprobada por el VIII Congreso de los Soviets de toda Rusia en diciembre de 1920 Ahora está preparada ya la convocatoria de un congreso nacional de electrotécnicos, que se celebrará en agosto de 1921 y examinará en detalle esta obra, después de lo cual será definitivamente aprobada por el Gobierno. Los trabajos de electrificación están calculados para diez años en su primera fase; requerirán unos 370 millones de jornadas.
   
Mientras en 1918 teníamos 8 centrales eléctricas de nueva planta (con 4.757 kW), en 1919 esta cifra se elevó a 36 (con 1.648 kW), y a 100 en 1920 (con 8.699 kW).
   
Por muy modesto que sea este principio para nuestro inmenso país, lo esencial es que se ha empezado, que se trabaja y cada vez mejor. Después de la guerra imperialista, después de haberse puesto en contacto millones de prisioneros en Alemania con la técnica moderna, avanzada, después de la dura experiencia de tres años de guerra civil, que lo ha forjado, el campesino ruso no
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es ya el que era antiguamente. De mes en mes va viendo con mayor claridad y evidencia que sólo la dirección del proleta riado puede arrancar a la masa de pequeños a~ricultores de la esclavitud del capital y llevarlos al socialismo.
   
La dictadura del proletariado no significa el cese de la lucha de clases, sino su continuación en una forma nueva y con nuevas armas. Mientras subsistan las clases, mientras la burguesía derribada en un país decuplique sus ataques contra el socialismo en el terreno internacional, seguirá siendo indispensable esa dictadura. La clase de los pequeños agricultores no puede dejar de pasar en la época de transición por una serie de vacilaciones. Las dificultades del estado de transición y la influencia de la burguesía provocan inevitablemente, de cuando en cuando, vacilaciones en la disposición de ánimo de esta masa. El proletariado, debilitado y hasta cierto punto desclasado por la ruina de su base vital -- la gran industria mecanizada --, debe asumir una misión histórica sumamente difícil, la más grande: mantenerse firme frente a estas vacilaciones y llevar a cabo su obra de emancipar el trabajo del yugo del capital.
   
Políticamente, las vacilaciones de la pequeña burguesía tienen su expresión en la política de los partidos democráticos pequeñoburgueses, es decir, de los partidos de la II Internacional y de la Internacional II y media, como son en Rusia el de los eseristas ("socialistas revolucionarios") y el menchevique. Teniendo ahora sus principales Estados Mayores y sus periódicos en el extranjero, estos partidos actúan de hecho en bloque con toda la contrarrevolución burguesa y son sus fieles servidores.
   
Los jefes inteligentes de la gran burguesía rusa, y a su frente Miliukov, jefe del partido de los "kadetes" ("demócratas constitucionalistas"), han apreciado con toda claridad, exactitud y franqueza este papel de la democracia pequeñoburguesa, es decir, de los eseristas y de los mencheviques. Con motivo de la sublevación de Cronstadt, en el que unieron sus fuerzas mencheviques, eseristas y guardias blancos, propugnó Miliukov la consigna de "Los Soviets sin bolcheviques" (N° 64 de Pravda, 1921, citando Posliednie Nóvosti de París[200]). Desarrollando esta idea, escribía: "Honor y sitio" a los eseristas y los mencheviques, porque sobre ellos recae la misión de ser los primeros en quitar el poder a los bolcheviques. Miliukov, líder de la gran burguesía, tiene bien en cuenta la experiencia de todas las revoluciones, que han demostrado cómo la democracia pequeñoburguesa es incapaz de con-
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servar el poder, limitándose siempre a encubrir la dictadura de la burguesía, a ser el escalón que conduce al poder absoluto de esta última.
   
La revolución proletaria en Rusia vuelve a confirmar esta experiencia de 1789-1794 y 1848-1849, a confirmar las palabras de F. Engels, quien, en una carta a Bebel, del 11 de diciembre de 1884, decía:
   
". . . La democracia pura. . . en momentos de revolución, adquirirá por breve plazo un valor temporal. . . como última tabla de salvación de toda la economía burguesa e incluso feudal. . . De igual modo, en 1849 toda la masa burocrático-feudal apoyó de marzo a septiembre a los liberales para mantener suietas a las masas revolucionarias. . . En todo caso, durante la crisis y al día siguiente de ésta, nuestro unico adversario será toda la masa reaccionaria, agrupada alrededor de la democracia pura, y creo que esto no puede en caso alguno dejar de tenerse en cuenta" (publicado en ruso en el periódico Kommunistícheski Trud [201], N° 360, del 9 de junio de 1921, en el artículo del camarada V. Adoratski: Lo que dicen Marx y Engels sobre la democracia. En alemán, en el libro de Federico Engels: Testamento Político, Berlín, 1920, N° 12 de la Biblioteca Internacional de la Juventud, pág. 19).
Moscú, Kremlin,13 de junio de 1921.
N. Lenin
DE LA INTERNATIONAL COMUNISTA [198]
1
COMUNISTA DE RUSIA
1. LA SITUACION INTERNACIONAL DE LA RSFSR
EN LA ESCALA INTERNACIONAL
Y LOS CAMPESINOS DE LA RSFSR
EL PROLERARIADO Y LOS CAMPESINOS
ADMITE EL CAPITALISMO Y LAS CONCESIONES
Y PLAN DE ELECTRIFICACION DE RUSIA
II INTERNACIONAL Y DE LA INTERNACIONAL II Y MEDIA,
DE LOS ESERISTAS Y MENCHEVIQUES, ALIADOS DEL CAPITAL
Publicado en 1921 en folleto
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V. I. Lenin, Obras, |
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DISCURSO EN DEFENSA DE LA TACTICA    
Camaradas: Lamento mucho tener que limitarme a la autodefensa (R i s a s.) Digo que lo lamento mucho porque, después de conocer el discurso del camarada Terracini y las enmiendas hechas por tres delegaciones, siento gran deseo de pasar a la ofensiva, pues contra las opiniones defendidas por Terracini y estas tres delegaciones hacen falta, en realidad, acciones ofensivas. Si el Congreso no despliega una enérgica ofensiva contra estos errores, contra estas necedades "izquierdistas", todo el movimiento está condenado a perecer. Tal es mi profunda convicción. Pero nosotros somos marxistas organizados y disciplinados. No podemos conformarnos con discursos contra algunos camaradas. A los rusos estas frases izquierdistas nos causan ya náuseas. Somos hombres de organización. Al elaborar nuestros planes, debemos actuar organizadamente y esforzarnos por en contrar una línea certera. Naturalmente, para nadie es un secreto que nuestras tesis son un compromiso. Pero ¿por qué no ha de ser así? Entro los comunistas, que convocan ya el III Congreso y han establecido principios básicos bien definidos, los compromisos, en determinadas condiciones, son necesarios. Nuestras tesis, propuestas por la delegación rusa, han sido estudiadas y preparadas con la mayor meticulosidad tras largas reflexiones y deliberaciones con las diferentes delegaciones. Su finalidad es trazar la línea fundamental de la Internacional Comunista, y estas tesis son necesarias sobre todo ahora, después de que no sólo hemos condenado en el aspecto formal a los verdaderos centristas, sino que los hemos excluido del partido. Tales son los hechos. Debo defender estas tesis. Y cuando ahora aparece Terracini diciendo que debemos proseguir la lucha contra los centristas, y luego expone cómo proponen librar esta lucha, yo digo que si estas enmiendas deben implicar una determinada tendencia, es necesario luchar sin piedad contra esa tendencia, porque, de lo contrario, no habrá comunismo ni Internacional Comunista. A mí me extraña que e] Partido Comunista Obrero Alemán[202] no
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haya suscrito estas enmiendas. (R i s a s.) Pues basta ver lo que defiende Terracini y lo que se dice en estas enmiendas Comienzan así: "En la página primera, columna primera, renglón 19, hay que tachar: "La mayoria. . ." " ¡La mayoría! ¡Esto es extraordinariamente peligroso! (R i s a s.) Y más adelante. En lugar de las palabras "tesis fundamentales", hay que decir "objetivos". Las tesis fundamentales y los objetivos son dos cosas distintas: en cuanto a los objetivos, estarán de acuerdo con nosotros hasta los anarquistas, porque también ellos son partidarios de abolir la explotación y las diferencias de clase.
   
En el transcurso de mi vida me he encontrado y he hablado con pocos anarquistas, pero los he visto bastante. A veces he conseguido ponerme de acuérdo con ellos en cuanto a los objetivos, pero jamás en cuanto a los principios. Los principios no son el objetivo, ni el programa, ni la táctica, ni la teoría. La táctica y la teoría no son los principios. ¿Que nos diferencia de los anarquistas en el sentido de los principios? Los principios del comunismo consisten en el establecimiento de la dictadura del proletariado y en la aplicación de la coerción por el Estado durante el período de transición. Tales son los principios del comunismo, pero esto no es el objetivo. Y los camaradas que han hecho semejante propuesta han cometido un error.
   
En segundo lugar, allí se dice: "Hay que tachar la palabra "mayoría" ". Leamos todo el texto:
   
"El III Congreso de la Internacional Comunista emprende la revisión de las cuestiones de táctica en momentos en que en diversos países la situación objetiva se ha agudizado en el sentido revolucionario, y cuando se ha organizado toda una serie de partidos comunistas de masas, que, por lo demás, en ninguna parte han tomado en sus manos la dirección efectiva de la mayoría de la clase obrera en su lucha revolucionaria real":
   
Pues bien, quieren tachar la palabra "mayoría". Si no podemos ponernos de acuerdo sobre cosas tan sencillas, no comprendo cómo podemos actuar juntos y conducir al proletaríado hacia la victoria. Entonces nada puede extrañar que tampoco podamos llegar a un acuerdo en cuanto a los principios. Mostradme un partido que haya conseguido ya la mayoría de la clase obrera. Terracini no ha pensado siquiera en citar un ejemplo. Semejante ejemplo no existe.
   
Así, pues: en lugar de "principios", poner la palabra "objetivos", y tachar la palabra "mayoría". ¡Muchas gracias! No iremos por ahí. Ni siquiera el partido alemán -- uno de los mejores -- cuenta con la mayoría de la clase obrera. Esto es un hecho. Nosotros, que tenemos por delante la lucha más dura, no tememos proclamar esta verdad, pero aquí hay tres delegaciones que quieren comenzar por lo que no es verdad, porque si el Con-
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greso tachara la palabra "mayoría", demostraría con ello que quiere lo que no es verdad. Esto es completamente claro.
   
Sigue después esta enmienda: "En la página 4, columna primera, renglón 10, las palabras "Carta abierta"[203], etc., "hay que tacharlas" ". Ya he oído hoy un discurso en el que se ha expre sado el mismo pensamiento. Pero eso era completamente natural. Se trata del discurso del camarada Hempel, miembro del Partido Comunista Obrero Alemán. Decía: "La "Carta abierta" ha sido un acto de oportunismo". Con infinito pesar y para mi mayor vergüenza, había escuchado ya semejante opinión en conversaciones particulares. Pero cuando en el Congreso, después de debates tan prolongados, se calificaba de oportunista la "Carta abierta", ¡esto es un bochorno y un oprobio! Pues bien, aparece el camarada Terracini, en nombre de tres delegaciones, y pretende tachar las palabras "Carta abierta". ¿Para qué, entonces, la lucha contra el Partido Comunista Obrero Alemán? La "Carta abierta" es un paso político ejemplar. Así está dicho en nuestras tesis. Y debemos defender sin falta este criterio. Esa carta es ejemplar como primer acto del método práctico de atraer a la mayoría de la clase obrera. Quien no comprenda que en Europa -- donde casi todos los proletarios están organizados -- debemos conquistar a la mayoría de la clase obrera, está perdido para el movimiento comunista, jamás aprenderá nada si en tres años de una gran revolución aún no ha aprendido esto.
   
Terracini dice que en Rusia hemos vencido a pesar de que el partido era muy pequeño. Está descontento de que con respecto a Checoslovaquia se diga lo que pone en las tesis. Hay aquí 27 en miendas, y si se me ocurriese criticarlas, tendría que hablar no menos de tres horas, como lo han hecho algunos oradores. . . Aquí se ha dicho que en Checoslovaquia el Partido Comunista tiene de 300 a 400.000 afiliados, que es necesario atraer a la mayoría, crear una fuerza invencible y continuar conquistando nuevas masas obreras. Terracini ya está dispuesto a lanzarse al ataque y dice: Si el partido tiene ya 400.000 obreros, ¿para qué queremos más? ¡Tachar! (R i s a s.) Teme la palabra "masas" y quiere hacerla desaparecer. El camarada Terracini ha compren dido muy poco de la revolución rusa.
   
En Rusia éramos un partido pequeño, pero con nosotros estaba, además, la mayoría de los Soviets de diputados obreros y campesinos de todo el país. (U n a v o z: "¡Es cierto!") ¿Es que vosotros tenéis eso? Con nosotros estaba casi la mitad del ejército, que contaba entonces, por lo menos, con 10 millones de hombres. ¿Acaso a vosotros os sigue la mayoría del ejército? ¡Indicadme un solo país! Si estas opiniones del camarada Terracini son compartidas por tres delegaciones más, ¡entonces no todo marcha bien dentro de la Internacional! Entonces debemos decir:
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"¡Alto! ¡Lucha decidida! De lo contrario perecerá la Internacional Comunista". (A g i t a c i ó n e n l a s a l a.)
   
Basándome en mi experiencia, debo decir, aunque ocupo una posición defensiva (r i s a s), que el objetivo y el principio de mi discurso es la defensa de la resolución y de las tesis propuestas por nuestra delegación. Naturalmente, sería pedanteria afirmar que en ellas no se puede cambiar ni una letra. He tenido que leer no pocas resoluciones y sé muy bien que en cada renglón se podrían hacer excelentes enmiendas. Pero esto sería pedantería. Y si ahora, no obstante, afirmo que en el sentido político no se puede cambiar ni una letra, es porque las enmiendas presentan, como veo, un carácter político perfectamente definido porque conducen a un camino nocivo y peligroso para la Internacional Comunista. Por eso, yo y todos nosotros, y la delegación rusa, debemos insistir en no cambiar en las tesis ni una letra. No sólo hemos condenado a nuestros elementos derechistas, sino que los hemos expulsado. Pero si la lucha contra los derechistas se con vierte en un deporte, como lo hace Terracini, debemos decir: "¡Basta! ¡De lo contrario, el peligro será demasiado grave!"
   
Terracini ha defendido la teoría de la lucha ofensiva. Las de cantadas enmiendas proponen a este respecto una fórmula que ocupa dos o tres páginas. No hay necesidad de leerlas. Sabemos lo que allí está escrito. Terracini ha dicho con toda claridad cuál es el quid de la cuestión. Ha defendido la teoría de la ofensiva, hablando de "tendencias dinámicas" y del "tránsito de la pasividad a la actividad". En Rusia tenemos ya bastante experiencia política de lucha contra los centristas. Hace ya quince años luchamos contra nuestros oportunistas y centristas, así como contra los mencheviques, y alcanzamos la victoria no sólo sobre los mencheviques, sino también sobre los semianarquistas.
   
Si no hubiésemos hecho esto, no habriamos podido mantener el poder en nuestras manos, no ya tres años y medio, sino ní siquiera tres semanas y media, y no habríamos podido convocar aquí congresos comunistas. Las "tendencias dinámicas" y el "tránsito de la pasividad a la actividad" no son sino frases que pusieron en juego contra nosotros los eseristas de izquierda. Ahora éstos se hallan en la cárcel, defendiendo allí los "objetivos del comunismo" y pensando en el "tránsito de la pasividad a la actividad". (R i s a s.) No es posible argumentar como se argumenta en las enmiendas propuestas, porque en ellas no hay ni marxismo, ni experiencia política, ni argumentación. ¿Acaso en nuestras tesis hemos desarrollado la teoría general de la ofensiva revolucionaria? ¿Acaso Rádek o alguno de nosotros ha cometido semejante tontería? Hemos hablado de la teoría de la ofensiva en relación a un país y a un período bien determinados.
   
De nuestra lucha contra los mencheviques podemos citar casos
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demostrativos de que ya antes de la primera revolución había quienes dudaban de que el partido revolucionario debía pasar a la ofensiva. Si en un socialdemócrata -- entonces todos nos llamábamos así -- surgían tales dudas, emprendíamos la lucha contra él y decíamos que era un oportunista, que nada comprendía del marxismo y de la dialéctica del partido revolucionario. ¿Acaso el partido puede discutir si es admisible o no, en general, la ofensiva revolucionaria? En nuestro país, para encontrar ejemplos así, debemos retornar a quince años atrás. Si aparece un centrista de ésos o un centrista embozado que ponga en tela de juicio la teoría de la ofensiva, es preciso expulsarlo inmediatamente. Este problema no puede ser motivo de discusión. Pero es una vergüenza y un oprobio que ahora, a los tres años de Internacional Comunista, discutamos aún acerca de las "tendencias dinámicas" y del "tránsito de la pasividad a la actividad".
   
Nosotros no discutimos de esto con el camarada Rádek, que ha elaborado juntamente con nosotros estas tesis. Tal vez no haya sido acertado del todo iniciar en Alemania las divagaciones sobre la teoría de la ofensiva revolucionaria, cuando no estaba preparada una verdadera ofensiva. No obstante, el movimiento de marzo es un gran paso adelante, a pesar de los errores de sus dirigentes[204] Pero esto no quiere decir nada. Cientos de miles de obreros han luchado con heroismo. Por mucho que haya sido el valor con que el Partido Comunista Obrero Alemán ha luchado contra la burguesía, debemos decir lo mismo que dijo el camarada Rádek en un artículo en la prensa rusa referente a Hölz. Si alguien, aunque sea anarquista, lucha heroicamente contra la burguesía, esto, claro está, es una gran cosa; pero si cientos de miles de hombres luchan contra la infame provocación de los socialtraidores y contra la burguesía, esto es un verdadero paso adelante.
   
Es muy importante tener una actitud crítica hacia sus propios errores. Por ahí comenzamos nosotros. Si alguien, después de una lucha en la que han participado cientos de miles de personas, se pronuncia contra esta lucha y procede como Levi, es preciso expulsarlo. Y esto es lo que se ha hecho. Pero de aquí debemos sacar esta enseñanza: ¿acaso hemos preparado la ofensiva? (R á d e k: "No hemos preparado ni la defensa".) Sí, de la ofensiva se hablaba sólo en artículos de periódicos. Esta teoría, aplicada al movimiento de marzo de 1921 en Alemania, ha sido errónea -- debemos reconocerlo --; pero, en general, la teoría de la ofensiva revolucionaria no es falsa, ni mucho menos.
   
Vencimos en Rusia, y además con gran facilidad, porque preparamos nuestra revolución durante la guerra imperialista. Esta fue la primera condición. En nuestro país estaban armados diez millones de obreros y campesinos, y nuestra consigna era: paz
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inmediata a toda costa. Vencimos porque las grandes masas campesinas estaban animadas de un espíritu revolucionario contra los grandes terratenientes. Los socialistas revolucionarios, partidarios de la II Internacional y de la Internacional II y media, eran en noviembre de 1917 un gran partido campesino. Exigían procedimientos revolucionarios, pero como verdaderos héroes de la II Internacional y de la Internacional II y media, no tuvieron la suficiente valentía para actuar revolucionariamente. En agosto y septiembre de 1917 decíamos: "Teóricamente seguimos luchando contra los eseristas, pero prácticamente estamos dispuestos a adoptar su programa, porque sólo nosotros podemos aplicarlo". Y como lo dijimos, lo hicimos. A los campesinos, que estaban contra nosotros en noviembre de 1917, después de nuestra victoria, y enviaron una mayoría de socialistas revolucionarios a la Asamblea Constituyente, nos los ganamos, si no en unos días -- como equivocadamente supuse y predije --, en todo caso en unas semanas. La diferencia no es grande. Indicadme un país de Europa donde podáis atraer a vuestro lado a la mayoría de los campesinos en unas cuantas semanas. ¿Acaso en Italia? (R i s a s.) Si se dice que vencimos en Rusia a pesar de que teníamos un partido pequeño, lo único que se demuestra con eso es que no se ha comprendido la revolución rusa y que no se comprende en absoluto cómo hay que preparar la revolución.
   
Nuestro primer paso fue la creación de un verdadero partido comunista para saber con quién hablábamos y en quién podíamos tener plena confianza La consigna del I y del II Congresos fue -- "¡Abajo los centristas!" Si no nos deshacemos en toda la línea y en todo el mundo de los centristas y semicentristas, que en Rusia llamamos mencheviques, no podremos aprender ni siquiera el abecé del comunismo. Nuestra primera tarea es crear un verdadero partido revolucionario y romper con los mencheviques. Pero esto no es más que el grado preparatorio. Estamos celebrando ya el III Congreso, y el camarada Terracini sigue insistiendo en que la tarea del grado preparatorio consiste en expulsar, perseguir y desenmascarar a los centristas y semicentristas. ¡Muy agradecido! Ya nos hemos ocupado bastante de eso. En el II Congreso dijimos ya que los centristas son nuestros enemigos. Pero hay que seguir adelante. La segunda fase consistirá en aprender a preparar la revolución después de organizarnos en partido. En muchos países ni siquiera hemos aprendido a hacernos con la dirección. Vencimos en Rusia porque tuvimos a nuestro lado no sólo la mayoría indudable de la clase obrera (en 1917, durante las elecciones, nos apoyó la aplastante mayoría de los obreros, en contra de los mencheviques), sino también porque se pasaron a nuestro lado la mitad del ejército, inmediatamente después de la conquista del poder por nosotros, y las nueve dé-
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cimas partes de la masa campesina en unas cuantas semanas; vencimos porque adoptamos y pusimos en práctica, no nuestro programa agrario, sino el eserista. Nuestra victoria consistió precisamente en que aplicamos el programa eseristai por eso fue tan fácil esta victoria. ¿Acaso en vuestros países, en Occidente, cabe hacerse semejantes ilusiones? ¡Sería ridículo! ¡Comparad las condiciones económicas concretas, camarada Terracini y todos los que habéis suscrito la propuesta sobre las enmiendas! A pesar de que la mayoría se colocó con tanta rapidez a nuestro lado, fueron muy grandes las dificultades con que tropezamos después de la victoria. Sin embargo, nos abrimos paso porque no olvidábamos ni nuestros objetivos ni nuestros principios, y no consentimos, la permanencia en nuestro partido de gentes que silenciaban los principios y hablaban de los objetivos, de las "tendencias dinamicas" y del "tránsito de la pasividad a la actividad". Tal vez se nos acuse de que preferimos tener a estos señores en la cárcel. Pero de otro modo es imposible la dictadura. Debemos preparar la dictadura, pero esta preparación consiste en la lucha contra semejantes frases y semejantes enmiendas. (R i s a s.) En nuestras tesis se habla a cada paso de las masas. Pero, camaradas, es preciso comprender qué son las masas. Camaradas de la izquierda, el Partido Comunista Obrero Alemán abusa demasiado de esta palabra. Pero el camarada Terracini y todos los que han suscrito estas emniendas tampoco saben lo que es preciso entender por la palabra "masas".
   
Llevo hablando mucho tiempo; por eso, sólo quisiera decir unas palabras sobre el concepto de "masas". El concepto de "masas" es variable, según cambie el carácter de la lucha. Al comienzo de la lucha bastaban varios miles de verdaderos obreros revolucionarios para que se pudiese hablar de masas. Si el partido, además de llevar a la lucha a sus militantes, consigue poner en pie a los sin partido, eso es ya el comienzo de la conquista de las masas. Durante nuestras revoluciones hubo casos en que unos cuantos miles de obreros representaban la masa. En la historia de nuestro movimiento, en la historia de nuestra lucha contra los mencheviques, encontraréis muchos ejemplos en que bastaban en una ciudad unos miles de obreros para hacer evidente el carácter masivo del movimiento. Si unos miles de obreros sin partido que habitualmente llevan una vida apolítica y arrastran una existencia lamentable, que nunca han oído hablar de política, comienzan a actuar revolucionariamente, ya tenéis ante vosotros la masa. Si el movimiento se extiende y se intensifica, paulatinamente va transformándose en una verdadera revolución. Esto lo vimos en 1905 y en 1917, durante las tres revoluciones, y vosotros también tendréis aún ocasión de convenceros de esto. Cuando la revolución está ya suficientemente preparada, el concepto de
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"masas" es ya otro: unos cuantos miles de obreros no constituye ya la masa. Esta palabra comienza a significar otra cosa distinta. El concepto de masas cambia en el sentido de que por él se entiende una mayoría, y además no sólo una simple mayoría de obreros, sino la mayoría de todos los explotados. Para un revolucioario es inadmisible otro modo de concebir esto; cualquier otro sentido de esta palabra sería incomprensible. Es posible que también un pequeño partido, el inglés o el norteamericano, por ejemplo, después de estudiar bien la marcha del desarrollo político y de conocer la vida y los hábitos de las masas sin partido, suscite en un momento favorable un movimiento revolucionario (el camarada Rádek, como un buen ejemplo, ha indicado la huelga de mineros). Si un partido así presenta en semejante momento sus propias consignas y logra que le sigan millones de obreros, ante vosotros tendréis un movimiento de masas. Yo no excluyo de ningún modo que la revolución pueda ser iniciada también por un partido muy pequeño y llevada hasta la victoria. Pero es preciso conocer los métodos para ganarse a las masas. Para ello es necesario preparar a fondo la revolución. Pero vemos que hay camaradas que afirman: Hace falta renunciar inmediatamente a la exigencia de conquistar "grandes" masas. Es necesario luchar contra estos camaradas. En ningún país lograréis la victoria sin una preparación a fondo. Es suficiente un partido muy pequeño para conducir a las masas. En determinados momentos no hay necesidad de grandes organizaciones.
   
Mas para la victoria es preciso contar con las simpatías de las masas. No siempre es necesaria la mayoría absoluta; mas para la victoria, para mantener el poder, es necesaria no sólo la mayoría de la clase obrera -- empleo aquí el término "clase obrera" en el sentido europeooccidental, es decir, en el sentido de proletariado industrial --, sino también la mayoría de la población rural explotada y trabajadora. ¿Hebéis pensado en esto? ¿Vemos en el discurso de Terracini aunque no más sea una insinuación de esta idea? En él sólo se habla de la "tendencia dinámica", del "tránsito de la pasividad a la actividad". ¿Se dice en él aunque sólo sea una palabra sobre la cuestión del abastecimiento? Pues los obreros exigen alimentos, aunque pueden resistir muchas privaciones y pasar hambre, como lo hemos visto, hasta cierto grado. en Rusia. Por eso debemos atraer a nuestro lado no sólo a la mayoría de la clase obrera, sino también a la mayoría de la población rural trabajadora y explotada. ¿Habéis preparado esto? En casi ningún país.
   
Así, pues, repito: debo defender sin falta nuestras tesis, y considero obligatoria por mi parte esta defensa. No sólo hemos condenado a los centristas, sino que los hemos expulsado del partido. Ahora debemos dirigirnos contra otra parte, que también
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consideramos peligrosa. Debemos decir a los camaradas la verdad en la forma más correcta (y en nuestras tesis se ha dicho con amabilidad y cortesía), de manera que nadie se sienta ofendido: hoy tenemos planteadas cuestiones más importantes que la de perseguir a los centristas. Basta de ocuparnos de este problema. Ya estamos un poco hartos de él. En lugar de esto, los camaradas deberían aprender a librar una verdadera lucha revolucionaria. Los obreros alemanes ya la han emprendido. Cientos de miles de proletarios de este país se han batido con heroísmo. Es necesario expulsar inmediatamente a todo el que se pronuncie contra esta lucha. Pero después de esto no hay que dedicarse a la simple palabrería, sino que es necesario comenzar inmediatamente a aprender, aprender de los errores cometidos, la manera mejor de organizar la lucha. No debemos ocultar nuestros errores ante el enemigo. Quien tema esto, no es revolucionario. Por el contrario, si declaramos abiertamente a los obreros: "Sí, hemos cometido errores", esto significa que en adelante no han de repetirse tales errores y que sabremos elegir mejor el momento. Y si durante la lucha se pasa a nuestro lado la mayoría de los trabajadores -- no sólo la mayoría de los obreros, sino la mayoría de los explotados y oprimidos --, entonces venceremos de veras. (P r o l o n g a d o s y c l a m o r o s o s a p l a u s o s.)
DE LA INTERNACIONAL COMUNISTA
1 DE JULIO
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El III Congreso de la Internacional Comunista se reunió en Moscú del 22 de junio al 12 de junio de 1921. Participaron en sus labores representantes de los partidos comunistas, socialistas de izquierda y socialistas de 48 países y delegados de las organizaciones internacionales de la juventud y las mujeres. Estuvieron también invitados al Congreso representantes de grupos próximos a la Internacional Comunista.
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Se trata del ametrallamiento, por las tropas inglesas, del mitin de protesta que se celebro el 13 de abril de 1919 en la ciudad india de Amritsar contra la política terrorista del Gobierno ingles en la India.
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Hubo 400 muertos y 1.200 heridos. Matanzas como ésta se produjeron también en otras ciudades de la India.
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"Posliednie Nóvosti" ("Las Ultimas Noticias"): diario de los emigrados blancos, órgnno del contrarrevolucionario partido burgués de los demócratas constitucionalistas; se publicó en París desde abril de 1920 hasta julio de 1940; su redactor fue el líder de los demócratas constitucionalistas P. Miliukov.
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"Kommunistícheski Trud" ("El Trabajo Comunista"): diario, órgano del Comité de Moscú del PC(b) de Rusia y del Soviet de Moscú de los diputados obreros y campesinos. Empezó a salir el 18 de marzo de 1920. A partir del 7 de febrero de 1922 apareció con el nombre de Rabóchaya Moskvá ("Moscú Obrero"), y desde el 1 de marzo de 1939, con el de Moskovski Bolshevik ("El Bolchevique de Moscú"); desde el 19 de febrero de 1950 aparece con el título de Moskóvskaya Pravda ("La Verdad de Moscú").
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El Partido Comunista Obrero Alemán (PCOA) se formó con el grupo de los comunistas de "izquierda", entre los que había muchos elementos anarcosindicalistas, que se escindió en octubre de 1919 del Partido Comunista de Alemania; se constituyó como organización independiente en abril de 1920. El PCOA mantenía posiciones sectarias, se pronunciaba contra el aprovechamiento del parlamento, renunciaba a trabajar en los sindicatos y negaba el papel dirigente del Partido Comunista en la revolución proletaria. Al III Congreso de la Internacional Comunista asistió una delegación de este partido. El PCOA no cumplió los acuerdos del Congreso, que le exigían renunciar a la táctica sectaria y adherirse al Partido Comunista de Alemania, y fue expulsado de la Internacional Comunista. Posteriormente, el PCOA se convirtió en un grupo insignificante, hostil a la clase obrera de Alemania.
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Se alude a la "Carta abierta del Comité Central del Partido Comunista Unificado de Alemania " a todas las organizaciones socialistas y sindicales, publicada el 8 de enero de 1921 en el períodico Die Rote Fahne ("La Bandera Roja"); en esta carta se exhortaba a luchar juntos por las reivindicaciones más apremiantes de la clase obrera contra la ofensiva, que se intensificaba, de la reaccion. Las reuniones de obreros, en las que se examino la Carta abierta, se pronunciaron energicamente en pro del frente único. Los organismos dirigentes de los partidos socialistas y de los sindicatos de Alemania o no quisieron prestar oído al llamamiento del PCUA o lo rechazaron. El Partido Comunista Obrero Alemán ocupo una posición rotundamente negativa con relación a la Carta abierta.
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Los errores de los comunistas de "izquierda" en Alemania en marzo de 1921 consistieron en que empujaron a la clase obrera a una sublevacion prematura. Estos errores dimanaban de la "teoría de la ofensiva", predominante a la sazón en el partido, teoría que no tenía en cuenta si las amplias masas de los trabajadores apoyaban o no a la vanguardia de la clase obrera y si existian o no premisas objetivas para lanzarse al ataque. La "teoría de la ofensiva" significaba abandonar la paciente labor educativa de las masas y amenazaba con que el partido se apartase de ellas.
El Partido Comunista (bolchevique) de Rusia estuvo representado en el Congreso por 72 delegados que encabezaba Lenin.
Lenin fue elegido presidente de honor del Congreso. Dirigió todas las labores del mismo; participó en las labores de sus comisiones. Redactó las Tesis del informe sobre la táctica del PC de Rusia, presentado al III Congreso de la Internacional Comunista. Los acuerdos del Congreso sobre la táctica de los partidos comunistas y sobre organización fueron elaborados con su participacion directa. Pronunció los discursos sobre la cuestión italiana y en defensa de la táctica de la Internacional Comunista, así como el informe sobre la táctica del PC(b) de Rusia. El 11 de julio pronunció un discurso en la reunión de los miembros de las delegaciones alemana, polaca, checoslovaca, húngara e italiana.
El Congreso aprobó las tesis: La situación internacional y nuestras tareas, Sobre la táctica, Organización de los partidos comunistas, métodos y contenido de su trabajo y otros acuerdos. El Congreso planteo como una de las tareas principales de los partidos comunistas la tarea de conquistar a la mayoría del proletariado, a la mayoría de las masas trabajadoras. Reconoció como el medio fundamental de lucha de los partidos comunistas por las masas la táctica del frente obrero único.
Tras escuchar el informe de Lenin sobre la táctica del PC(b) de Rusia, el Congreso aprobo la política de este partido y exchortó al proletariado de todo el mundo a que apoyase al País de los Soviets.
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El Partido Comunista Unificado de Alemania (PCUA) se fundó en diciembre de 1920 en el Congreso de Unificación del Partido Comunista de Alemania y una mayoría considerable de los miembros del Partido Socialdemócrata Independiente.
La unificación se llevó a cabo después de haberse dividido el Partido Socialdemócrata Independiente en el Congreso de Halle (octubre de 1920), en el que la mayoría de los independientes rompió con este partido centrista (kautskiano) y se pasó al lado de la III Internacional, la Internacional Comunista.
En el siguiente Congreso (celebrado en Jena en agosto de 19211, el partido volvió a tomar su denominación anterior: Partido Comunista de Alemania.
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Aprovechándose de los errores del Partido Comunista, la burguesía alemana provoco a los obreros a que se levantaran con la armas en la mano en un momento desfavorable para ellos. En marzo de 1921 se introdujeron, con fines provocativos, unidades policíacas en las zonas de Alemania Central afectadas por las huelgas. Los obreros respondieron declarando la huelga general, que se transformo en sublevacion armada sin preparación previa. El llamamiento del CC del Partido Comunista Unificado de Alemania a la huelga general no fue seguido en todo el país. La sublevación, no apoyada por los obreros de otras zonas industriales de Alemania, a pesar de la heroica lucha de los obreros, fue sofocada rapidamente.
Lenin enjuició también la sublevación de marzo de 1921 en Alemania y los errores de los "izquierdistas" en la Carta a los comunistas alemanes (vease Obras, 5a ed. en ruso, t. 44, pags. 88-100; en español puede verse V. I. Lenin, Acerca del movimiento obrero y comunista internacional, pags. 392-405).
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